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Märco

Cuatrocientas cincuenta y seis horas me había tomado el desconocer a la única persona que creí era un cristalino estanque. Mi paz, mi edén, ese oasis que había anhelado siempre.

—¿Estas cuestionando una de mis ordenes?

Livet me miraba fijamente, con el enojo calentándose a fuego lento en su cabeza.

—En absoluto —se retractó a regañadientes. —Yo solo quería ahorrarme el trabajo de ir hasta la Torre a buscar el informe. ¿Ya no confías en mi palabra?

Era fácil responder a esa pregunta. "Confiaría en ti, incluso si me mintieses a la cara." Pero ya ella había dejado en claro que nuestra relación podía tener únicamente matices profesionales.

"Ella no quiso lo que ofrecías. Supéralo, amigo." Era la odiosa frase que me ayudaba a mantenerme cuerdo las duras noches donde mis sentidos parecían querer traicionarme y terminar por correr hasta su departamento.

—No te cases —dijo de pronto y sin sorprenderme. Estos días había estado evitándola por eso mismo.

La visión que mi madre me había obsequiado seguía fresca en mis retinas. Pareciese que ella había leído mi caótica cabeza y hubiese encontrado la medicina correcta para calmarla. ¿Estaba haciendo lo correcto al desposar a una simpática desconocida? ¿No era la culpa de haberla alejado de su familia?

Ya tenia la respuesta. Sin embargo, y para no quedar con la espina ponzoñosa del "¿Qué hubiese pasado si...?" decidí hacer una pregunta que me carcomía.

—¿Te gustaría tener hijos en el futuro, Livet?

Ella rehuyó mi mirada y respondió a secas con un escueto no.

—No te cases —repitió en su lugar. —Deja a esa desabrida mujer. Yo...

Sonreí.

—¿Tu qué? —dije con sorna levantándome de mi asiento. —¿Tú te casaras conmigo en su lugar? ¿Dejaras todo lo que anhelaste durante años para convertirte en la infructuosa señora del clan? —recordé como despectivamente despreciaba ese puesto una y otra vez. —No lo creo.

Sus ojos se cristalizaron y por primera vez en muchos, muchos años pude ver la expresión de desazón en ellos. La misma expresión con la que la había conocido veintitrés años atrás, cuando una indefensa y moribunda niña de cuatro años había llegado a nuestro hogar; siendo rescatada por Peter, mi padre.

Me odié un poco más por eso.

—Tendrás una tarea especial, ese es el motivo por el que también no acepté tu traslado a la frontera —continué fingiendo entereza. Este matrimonio estaba costándome más de lo que me hubiese gustado. — Protegerás a la señora del Clan Sneider, a partir de mañana te convertirás en guardiana oficial de Thara. Tu deuda de sangre con mi familia estará saldada.

"Y es la única forma de mantenerte a salvo. Los tiempos oscuros han regresado al clan." Omití.

—Que no puedes hacerme esto Märco —su expresión cambió, — escucha... yo sé que me equivoqué al rechazarte, pero no...

—No me malinterpretes, por favor —la corté antes de que esto fuese más doloroso para los dos. — Me conoces bien y sabes que la pasión jamás ha dominado mis decisiones.

—No podre... —estalló en llanto. —No puedes obligarme a que proteja a una mujer que odio, a la mujer que se esta quedando con lo que más atesoro en la vida...

Sin aliento. Su confesión fue a la vez que, a quemarropa, un avivante para esos sentimientos que dormitaban en mi herido corazón.

—Esa mujer también pasará por un momento difícil al saber que quien la protegerá con su vida es la mujer que amo.

HIELO [en tu mirar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora