Parte III: Capítulo 15: Golpe de gracia

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Seis meses después…

-¿Gustave?

-¿Vanessa?

-Sí, Gustave…

-¿Qué gusto escucharte? ¿Cómo me conseguiste?

-No fuera tarea fácil, pero logré convencer a tu representante de darme tu número. Felicidades, aclamado violinista.

Gustave sintió una leve punzada al escuchar la voz de Vanessa, fue una sensación agridulce porque era como si junto con ella todos los recuerdos de lo vivido en Chicago le perforaran el pecho. No se atrevía ni tan si quiera a pronuciar su nombre o preguntar por Scarlett, prefería vivir bajo la ignorancia porque por más cliché que sonara, sin duda en ciertas ocasiones era una bendición.

-Gustave, ¿estás ahí?

-Sí, sí, disculpa Vanessa me distraje por un momento. Y cuéntame, ¿a qué debo el placer de tu llamada?

-Me temo que no son buenas noticias, lo que he de decirte nos ha costernado a todos. Intenté comunicarme contigo de inmediato, pero no tuve suerte hasta ahora…

-Por favor Vanessa, dime…

-Scarlett… ella… ella murió, Gustave…

Mientras Vanessa rompía en pequeños sollozos Gustave lentamente se deslizaba por la pared que le sirvió de sustento al escuchar tan tremebundas palabras. Tocó suelo, con la mirada ida por unos momentos. Seguía con el teléfono pegado a la oreja, mientras escuchaba desatento cómo Vanessa relataba de la manera menos dolorosa posible el desafortunado accidente que arrebató la vida de su amada Scarlett. Hundió la cabeza en sus rodillas y las lágrimas no se hicieron esperar.

-¿Cuándo?-fue lo único que preguntó con la cara tensa en un intento fútil de aguantar el llanto que volvía temblorosa su voz.

-Hace tres meses.

Vanessa estaba más que preocupada al enfrentar un súbito silencio entre los dos. Nerviosa comenzó a balcucear detalles, cosas, como ella consideraba que a pesar de todo él debía saber por haber sido compañero y amigo de Scarlett. De cómo intentó por todos los medios dar con su paradero en Londres, pero debido a su fama como violinista se le hizo imposible, de cómo ella sabía que él y Scarlett eran muy unidos por más que se mostraran ante el mundo como perros y gatos. Se disculpó y deseó poder estar allí para consolarle. Le habló del sepelio y cómo su familia sobrellevó la pérdida y como su pequeña hermana nació sin contar con el poder conocer a la que sería su hermana mayor.

-Gracias, Vanessa.

-¿Gustave? Sé que esto es un choque muy fuerte, si necesitas de mí sabes dónde contactarme.

La llamada culminó pero apenas el dolor de Gustave comenzaba. Su respiración se entrecortaba y sentía que algo en su pecho reventaría, intentaba exclamar algo, pedir ayuda, pero era como si se ahogara, todo a su alrededor daba vueltas y de momento experimentaba unos fuertes deseos de vomitar, el vértigo lo arrinconaba en el suelo y sin más se dispuso a gritar. Gritos de angustia, de rabia, de arrepentimiento.

-¿Amo? ¿Amo se encuentra bien?- Siobhan que de inmediato corrió al socorro de Gustave quien permanecía en posición fetal, tirado en el suelo haciéndose cada vez más pequeño ante la sensación de desquicio que lo devoraba al imaginar una vida sin Scarlett nunca más.

-Llévame a Chicago, necesito ver, necesito ver… ¡Llévame a Chicago ahora!

Era como si Gustave quisiera ir más rápido que el tiempo cuando pisó Chicago. Ni tan si quiera dio espacio a pensar, una vez llegó al aeropuerto intentó ser casi un fantasma para no ser visto por posibles multitudes admiradoras de su talento, junto con su fiel Siobhan, tomó rumbo al cementerio municipal donde Vanessa le había dicho que fueron sepultados sus restos. La escena era realmente desalentadora, la lluvia y el cielo gris daban una visión casi mística de la pasión de Gustave que sin más se posaba junto a la lápida que leía: “Scarlett Blunt, te marchase muy deprisa con mucho por contar, te amamos y extrañaremos por siempre”.

Amanecer de la NocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora