20. (II PARTE)

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Los días siguientes a la noche del descubrimiento de que Märco me había usado de mordisquero personal, él no regresó ninguna de mis llamadas. Brenda me había pedido tratar de comunicarme con él, para saber cómo procederíamos y también para preguntarle por el paradero de la dichosa estatua de su biblioteca.

Ninguna de esas dos opciones había tenido una salida favorable y las pruebas parecían cada vez favorecer el criterio de mi prospecto de súbdita. No quedaban dudas, Märco estaba tratando de traer a su abuelo y el tiempo apremiaba para nosotras.

Me sentía un autómata cumpliendo los pedidos de, la que hasta ahora era, la única persona en la que confiaba.

—¿Estas lista Thara? — preguntó entrando a mi habitación ese medio día.

Después de colocarme una chaqueta impermeable, decidí seguirla.

Al ya no tener guardiana real, los Sneider me dejaban deambular libremente y Brenda me había dicho que debíamos aprovechar esa oportunidad para conocer al líder de su grupo; y también su hermano.

Me obligué a ser fuerte y cada vez que mi voluntad flaqueaba, recurría al teléfono móvil de mi hermana. Allí miraba las fotografías que tenía y eso, era aliciente suficiente para tenerme sulfurando del coraje nuevamente. Lo peor para mi eran las noches. Durante el día había podido fingir indiferencia, o si no tenía ganas había podido quedarme oculta en algún lugar de la casa.

Mis suegros no habían preguntado por mi mutismo. Ellos pensaban que Märco y yo habíamos tenido alguna discusión y que, de nuevo, su hijo la había cagado conmigo.

—Es aquí —señaló Brenda, —detrás del zanjón ya se considera zona segura y libre de los dominios de los Sneider. ¿Cruzamos?

Miré por ultima vez atrás, los grandes arboles que surcaban los terrenos de la mansión y asentí.

—Thara, este es mi hermano Martin —ella hizo las presentaciones correspondientes después de darse un apretón de manos con el hombre que nos esperaba.

El clima parecía a juego con nuestro humor, llovía y el frio parecía querer calarse por los huesos.

—No te ves tan intimidante como imaginé —fue el saludo del tipo que fumaba calmadamente sentado sobre un tronco.

—No te fíes de las apariencias —escupí. Él me daba mala espina.

Brenda silbó en aprobación por mi respuesta. Ella le informó a grandes rasgos las ultimas novedades de la gente que habitaba la mansión. Grande fue su sorpresa al darse por aludido de que la dichosa figura en conmemoración al viejo Sneider no se encontraba. Él maldijo en varios idiomas y al fin pude entender de que no se trataba de una simple estatua, sino más bien era una especie de obituario moderno.

¿Por qué no quemarlo y ahorrarse problemas futuros? Martin explicó que Claude Sneider había sido un ser sumamente poderoso y que su caída se produjo por el trabajo de magia muy oscura de una vampiresa muy poderosa de esa época y la cual, había pagado el precio con su vida para lograr su cometido. Lo que ella no imaginó fue que Claude, contaba con seguidores igual de enfermos de poder que él y que habían hecho lo imposible por evitar su muerte.

—¿Entonces no esta muerto del todo? —pregunté como una idiota y él me miró como si realmente lo fuera.

—Peter Sneider es el único capaz de neutralizar un poder como el suyo. Él fue su mano derecha durante muchas décadas. Por eso es que también debe morir.

—¿Qué?

—Thara no se encuentra segura sobre asesinar a los maricas —dijo Brenda con recelo. —Para ella "no son enemigos", si supiera la clase de monstruos que son no lo dudaría dos veces. Además, ella no tiene la fortaleza para hacerles frente, es una vampiresa impoluta.

HIELO [en tu mirar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora