veintiuno

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ALEX

¿Realmente ella creía que yo había ido a provocarlo a propósito?

NICAGANDO

¿Jugar con la salud mental de un persona inestable así como así?

QUE PAJA QUE NO ME CONOCIERAN, SI HASTA MIS AMIGOS HABÍAN DUDADO DE MI.

Estaba enojado, y más que la chucha. La relación entre mis papás siempre ha sido apática, no es que se odien, pero no han sido ni serán jamás un matrimonio amoroso. Mi mamá tiene todo el carácter y personalidad que a mi papá le falta.

Crecí con ellos dos, sin recibir muchos "te quiero" o alguna de esas hueás cursis que dicen las mamás, en mi casa no había confianza para contarles a ellos lo que me pasaba.

Y por eso jamás me sentí cómodo demostrando que me gustaba la Valeria.

No podía, porque no me nacía ni sabía cómo hacerlo. No había nadie que me dijera como intentarlo, ni un papá-amigo en el que confiar, ni un hermano mayor o menor que escuchara y diera consejos.

Lo más penca de todo, los que yo consideraba amigos, me juzgaban por mi personalidad, por ser mal genio ya daban la cátedra de mis acciones.

Me estaba doliendo y ellos no lo veían.

Me cargaba la actitud tan penca de la gente que juzgaba y hablaba hueás sin medir las consecuencias.

— No, no lo hice con intención -mire a la Valeria seriamente, mi tono de voz y mi actitud habían cambiado y todos lo notaron- Pero no te preocupes, yo me equivoqué contándotelo, nadie va a denunciar al Mateo y yo no me acercaré más a ustedes.

Mi mamá me miró, y por primera vez sentí una conexión madre-hijo, ella no me llevo la contraria, solo me miro y se acerco a la cama.

— ¿En serio? -la Valeria me miro, sin creerlo, me imagino que la imagen de hueon egoísta y narcisista que tiene en su cabeza sobre mi no le permite lo contrario- Alex, yo...

No sabía que quería decirme, así que la interrumpí.

— Si, ya fue -mire hacia la puerta, tratando de no hacer contacto con ella, sentía un ardor en la garganta y una sensación rara en el pecho, quería llorar y mis ojos cristalizados lo decían- Ahora, si no tienes nada más por lo que reclamarme, podrías irte a verlo y asegurarte de que esté bien, yo ya me quiero ir a mi casa.

Mis amigos estaban a tres pasos de la puerta, los miré y sentía ansiedad, mis ganas de llorar crecían. Supongo que así se sentía decepcionarse de las personas.

— Entonces niños, ahora que ya lo aclaró señorita, le tendré que pedir se retire -mi mamá le dijo a la Valeria muy sutilmente que se fuera- ¿Y ustedes niños nos van a acompañar?

Antes de que hablaran algo, respondi yo.

— No, no van a ir -la Valeria y los chiquillos me miraron, mi papá salió a pedirle a la enfermera mi alta y mi mamá seguía al lado de mi cama- Me voy a vestir.

Después de decir eso, salieron de la pieza y mi papá volvió a entrar cerrando la puerta detrás de él.

— ¿Nos puedes explicar qué onda? -guardó el teléfono en su bolsillo y caminó los cinco pasos desde la entrada de la pieza hasta los pies de la cama- Supongo nos merecemos una explicación, nosotros sabíamos que habías peleado con el otro niñito, no con tus amigos.

— Papá, ¿podemos hablarlo en la casa? -lo mire y siento que le supliqué- Me quiero ir.

— Está bien, en la casa hablaremos.

Mi papá volvió a salir, para pedir mi ropa aunque mi mamá ya me había traído otra muda limpia, y a pedirle las indicaciones al doctor.

Debía tomar unas pastillas durante dos meses por el dolor, podría sufrir sinusitis, ponerme unos gel antiinflamatorios y comer especial por unos días por las costillas, y obvio, el reposo.

— Mi amor -mi mamá me estaba ayudando con las zapatillas, me sentía como un pendejo de 5- ¿Estás bien?

Siempre quise que la relación con mis papás mejorara, mi mamá es ingeniera y mi papá es rector en una U, ambos tienen trabajos demandantes. Mi mamá principalmente es fría porque se desenvuelve en un mundo de hombres, y mi papá vive bajo estres.

Ambos se han esforzado por darme todo lo material que he necesitado, pero como muchos, a veces olvidan el afecto.

— Si mamá -respuestas secas, como siempre-.

— Yo te parí, Alex Torres -se levanto y me miro fijamente- Te conozco mejor que tú mismo, aunque no lo creas.

Mi papá volvió a entrar ahora con mis cosas, incluido mi teléfono que en la pelea salto a la chucha.

—Yo quería protegerla a ella -los miré sabiendo que talvez esto podría mejorar nuestra relación, confiar en ellos y decirles lo que me pasaba- Y ella solo quiere protegerlo a él.

Mi mamá y mi papá se acercaron a mi, ella me abrazo con delicadeza y él nos rodeó a los dos.

Salimos de la clínica y en el auto fui bombardeado de preguntas sobre la Valeria. Mi mamá estaba entre un dilema entre quererla y odiarla mientras mi papá no compartía su postura aún.

Ya en la casa, tuve que relatar todo, desde que la conocí, hasta la pelea, incluir porque no quería que mis amigos viniesen a la casa y también como me sentía respecto a ellos.

Por primera vez vi a mi mamá llorar, y era difícil, mi actitud era muy similar a la de ella, duros por fuera y blanditos por dentro.

— Es válido que te sientas así, y nada nos justifica porque eso deja en claro que nos estábamos equivocando -mi papá abrazaba a mi mamá mientras ella lloraba- Pero yo trabajo con cabros de tu edad, rebeldes, que tampoco hablan con los papás sobre sus problemas y creo que la cague al normalizarlo, no preguntarte a ti al menos como te sentías.

Él tenía razón, sus trabajos son complejos, pero ellos son quienes mejor me conocen, y sentirme cercano a los dos después de que fuesen los únicos que no me juzgaran y si se preocupasen por mi, era único.

— ¿Que deseas hacer? -preguntaron-.

— Me quiero cambiar de colegio.

WACHITO DE CUARTODonde viven las historias. Descúbrelo ahora