VIII

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El día amaneció completamente lluvioso.

Odiaba ésa clase de clima. Me recordaba aquel episodio de mi vida que tanto me había traumatizado. Tenía ocho años cuando mi mamá había caído por la calle un día de tormenta. Estaba tan asustada en aquel entonces que no supe que hacer; había estado a punto de morir de la hipotermia porque nos habían encontrado muchas horas después.

Cerré los ojos intentando apartar aquellos horribles recuerdos, así que me levanté y tomé una ducha muy caliente; me puse unos vaqueros entallados, una blusa de manga larga, y un abrigo. Me sequé el cabello y lo trencé despeinadamente hacia a un lado mientras me ponía un gorrito tejido. Me puse mis botines industriales favoritos y, por primera vez en casi dos semanas, me maquillé.

En la escuela, Lizeth me felicitó por haber dado el "Gran paso" de arreglarme pero, cuando le conté que vería a Joel, casi me golpea.

-¡Maldición, _______!, ¡¿Vas a dejar que Joel te diga cuando quiere verte y cuando no!?

Suspiré pesadamente mientras decía -Las cosas no son así, Liz. Sólo iré a ayudarlo, como siempre.

-Porque él te lo pidió -bufó.

No me atreví a replicar. Sabía que tenía algo de razón, sin embargo no quise decir más.

El día pasó increíblemente lento y, cuando por fin salí de clases, tuve que ir a casa a ayudar a mi mamá en la tienda.

Alrededor de las seis de la tarde llegué a casa de Joel.

Toqué el timbre mientras deshacía mi trenza. Por primera vez, mi cabello lucía aceptable. Sabía que si me quitaba el gorro, mi cabello luciría desastroso, pero las ondas que la trenza había dejado se veían lindas.

-¡_______! -dijo la voz de Mía.

Saltó a mis brazos cálidamente y me sorprendí por su gesto.

-¡Mía! -dije abrazándola.

-¡Me da gusto que estés aquí!, ¡Joel estaba de un humor insoportable por qué no venías! -exclamó exasperada.

Sonreí sin saber que decir y ella me jaló escaleras arriba mientras gritaba -¡Joel!, ¡_______ está aquí!

Estuve a punto de decir algo, pero Mía entró conmigo corriendo a la habitación.

Abrí los ojos como platos al verlo. Estaba únicamente en un bóxer negro, y su cabello caía húmedo y pesado por su cara.

-¡Mía, joder!, ¡Toca la puerta! -gruñó Joel ligeramente ruborizado mientras buscaba algo con qué cubrirse.

Yo no podía apartar mi vista de él. Era tan... Insoportablemente perfecto. Su abdomen era plano pero podían verse las finas líneas que delataban que se ejercitaba con frecuencia. Su pecho firme estaba cubierto por una pequeña y fina capa de agua sin secar. Su espalda era angulosa y ancha pero terminaba en unas estrechas caderas. Sus piernas lucían poderosas y sus brazos se marcaban con pequeñas líneas de músculos mientras se estiraba torpemente para alcanzar sus vaqueros.

Me llevé las manos a la cara ruborizándome por completo después de haberlo examinado con la mirada y salí torpemente de la habitación segura de que estaba completamente roja de la vergüenza. Mía no paraba de reír como loca mientras escuchaba como discutía con Joel.

Tras varios minutos de escucharlos murmurar dentro de la habitación, Mía salió y canturreó en mi dirección -Ya puedes pasar.

Mi corazón me dio un vuelco y me regañé a mi misma por no mantenerme tranquila.

Entré a la habitación y pude encontrar a un Joel enfundado en una playera de manga larga y unos vaqueros negros.

-Hola -murmuró.

Though I can't see you- Joel PimentelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora