Capítulo 11: "Preludio"

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-¡Lucas! ¡Lucas abre la puerta! ¡No me hagas usar la fuerza!

Lucas abrió la puerta de la forma más tosca posible. Bloqueó con su cuerpo la entrada con esa iracunda expresión en el rostro avejentado de cansancio, furia pero sobretodo, tristeza. Su camiseta blanca estaba sucia hasta más no poder sus vaqueros negros todos gastados y rasgados en partes, su bruno cabello alborotado y grasiento. La sombra de su barba caía a la perfección en lo andrajoso de su aspecto de vagabundo. Sus ojos decaídos, aborrecidos como todo su ser. Decir que no estaba bien sería quedarse corto.

-No porque seas una moribunda dejaré que me fastidies. Se rápida-ordenó con la avidez de un zombi.

-Traje algo.

-Déjalo ahí entonces.

-No seas grosero chiquitín y mejor déjame pasar.

-No me llames chiquitín.

Elena entró haciendo caso omiso al intimidante pero desgastado cuerpo de Lucas con dos bolsas marrones de papel. Contoneándose en su habitual paso al caminar, depositó las bolsas en una triste mesa asolada en un rincón de la pequeña habitación oscura y descuidada.

-¿Qué es eso?

-Cerveza y cigarrillos-decía contenta mientras vaciaba el contenido de sus compras.

-Yo no fumo-dijo ásperamente.

-Los cigarrillos son para mí.

Sacó uno del paquete y con desenvoltura se lo llevó a los labios, del bolsillo trasero de sus ajustados jeans extrajo un encendedor rectangular de metal con la bandera de Gran Bretaña como diseño. Succionó cerrando los ojos, deleitada. Cayendo seducida ante el humo del tabaco.   

-Las ventajas de estar desahuciada-Lucas comentó en ese humor negro que se le daba con facilidad.

-Ya los pulmones de este cuerpo no tienen que ser una preocupación para mí-guiñó con encanto sentándose sobre la mesa que de milagro no estaba rota como la poca inmobiliaria de la habitación mugrienta.

-Jamás había conocido a un inmortal tomar el hecho de que va a morir con tanta naturalidad. Bien por ti.

-Sabía lo que me iba a pasar de ser atrapada huyendo de mi clan. Esta fue mi elección. Y no tengo tiempo para arrepentimientos ni lamentaciones-exhaló una nube de humo y se puso de pie.-“Carpe diem quam minimum credula postero.”

-Aprovecha el día. No confíes en el mañana. Buena filosofía de vida esa.

-Así es chiquitín. Tú también deberías aplicarla a la tuya. Ya han pasado tres días Lucas, tres días aquí metido. Escondiéndote.

-¿Te recuerdo a quien se debe? –inquirió bruscamente.

-No es por mí.

Lucas la fulminó con la mirada.

-Bueno, no completamente.

Lucas se tiró al piso y se llevó las piernas a la cara, mulléndola ahí adentro deseando volver a estar solo.

-La chica humana originaria de este cuerpo tenía veintiún años, estudiaba sicología. 

Lucas alzó la observó frunciendo el ceño e hizo un gesto de disgusto al escuchar aquello y recordar como las súcubos poseían cuerpos de mujeres humanas para llevar a cabo sus demoníacos propósitos. La idea de saber que antes de Elena había una joven con una vida por delante -seguramente sin ser merecedora de ser poseída por un demonio- ahí adentro, le apenó sobremanera. El mundo en definitiva era cruel e injusto. Muy injusto.

Amanecer de la NocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora