Yo definiría la demencia como una reacción incoherente frente a un suceso, así que espero no me asocien mas con esa palabra, porque lo que yo hice es perfectamente coherente con lo que me pasó y les planeo contar.
Siempre fui un muchacho solitario, diría que normal, pero bastante aislado de la sociedad, me apasionaban las cosas comunes, la música, las buenas historias, incluso los juegos de azar; Obviamente me hacia falta algo de amor en mi vida, ahí fue cuando la conocí…
Ella era una chica tímida, de padres muy estrictos, algo callada, según la catalogaban los que la conocían, pero sin duda alguna era una mujer muy hermosa, la conocí una noche mientras ambos esperábamos el transporte público para ir a nuestras respectiva residencias.
Charlamos bastante esa noche y decidimos ir a un club cercano para conocernos un poco más, empezamos a frecuentarnos para platicar sobre nuestras vidas, lo que soñábamos, y lo que odiamos, por alguna razón dedicábamos más tiempo a lo último. Poco a poco nos fuimos enamorando hasta una hermosa noche que le propuse fuera mi novia.
¿Han sentido esa sensación de querer estar con ella por siempre y sin importar lo que pasé?
Pues tal y como en los cuentos de amor, sus padres no querían que pasara más tiempo conmigo, yo la amaba, hubiera sido capaz de cualquier cosa por haber actuado diferente, pero no tuve más opción que hacer lo que hice. El amor puede llevarte a cometer y decir estupideces, como esas frases típicas y cursis de amor, se dicen sin tener conciencia de lo que realmente significan…
Le puse flores en su pelo y ella me regaló “sus ojos”.
Yo le daba felicidad y ella me obsequiaba “sus labios”.
Yo le regalaba chocolates ella me regalaba “su corazón”.
Yo le di mi amor y ella me ofreció su vida.
Hasta ahí solo éramos una pareja común con problemas de aceptación familiar y algunas discusiones ocasionales, el problema se dio cuando ella decidió hacerle caso a sus padres. A mí no me importaba lo que ellos quisieran, que me alejara, que la dejara en paz, incluso algunas veces su padre amenazó con matarme si la seguía viendo. Yo estaba dispuesto a seguir con ella. El golpe que acabó con todo fue cuando ella no soportó más la presión y desistió de nuestro amor. Ese amor que le había dado sentido a mi vida, ese amor que jamás olvidaré…
Pasé muchas noches en vela pensándola, le llamaba para preguntarle si aún pensaba que debíamos alejarnos, le esperaba por la calle pensando que un beso le haría entrar en razón, puse fotos de ella en mi habitación para no olvidarla, para que fuese mi meta diría, le envié chocolates. Incluso una vez le llame amenazando con suicidarme si ella no volvía conmigo, pero nada funcionaba.
Yo estaba apunto de dejarla en paz cuando le vi por la calle con ese tipo, un ricachón, vestido de traje, perfectamente afeitado y apuesto, ellos salían de un almacén bastante famoso por sus elevados precios, se besaban. Luego detrás de ellos salieron sus padres riendo y celebrando con el nuevo y apropiado novio de su hija… Yo... Yo en ese momento morí. Es decir, los hubiera podido matar a todos… Pero eso sí habría sido de un demente, así que decidí volver a mi casa a pensar en un rato.
Por mi mente pasaron mil formas de asesinarlos, una bomba mientras cenaban, raptarlos y quemarlos vivos, cortarle los frenos a su coche, incluso cortarle a cada uno su cuello mientras los demás observaban, pero ninguna me dejaba satisfecho. Así que solo terminé por hacer lo que creí apropiado. La llamé y le dije que pasara la noche por mi casa, que tenía unas cosas de ella que quería que se llevara, pues me hacían daño.
Le nombré el oso con el que dormíamos a la noche, las cartas, y las estúpidas fotos. Ella guardó silencio unos minutos y aceptó venir con su novio; yo le pedí que por favor a solas, y que no le dijera a nadie a donde iba… No quería quedarme esperando solo por que no la habían dejado venir… Ella dijo “Okey” y colgó. Escucharla fue hermoso, me recordó muchos momentos bonitos, pero luego vinieron los tristes, el dolor, el odio, lloré y maldije un par de veces, me levanté y esperé a que se hiciera de noche para seguir con el plan.
Ella llegó, tenía algo de prisa, decía que no quería que la vieran conmigo, me puse triste, la miré a los ojos y le dije: “No te preocupes, nunca más podrán verte”. Ella se asustó y la golpeé con un martillo en su cabeza. La puse en mi habitación y la amarré en nuestra cama, le pregunté varias veces si se arrepentía, pero ella seguía inconsciente, quise limpiarle la sangre de su cabeza, pero me di cuenta que no importaría después de lo que iba a hacerle. Puse medias en su boca, y empecé a reclamar en orden todo lo que ella me había dado.
Primero tomé una cuchara y con delicadeza le saqué los ojos, los puse en una botellita que antes tenía dulces, sus labios fueron la parte mas erótica de todo. Primero los besé, luego los mordí, como me gustaban esos labios; después recordé que ya habían sido besados por otro tipo, así que fui por algo de ácido que guardaba en el sótano y le derretí sus labios, eran míos, ¿no? Podía hacer con ellos lo que quisiera… Luego le abrí su blusa y me dirigí a sacar su corazón, debo confesar que fue difícil no quitarle sus pechos… Pero ella no me los había regalado, así que solo los hice a un lado mientras destrozaba su pecho.
Saqué su corazón y los guardé junto con los ojos.
Cerré de nuevo su blusa y puse una bolsa en su cabeza… La envolví en bolsas negras y la llevé hasta la puerta de su casa, puse un letrero que decía:
“Solo tomé lo que era mío, ahí les devuelvo el resto”.
Y volví a mi casa a jugar con mis regalos… Pronto llegó la policía. No sé como supieron tan rápido que fui yo, tal vez era el único sospechoso, decían que yo había torturado y matado a mi novia…
Me juzgaron, incluso me decían demente y enfermo, me trajeron hasta aquí ante usted señor juez, y me declaro inocente de esos cargos y sus acusaciones, yo no estoy demente, yo solo soy alguien que reclamó lo que le pertenecía