Manifiesto

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Quizá uno de los mejores consejos que me hayan dado hasta ahora sea el de no tratar de buscar mi reflejo en la imagen de otros.

En los últimos años he tenido una crisis de identidad constante, que en su máximo pico llegó a hacerme dudar de quién era, de cómo me llamaba, de cómo era mi personalidad.

Puede que, en cierto modo, no fuese otra cosa que la señal de que estaba cambiando en realidad.

Cada cierto tiempo llega un momento en nuestras vidas en el que lo que hemos tenido hasta ahora deja de ser suficiente. Un estímulo, o por pura espontaneidad, desencadena un cambio en la mente que hace que no nos reconozcamos al espejo. Leer nuestro nombre nos resulta raro. Ver fotografías nuestras se hace extraño.

Las personas que llevan años viéndote crecer creen que te conocen, pero se quedaron atrás hace mucho. No vieron los últimos acontecimientos, los que te han hecho formarte como eres. Ahora, cuando os encontráis, es como si se vieran dos personas distintas. No se siente la misma comodidad que hace un tiempo. Y eso no es malo. Significa que algo ha cambiado y que lo que hay entre vosotros tiene que adaptarse a ello.

Desde que empecé a dudar de mi identidad he estado buscando a alguien en quien reflejarme. Imágenes de personas que recortar para luego hacer un collage que se convierta en mí. Iba por la calle preguntándome si yo quería ser como esta persona, o como esa otra. Deslizaba una publicación tras otra en las redes sociales buscando algo que me hiciera sentir mejor, que me comprendiera, que me diese motivos para creer que no estaba verdaderamente solx. Que había alguien como yo.

Pero he conocido a una persona que me ha enseñado a no buscar mi propia realidad fuera de ella. Cada persona es única. No hay dos identidades iguales como no hay dos seres humanos que se parezcan remotamente siquiera.

Por eso, hoy, decido crearme. Empezar de nuevo y construir a la persona que llevo años queriendo ser. No supone solo probar nombres o pronombres distintos; se trata también de conocerme a mí mismx, de encontrar mi propia manera (la única posible, en realidad) de relacionarme con el mundo.

Y por eso, hoy, decido hacer un manifiesto y aceptarme.

Aquí estoy yo. Con mis dudas, con mis miedos, y con mis decisiones imperfectas. Con mis paranoias. Con mis defectos. Con mis virtudes y los abrazos que doy sabiendo que, casi con toda seguridad, acabarán por soltarse.

Aquí estoy, en definitiva, yo.

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