HIELO [en tu mirar]

16.

Märco

Estaba trastornado. Eufórico. Ansioso. Lo único que mi aturdido cerebro era capaz de procesar era el deleite que me producía la cálida funda que el interior de Thara me proporcionaba.

Un cosquilleo primitivo se abría paso en mi ser al oír los gemidos gustosos que su vocecilla de emitía.

Mi juicio se nubló. Besé con rabia contenida su cuello y terminé por eyacular justo a tiempo para que mi semen se deslizara entre sus glúteos y muslos.

Me paralicé.

"—Ojalá hayas pensado en mi..."

Fue lo último que dijo cuando se desvaneció en mis brazos. Una especie de bruma eufórica se abrió paso en mi cuerpo y con terror pasmoso pude ver los dos puntitos rojos que brillaban en su nuca.

¿Qué mierda había pasado conmigo?

La tomé en brazos y después de desnudarla completamente, la recosté sobre la cama. Terminé tapándola con el suave cobertor mientras me quedaba como un idiota sentado a su lado durante toda la noche viéndola dormir.

Las horas pasaron tortuosas para mi mientras pellizcaba con mi pulgar el filo de mis colmillos. Estos parecían haberse rebelado contra mi voluntad y ejercían la suya propia. Incluso un helado y largo baño no los había hecho ceder.

—¿Märco? —mi nombre susurrado por esa voz satisfecha y somnolienta provocó un escalofrío en mi cuerpo y que la totalidad de mi sangre se asentara en una sola zona. —¿Qué haces allí sentado?

—Tengo que decirte algo.

Si rostro se tornó confuso pasados unos segundos.

—¿Ahora? —me miró de arriba abajo. —¿Te duchaste?

Me levanté de la silla acercándome a su lado, gateé sobre la cama hasta quedar muy cerca de ella. Los pensamientos de Thara me avasallaron sin siquiera haberla tocado. Mierda.

—Es sobre Livet.

Ella rodó los ojos y apretó el cobertor contra su cuerpo, ocultando lo que por derecho y sangre era mío. Me congelé sobre ese ultimo pensamiento y al ver su expresión supe que había malinterpretado mi gesto.

—Claro —bufó, — olvidaba a la reina de Roma y sus asuntos. Ni siquiera en nuestra primera mañana juntos puedes dejar de pensar en ella...

Me alejó de su lado con un empujón y salió de la cama envuelta a medias con el edredón. Parecía una pequeña y provocadora Diosa pagana de cabellos salvajes.

—No es...

La sangre bombeando fuertemente de su corazón y mi capacidad para percibir eso, me frenaron. Ella se agachó de una forma para nada sutil o femenina y el aroma de su esencia por poco y me desestabilizó.

La quería ahora.

—¿Me estas escuchando? —preguntó dudosa. Al ver la dirección de mis ojos, sonrió. —Tengo los ojos en la cabeza, no en mi...

—Como la señora del clan Sneider comenzaras a tener protección extra —expliqué con la última porción de cordura que mis neuronas habían reunido. Estaba deseoso por volver a probarla. —Livet será tu guardiana.

Si la hubiese golpeado, en lugar de darle esa noticia menos de veinticuatro horas después de casados, me hubiese odiado menos.

—No quiero —la rabia brillaba en su mirada. —No la quiero a mi lado. Que proteja a tu madre o a alguien más.