Parte 8

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Había decidido ir a caminar un rato por la playa, ya que Sergio no estaba y le apetecía tomar un poco de aire. Vio unos niños jugar en la arena y le dio mucha ternura, imaginando lo feliz que sería su pequeña en aquel lugar visitando la playa todos los días. Le encantaba la idea de que fueran a ser una familia, pues sabía que Sergio desde que había conocido a Paula había creado un vínculo especial con ella. Esa era otra de las razones por las cuales su corazón se hinchaba más de ternura al pensarlo, creyendo que no hay hombre más perfecto en la Tierra.

Una ola mojó sus pies enfriando en un instante todo su cuerpo. Sintió unas manos rodeando su cintura y se sobresaltó de inmediato. Asco. Eso era lo único que le proporcionaba aquel irritante hombre que según ella no hacía más que acosarla. Comenzó a sentir cierto temor, ya que en un principio creía que era solo cuestión de cortesía, pero después de recibir las flores y la nota sabía que sus intenciones iban más allá. Sin quedarle opción hizo una mueca transparente y quitó las manos de su cuerpo.
- Mario, qué haces aquí. - Dijo mientras creaba cierta distancia entre ambos.
- Nada, estaba dando un paseo. Por cierto, dónde has estado, he ido antes a visitarte al hotel pero no estabas.
- Fui a salir un poco y conocer más el lugar. - Mintió rodando un poco los ojos y deseando que aquella conversación terminase. Él se acercó más a ella y puso ambas manos en sus caderas, haciéndola sentir muy incómoda. Ella se retiró pero él volvió a acorralarla, molestándola de una vez.
- ¿Recibiste las flores que te mandé?
- Sí, lo hice. - Dijo intentando zafarse de sus brazos, pero a él parecía no importarle.
- Quería tener un detalle contigo antes de invitarte esta noche a cenar.
- ¿Qué te hace pensar que quiero cenar contigo?
- Bueno, tú estás sola y yo aburrido. Si no quieres cenar no hay problema, hacemos otra cosa, el dinero no es problema para mí. Y...luego si quieres...podemos ir a mi casa. - Se acercaba a su boca obsequiándole el aliento a nicotina que desprendían sus labios. - Sabías que me gustas mucho. - Bajó sus manos hasta su trasero y ella lo recibió con una bofetada dolorosa y sonora en la mejilla, separándose de él y mostrando odio y repudio en su mirada. Aquel movimiento pareció haberlo poseído y la tomó de la nuca acercándola rápido para aprisionarla con un beso fuerte. Ella mostró resistencia y lo empujó con fuerza, haciendo que tambalease sobre la arena. Raquel tenía la marca roja y desagradable de aquel beso asqueroso sobre sus labios, y sentía que iba a vomitar. Hubiese deseado tener consigo su antigua pistola pero desgraciadamente no estaba en el sitio indicado. Quedándose un poco sin ideas notó como él dudaba sobre sí mismo y la miraba de arriba a bajo como un depredador a su presa. Apartó rápido la mirada y sin dirigirle la palabra se alejó de él, anhelando que el tramo hacia la casa fuera más corto para poder perderlo de vista cuanto antes. Hacía mucho que no se sentía tan indefensa y menos ante un hombre, no desde la situación con su exmarido. Sentía un poco de miedo pero no quería decírselo a Sergio. Lo conocía lo suficiente como para saber que si se enteraba probablemente iría a matarlo. Además no quería arruinar los mágicos días que estaban pasando, así que trató de borrar aquella escena de su mente.

***********

Llegó a la casa y desde el salón principal podía escuchar el ruido de las gotas de agua cayendo desde la ducha hasta el suelo. Sintió una satisfacción inexplicable que le recorrió todo el cuerpo. No lo había visto en todo el día y después de la horrible experiencia que había vivido minutos atrás, necesitaba sentir sus besos nuevamente. Entró en la habitación escuchando cada vez más fuertes los sonidos. Se acercó al baño y se recostó a la puerta. Para su bendita suerte la ducha era transparente, y a través de esta podía disfrutar al máximo de su vista favorita.

Estaba de espaldas pasando las manos por su pelo. Sentía envidia de las perfectas y cristalinas gotas de agua que resbalaban por aquel cuerpo musculoso y desnudo, convirtiéndolo en un templo de satisfacción a sus ojos. Veía como las manos de él pasaban cortorneando sus hombros y bajaban por su abdomen, queriendo ella continuar el camino con su boca. Se viró de frente y ella se mordió el labio, con tanta fuerza que terminó por partirlo una vez más. Llevó los dedos hasta su boca para retirar la sangre que saboreaban sus papilas gustativas mientras él pasaba las suyas por su cuello, extasiándose con la tersura de aquella piel que simulaba una obra de arte tallada a mano. Recorrió con sus ojos todo su cuerpo, comenzando por su pelo, ese en el que se aferraba siempre para buscar alivio; siguió hasta sus labios, los mismos que la habían hecho gemir de placer tantas veces, elevando su frágil alma hacia el cielo mientras su cuerpo disfrutaba del delirio en la tierra; bajó hasta su pecho, aquel al que tantas veces se había abrazado buscando refugio entre la frialdad acorralante de la noche; quiso fijar la vista en su abdomen pero algo un poco más abajo la distrajo. ¡Dios!. Aquel hombre era pura perfección no importa por donde se viese. Estaba sumamente acalorada, pero no era por la ducha sino por el mismo vapor que estaba creando su cuerpo. Sintió el interior de sus piernas cada vez más húmedo y sonrió avergonzada. Era increíble la exitación que él le podía proporcionar incluso hasta sin tocarla. Él levantó un momento la vista y se la encontró observándolo, sonrió inevitablemente y ella se sonrojó, devolviéndole la sonrisa.
- Cuánto llevas ahí
- No mucho, vine por si necesitabas que te alcanzara algo, pero después me entretuve un poco. - Desvió descaradamente la vista hasta el bulto entre sus piernas haciéndolo sonreir.
- De hecho, sí necesito que me pases algo.
- ¿Ah sí? - Se acercó a él perdiéndose completamente en su boca. Sergio la tomó del cabello y le dio un beso húmedo, haciendo que varias gotas cayeran sobre su ropa, rozando un poco sobre aquella piel que ya descansaba húmeda.
- Ahora estás mojada tú también, tendrás que desvestirte si no quieres pescar un refriado.
Ella lo volvió a besar, esta vez mucho más fuerte, como si tuviera hambre de sus labios. Él la acercó quedando ahora ambos bajo la ducha. Su cuerpo estaba temblando pero no era por el frío del agua, se aprisionaron contra la pared mientras él secaba con sus labios el agua que corría por su cuello. Bajó hasta su pecho y la despojó de su top y sujetador, maravillándose una vez más con la perfección y redondez de sus senos. Comenzó a besarlos cariñosamente mientras acariciaba su espalda. Lo acercó más del cabello haciendo que él mordiera la dureza de sus pezones, lo que la estaba acabando de estremecer. Bajó la mirada y observó como la erección de él acariciaba el medio de sus piernas rozando con sensibilidad aquella zona tan íntima sobre la fina tela del tanga. Sintió como los besos iban descendiendo por su abdomen y tratando de contener sus gemidos, lo apartó de su cuerpo. Sergio la miró con un gesto de duda y desconcierto, pero pronto comprendió a qué se refería. Raquel deslizó las manos por su abdomen y se arrodilló ante él. Sus ojos aún estaban en su rostro, perdidos un poco en el brillo ilusionante de su mirada, pero descendieron rápidamente hasta divisar completamente lo que tenía en frente de ella. Besó su erección y la tomó entre sus manos, provocando que él diera un gruñido bajo. Comenzó a acariciarla de arriba a abajo endureciéndola más. - ¡Raquel! - Gimió desesperante llevando la cabeza hacia atrás una vez sintió sus labios masajeándola con destreza. El tacto estratégico de aquella boca sobre su sexo parecía querer llevarlo directamente al cielo, como cada caricia de aquellos finos labios fresas capaces de descontrolarlo con un fino roce. Ella sin pedirle permiso, sin dar aviso previo, saboreaba por completo aquel almizcle que comenzaba a brotar de él, señal que la satisfacía a mil indicándole el terrible éxtasis que corría por sus venas en ese instante. Pasaba la lengua alrededor del glande, succionaba y la saboreaba de lleno hasta el final, para después regresar hacia la punta de nuevo y terminar de enloquecerlo. Repitió esa frecuencia par de veces hasta que sintió como él comenzaba ya a perder el control. Sergio enredó una de sus manos en su cabello y la haló hacia atrás, dejándole apreciar con perfección aquella escena tan erótica que tenía ante sus ojos. Un último movimiento de sus labios bastó para que él se corriese por completo en su boca, provocándole a ella un sentimiento de éxtasis. Verlo a él mientras le daba placer era algo que ella también disfrutaba. Regresó a su boca y él la besó con deseo, sintiendo su sabor en sus labios. Le quitó el resto de su ropa interior, que ya estorbaba entre sus cuerpos, y la subió a su cintura. Se pegaron a la pared y se perdieron en un vaivén de caderas, mezclando sus gemidos con el sonido del agua.

***********

El cielo esa tarde estaba triste, al parecer los abundantes rayos del Sol habían sido opacados por espezas nubes de color grisáceo. Sergio había salido a comprar unas cervezas y Raquel se había quedado en la casa preparando la cena. Afuera llovía a cántaros, por lo que pensó que él se demoraría más de lo previsto en regresar. Estaba vestida por su ropa interior y encima una camisa abotonada de Sergio, que le quedaba justo medio palmo sobre la rodilla.

Estaba tan distraída cortando las verduras que no notó que alguien la miraba desde hace rato por afuera de las ventanas. Sintió el sonido de un golpe y reaccionó asustándose un poco. Normalmente hubiese creído que fue el fuerte viento empujando una palmera o algo así, pero se había escuchado como algo más grande, como si alguien se hubiese caído o hubiese cortado algo con un hacha; y lo peor era que el ruido se había sentido muy cerca de la cocina. Caminó lentamente hacia la puerta y la abrió con cautela, abrazándose a los bordes de la camisa al sentir el frío que entraba. Ladeó un segundo la cabeza y sus ojos no divisaron más que lluvia y hojas mojadas. Volvió a entrar a la casa y se sobresaltó de nuevo está vez sintiendo un sonido mucho más fuerte, casi que al lado de su oído. Era una persona, ahora sí no le cabía duda. El pánico había invadido su cuerpo y sus manos y pies temblaban. Sergio no tenía vecinos, no había nadie que viviese cerca de ahí, y esa zona de la playa era muy poco transitada, ya que el único bar que tenía quedaba mínimo a dos kilómetros. No sabía qué hacer, se había quedado petrificada. Quería salir y averiguar quién era pero estaba completamente desarmada e indefensa. Escuchó el sonido de las llaves en la puerta y cuando esta se abrió vio a Sergio un tanto empapado y con una caja de cerveza a los costados. Se acercó de inmediato y lo abrazó con fuerza. Bendito alivio. Pensaba que moriría del miedo. Él no comprendió mucho la situación pero correspondió al abrazo tratando de explicarse.
- Cariño ¿estás bien?, ¿qué ha pasado?
- Cuánto me alegra que estés aquí. - Dijo apretándolo más contra ella.
- Está bien estoy aquí, pero qué ocurre.
- Creo que alguien andaba husmeando por fuera de la casa, y no sé, me asusté.
- ¿Qué dices? ¿Estás segura? Eso no puede ser.
- Sergio, yo sé lo que oí. Aquí había alguien.
- Vale, espera voy a ver. Quédate tú aquí, que hace mucho frío y estás a medio vestir.
Salió una vez más volviendo a castigar su cuerpo con la frialdad de la lluvia. Recorrió todo el borde de la casa pero no vio nada extraño. De repente algo llamó su atención. Cerca de una de las palmeras que adornaban a los costados de la parte trasera de la casa había en el suelo algo centelleando. Se acercó y pudo ver con claridad que tenía en sus manos una bolsa muy pequeña con polvos blancos adentro. No hacía falta ser doctor o policía para darse cuenta de qué se trataba.

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HASTA AQUÍ EL 8vo CAPÍTULO.
ESPERO DE CORAZÓN QUE LES HAYA GUSTADO Y ME LO HAGAN SABER.
DE VERDAD SUS OPINIONES Y COMENTARIOS ME LLENAN DE VIDA Y SON UN GRAN ALIENTO PARA CONTINUAR ESCRIBIENDO.

MUY PRONTO EL PRÓXIMO CAPÍTULO

💖❤GRACIAS POR LEERME❤💖

❤C. O. N. T. I. G. O.//serquel_time // La Casa de Papel_fanfic❤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora