17.

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Thara

Los días posteriores a la consumación de mi matrimonio, y finalmente el cumplimiento de los deberes maritales de mi esposo, fueron toda una novedad.

Sabía que algo había pasado entre mis suegros; los señores Sneider no se hablaban con normalidad y la señora Violet no nos visitaba en la casa principal. Según cuchicheos de Brenda, la elegante vampiresa se mantenía recluida en su suite de "La Torre" y no quería ser molestada por nadie que no compartiera su sangre. La cereza del postre había sido el rostro rasguñado del señor Hans y una ambigua respuesta de su parte ante mi curiosidad.

Como regalo de bodas, mi esposito me notificó que a partir de ese momento tendría un guardián "real" como él. Una sensación desagradable había inundado mi cuerpo apenas esas palabras habían sido pronunciadas por sus labios; Livet.

Del dicho al hecho había un largo trecho, y yo esa vez no me había equivocado. Hice un escándalo que obviamente Märco ignoró. Me sentí ofendida e insultada por ello, pero todo pasó con una ardiente sesión de sexo con el odioso líder alemán.

De eso una semana, una idílica luna de miel. Nótese el sarcasmo.

—¿Thara? —y hablando de la reina de Roma. Enfoque mi vista en Livet que entraba a la sala de té y hasta donde hacía unos veinte minutos atrás Stella conversaba conmigo. Rodé los ojos con fastidio al ver su rostro. Algo en ella me producía una mala espina—Estoy hablándote, hay alguien que quiere verte —dijo con hastío. Pues bien. El sentimiento era mutuo. —¿Estás sorda o qué?

Coloqué con paciencia mi tacita de porcelana sobre el cristal de la mesa.

—¿Qué te sucede? —respiré profundamente.

Sabía que este momento llegaría, las dos no podíamos seguir fingiendo que nos soportábamos cuando, la verdad sea dicha, no era así.

—¿Cuál es tu maldito problema? —dije en medio de un murmullo para que me oyera.

Ella respiró profundo y cuando la insté a responderme, se encogió de hombros. Fingiendo indiferencia.

Lo que le duró muy poco.

—Tú —respondió con los ojos enrojecidos por el coraje. —Tu eres ese maldito problema que tengo.

Nunca me habían gustado los conflictos. Me consideraba una persona que huía de ellos. Sin embargo, recordé la promesa que me había autoimpuesto tiempo atrás; nadie en este maldito clan me humillaría.

Fuerte. Empoderada. Inalcanzable.

La digna señora del clan Sneider.

—¿Tu problema es que sea la esposa de Märco o que sea amiga de Darius? — mentí en la última parte, Darius por poco y ni me miraba. Pero ella no tenía por qué saberlo. —No comprendo tu pesar, ¿por cuál de los dos es?

Su rostro palideció. Toda la confianza y seguridad con la que se movía anteriormente se convirtió en cenizas justo frente a mis ojos.

—¿Qué, qué insinúas? —dijo entre dientes, enojada y con los nudillos blancos al hacer presión en sus manos.

Me pregunté si se atrevería a golpearme.

Pues, ya vería.

—Lo que oíste —respondí con tono petulante. — ¿Crees que no sé de lo que hablo? El verdadero motivo por el que no me soportas es porque me casé con Märco... lo que no entiendo es ¿Por qué si teniendo una relación con Darius insistes en apegarte a un hombre casado?

Ella se acercó peligrosamente hasta mi lado, por poco y me oriné allí mismo. Según Stella, Livet tenia fama de intolerante.

—Cállate. Tú, mosquita muerta... buena para nada—un paso más cerca y yo crucé mis piernas para no ponerme a temblar frente a ella. —¿Acaso tienes idea de porque se casó contigo? —sonrió con malicia. —Porque necesitaba una fachada perfecta para hacerme feliz. Siempre seré yo y solo yo —hubiese preferido que me golpeara en lugar de lanzarme todo su veneno. Pero eso no fue suficiente para ella. —¿Crees que eres mujer suficiente para Märco? No. No eres más que un estúpido títere para mantener contentos a esos malditos que comenzaban a cuestionar el liderazgo de los Sneider...

HIELO [en tu mirar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora