El Elevador

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Abrí velozmente la puerta del auto. Era un vehículo pequeño y estábamos todos dentro, mi madre, mi tío, dos primas (una prima 7 años y otra de 15), mi hermano y yo.

Estábamos a frente del edificio donde vivía mi tía. Era bastante alto en comparación de las casas de alrededor, a pesar de tener tan solo 10 pisos.

Entramos, había un guardia esperándonos, nos pidió nuestros nombres antes de dejarnos entrar.

─¿Por qué hay dos ascensores? ─preguntó mi prima con ternura

─Uno llega directamente a la casa, mientras otro llega a la planta para entrar por la puerta ─respondió mi tío en tono de sabiduría y presunción mientras presionaba el botón para llamar el de la izquierda.

─¿A cuál entraremos? ─volvió a preguntar

─Al que llega a la planta, necesitamos la llave para marcar un número si vamos por el otro. Es seguridad para que nadie entre.

Los elevadores eran viejos, de esos en los que tienes que abrir manualmente la puerta y al subir veías cómo pasaban las diferentes puertas.

Llegamos al apartamento de mi tía. Ella nos saludo a todos y tomamos asiento. Hablamos toda la tarde, de todo tipo de temas. Antes no le tome importancia a algo que había dicho, ahora no paro de pensar en eso:

Nos dijo que el edificio estaba casi despoblado debido a su antigüedad, solo había gente viviendo hasta el cuarto piso. Anteriormente había un sujeto viviendo en el último, pero fue asesinado.

El aburrimiento nos consumió a todos los menores cuando comenzaron a hablar de trabajo. Así que decidimos bajar al parque.

La curiosidad hizo que los cuatro nos montásemos en el elevador que llega directamente a la sala. Grave error.

Luego de que todos estuviéramos adentro, me disponía a marcar para llegar al patio, pero antes de que alcanzase a oprimir el botón, el ascensor subió.

─Ah, demonios ─maldije por lo bajo─. Seguro alguien más lo llamó antes de nosotros ─anuncié dirigiéndome al grupo.

─Pero... ─murmuró mi primita.

─¿Qué? ─le pregunté.

─¿El tío no dijo que para marcar un piso aquí necesitabas una llave? ─preguntó con temor, la voz le temblaba.

Algo me impactó bastante, justo antes de que le dijera que yo no había marcado miré a mi prima de 15 años, hija de la tía que vivía aquí, por lo tanto ella sabía lo que estaba sucediendo.

Su cara estaba pálida, como un fantasma, su pupila dilataba lentamente, con los ojos desorbitados, el pelo erizado y la piel de gallina.

Al verla comprendí lo que mi prima pequeña quería decir. Mi tía vivía en el cuarto piso, y nadie mas habitaba el edificio en los pisos de más arriba.

Que no pare en el diez. Pensé, mientras intentaba oprimir el botón de ''STOP'' para detener el ascensor, fue en vano.

El ascensor paró en seco. Pensé que mi corazón pararía así si no dejaba de palpitar tan velozmente.

Todos nos quedamos inmóviles. Sin saber qué hacer. Estaba sudando, tenía miedo.

Luego de pensarlo durante un largo tiempo, marqué el primer botón. El elevador no se movió.

─Tienes que abrir completamente la puerta para volver a marcar, para que nadie pida el ascensor antes de que la persona baje ─Aclaró mi prima. Nadie se atrevería a abrir la puerta, y mucho menos mirar el número del piso.

─Yo lo haré ─dijo mi hermano haciéndose el valiente mientras se abría paso entre todos nosotros. Al posar la mano sobre la puerta se detuvo. Dudó un segundo y la comenzó a abrir lentamente.

Conforme iba abriendo veíamos claramente el interior del apartamento.

Era bastante grande, mucho más que el de mi tía, por qué ya lo sabía. Estábamos en el último piso, el décimo.

Una obscuridad reinaba el lugar. Había polvo por todas partes. Sin embargo algo me llamó más la atención: estaba amueblando. Alguien había vivido aquí, o seguía viviendo.

Mi primita lazó un enorme alarido que nos entumeció a todos justo después de que mi hermano abriese la puerta completamente.

En la pared de al lado había una enorme mancha de sangre seca que llegaba hasta el piso.

Mi hermano separó la mano de la puerta, pero esta no se cerró. La haló fuertemente pero no se movía.

─¡Oh dios, no! ─gritó mientras lloraba.

─¡Cierra! ─chilló mi prima. Parecía que no entendiera que la puerta estaba siendo atrancada por algo... o alguien.

Le ayudé con bastante prisa, pero la puerta no se movía.

Me pareció ver una sombra dentro de la casa. Giré velozmente la cabeza para ver qué era. Había algo que se acercaba. No se veía, pero notaba cómo el polvo del suelo se movía.

─¿¡Qué pasa aquí!? ─gemí mientras intentaba halar más fuerte.

Eso se acercaba cada vez más, toda la escena me estaba volviendo loco. Los pasos, mi prima gritando, mi primita llorando en una esquina, igual que mi hermano mientras intentaba cerrar.

Cuando llegó a la puerta no sentimos más que un empujón sobrehumano cerrándola.

Mi hermano y yo nos caímos hacia atrás. El ascensor bajó.

Nunca dijimos nada a nadie sobre esto. No he vuelto a usar un elevador desde entonces. Hemos intentado olvidarlo pero no podemos, algo que me atormentará para siempre es cuando el ascensor cerró, pues vi claramente la silueta de un hombre serio, mirándonos fijamente desde la ventanilla.

Esta historia me la contó un amigo, diciendo que le había sucedido. No le hubiera creído de no ser que lo vi discutiendo con su hermano por habérselo contado a alguien.

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