Una vez una amiga mía, que a pesar de ser de mi edad es increíblemente sabia, me dijo algo que no olvidaré. Que cada uno de nosotros tiene que encontrar su propia lucha.
Me explico. Hay personas que dedican toda su vida a hacer activismo por una causa concreta. Hay personas que no hacen activismo de ningún tipo, y están en su derecho, también. Pero creo que muchos de los que estamos aquí pertenecemos al primer grupo. Porque nuestra condición de "diferentes" a ojos de la sociedad ha hecho que (en algunos casos) hayamos tenido que enfrentarnos a los estereotipos con tal de salir adelante, y poder ser nosotros mismos.
Conozco a personas cuya lucha elemental es el feminismo. Otras, acabar con el racismo y la xenofobia. Otras, dentro de los cuales incluiríamos algunos líderes mundiales como Gandhi, la paz. Me considero un aliado de todas esas luchas puesto que las apoyo sin dudarlo, pero no las siento completamente mías: porque soy un privilegiado y no vivo en un país en guerra, porque soy blanco y porque no soy una mujer (a pesar de haber vivido como una durante años y que los asuntos del feminismo me toquen directamente).
No tuve que reflexionar mucho para darme cuenta de cuál era mi lucha. Porque hay una sola cosa que defiendo sin dudar. Con uñas y dientes. Una cosa que me niego a que me arrebaten.
Mi lucha son los derechos LGTB+.
Aprovecho para contar esto porque hoy me siento muy lleno, muy involucrado, muy apasionado con esto. Estamos a mitad de junio, el mes del Orgullo, que este año no está pudiendo celebrarse como los anteriores. No solo por la pandemia, sino también por la lucha por la igualdad racial que se ha originado en EEUU y ha acabado expandiéndose a todo el mundo.
Este año, más que nunca, el Orgullo ha dejado de ser una fiesta para convertirse en una reivindicación.
Obviamente, me encantan las fiestas del Orgullo y acudiría a una sin pensarlo dos veces. Pero no es el momento. Hay una crisis mundial de racismo que nos toca de cerca. En los disturbios de Stonewall, que tuvieron lugar en 1969, fueron dos mujeres trans racializadas las que dieron la cara frente a la policía que intentaba detenerlas solo por LGTB+. Nuestro colectivo no sería nada sin las personas racializadas.
No os voy a mentir: el activismo me da miedo. Ser activista implica poner en riesgo muchas áreas de tu vida: tu privacidad, tu integridad, e incluso tu salud y tu vida. ¿Cuántas personas han sido objeto de crímenes solo por luchar por una causa que consideraban justa? En mi país, España, los activistas que llegan a ver amenazada su integridad física son una minoría; pero el miedo siempre está ahí.
Conozco el caso de Ginger Rousse (podéis buscarle en instagram). No tengo muy claro con qué se identifica, creo que es una drag queen. En cualquier caso, le menciono porque tiene publicados los mensajes privados que recibió de un tipo que lo amenazaba con cosas bastante explícitas, con castrarle y demás.
¿Os imagináis qué demonios hay en la cabeza de una persona que le dice esas cosas a otra? Porque yo no.
Nadie está obligado a hacer activismo, eso sobra decirlo. Y el que lo hace tampoco está obligado a dedicar su vida enteramente a ello. A veces, con atreverse a hablar públicamente de sí mismo (como ha hecho Pablo Alborán saliendo del armario como gay) es suficiente para inspirar a otras personas a que lo hagan.
Sed fuertes, sed valientes. Y este año, más que nunca, estad ORGULLOSOS.
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Cxnfesixnes
Non-Fiction"Diario" de una persona no binaria. Si entras aquí puede que te sientas identificade o que salgas escaldade con mis rayadas. O ambas cosas. Y no, esto no es ficción. nº 2 en #genderfluid (11/12/2021) nº 2 en #nobinarie (11/12/2021) nº 1 en #nobinari...