Sentencia del misionero.

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Lunes, 2 de noviembre del 2020.
Greenwich, Nueva York, Estados Unidos.

Querido ángel.

Hoy el pasado se manifestó trascendente y mordaz, atentando a la utopía neurocentral del magisterio de mis memorias y arrastrando un sesgo desagradable hacia los páramos de un mundo atestado de entidades extrañas exiliadas al abismo del olvido entre penurias y decadencia. Entidades peligrosas que mi subconsciente esconde. Los malos recuerdos. Plagas. Un problema a nivel global para las metrópolis mentales de mi cabeza. 

Un mal augurio hervía en los ríos de ácido de mi estómago. Entonces recordé —los recuerdos no son sino epifanías de la última realidad de esta vida— nuestra fantasiosa eventualidad, cuando consagramos un futuro juntos, un supuesto juramento inquebrantable, más bien falsas e ingenuas promesas. Éramos felices. Después, la guerra destruyó mis cimientos, y te juzgué. Te maquillé y disfracé de genocida, desdichado inocente, dicté tu condena. Sentencia de muerte.

Estoy arrepentido. Maldigo cada verso escrito de mí. Deseo recibir un castigo más severo, una penitencia dolorosa y sinsabores para recibir tu divino perdón.

Eternamente tuyo, el misionero de la muerte.

Soledad y Tristeza. 「 All Kook 」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora