Capítulo 7: "Pesquisa"

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 Molise, Sur de Italia…

El sol irradiaba fuerte esa mañana en Campobasso. Como de costumbre las estrechas calles adoquinadas sacadas de un retrato mediterráneo estaban pobladas por edificios pegados de balcones románticos con guirnaldas de flores, forrados de espesa hiedra y angostas aceras de asfalto en donde uno que otro pueblerino andaba, los comerciantes negociaban y una banda de turistas irrumpía a veces con la calmada estampa tomando fotografías, se encontraban en su tranquila cotidianidad.

Un niño de algunos nueve años estaba jugando en la calle con una pelota de fútbol. Este hacía maromas, balanceándola en sus pies, su cabeza, hombros, la llevaba por todas partes de su cuerpo con magistral destreza.

-¡Giuseppe! ¡Attento con quella palla!-su madre, una mujer joven y hermosa que usaba un pañuelo colorado en la cabeza y un delantal le pedía en un grito que tuviese cuidado con esa pelota desde el segundo piso de su edificio, mientras tendía ropa.

Giuseppe continuó jugando afanosamente imaginando que estaba en medio de un importante partido de la copa mundial. Aplastó la pelota firmemente con la planta del pie y vio hacia un punto fijo al final de la callejuela. Su cabello ondulado café oscuro ya se le adhería a su frente por el sudor. Pero eso no le impedía idear la jugada perfecta. Hizo rebotar la pelota una vez más y luego lanzó una patada enviándola lejos.

-¡GOL! ¡Giuseppe il miglior!-celebraba diciendo ser el mejor al haber metido el gol en su portería imaginaria.

-¡Giuseppe vengo ora alla casa!-ya su madre lo llamaba para que entrara a la casa.

-¡Ma…!-Giuseppe ya iba a suplicarle un ratito más de recreo pero al ver el intransigente gesto en la cara de su madre sabía que no había de otra que obedecer. 

Corrió en busca de su pelota y extrañado miró al cielo. El cielo azul con nubes tan perfectas que parecían algodón rápidamente comenzaba a oscurecerse. Su pelota no se veía por todo aquel lugar, se rascó la cabeza.

-¡Bambino qui!

El niño gracioso de orejas algo grandes para las dimensiones de su cara miró de inmediato al desconocido de pinta elegante y refinada que cargaba con su balón. Este lo rebotaba contra su cabeza como todo un profesional sin dejarlo caer. Se detuvo poniéndose de cuclillas frente al niño quien ya lo veía maravillado.

-Hola niño. Dime algo, ¿te gustaría comprarte un balón nuevo? –extrajo un billete de alta denominación del bolsillo interno de su chaqueta. El pequeño rápidamente sonrió contento ya asentando francamente con la cabeza.-Bien, ¿Dónde queda la casa de Hugo? Hugo Lorenzetti.

Este le señaló la dirección que debía de tomar el hombre.

-Gratzie-esmorusó con alegría el pelo del chiquillo pecoso y luego un rayo partió los cielos.

Este siguió el camino indicado y vio una pintoresca casa en una colina sobre el nivel del mar. La brisa arrastraba el salitre con su fuerte aroma y el oleaje salvaje golpeaba sin piedad las rocas que rodeaban el terreno. De soslayo y con un discreto trueno de sus dedos seres engabanados que lo seguían por doquier entendieron el mensaje silente que su patrón les había enviado.

Al llegar frente a la residencia de colores tierras y amarillos viejos con puerta gruesa en madera, miró todo lo que estaba en el perímetro. Era una casa modesta y pequeña. Pintoresca por demás. Atrás había una casucha de madera con plafones de zinc que constituían el techado, abierta. Se veían chispas emerger de su interior.

Ahí estás pensó ya con una forzosa sonrisa taimada en su tensa cara. Sin embargo no fue de inmediato a quien tanto buscaba. Antes decidió curiosear un poco.

Amanecer de la NocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora