Capítulo 1 - Ελιά (Eliá / Olivo).

21 3 0
                                    

Día soleado y ajetreado en el ágora, la gente discute los misterios fundamentales y otros asuntos más terrenales, los mercaderes vocean a los transeúntes para tentarlos con sus exquisiteces, mientras que en los templos las almas en necesidad claman por ayuda divina.

Rápidos pasos. Saltos, gritos. Un brioso joven se yergue sobre la multitud, con una de sus manos llena de frutos del olivo, los cuales descansaban en una canasta segundos antes, esperando a ser comprados por alguien. Una amenaza se escucha.

- Corre tanto como puedas, Βέλος (Vélos), no durarías ni cinco minutos en una carrera –gritó el vendedor a quien le robaron su mercancía, agitando firmemente sus brazos en el aire.

- ¡Las carreras duran menos que eso, idiota! –respondió el joven mientras huía, saludando con la mano atiborrada de aceitunas, cayéndosele algunas—. ¡Algún día te las retribuiré, gracias!

Vélos era un joven huérfano, acostumbrado a vivir en las calles del ágora y la acrópolis, recurriendo a pequeños trabajos y robos para mantenerse con vida, valiéndose siempre de su velocidad para completar sus tareas o evitar ser atrapado por los comerciantes a los que defraudaba. Sus ojos eran de color café, centelleantes, y su cabello rizado compartía la misma coloración, con su tez tostada por su larga estadía bajo el dios Sol y sus ágiles piernas bendecidas al parecer por el mismísimo Hermes.

Aunque la verdad era que no había sido bendecido con belleza, riquezas ni ningún otro atributo. Pero eso no lo detendría en lo que quería hacer, cambiar su destino, aunque este estuviese escrito profundamente en una roca imposible de labrar.

- Gracias, Hermes –dijo Vélos, engullendo unas aceitunas, escupiendo los cuescos en su mano desocupada, caminando despreocupadamente por las calles, impactando en el hombro de una sacerdotisa que justamente salía de un templo—. Discúlpeme, doncella.

La joven mujer se quedó viendo al muchacho que la golpeó involuntariamente, en silencio, agarrando la gargantilla de oro que adornaba su cuello, de la cual colgaba una figura de mármol tallada con forma de lechuza, sintiendo el olor de las aceitunas. No temía ser asaltada, pero el impacto desordenó su joya colgante, regresándola al sitio correcto. Ambos jóvenes continuaron sus caminos, distanciándose, avanzando en direcciones opuestas.

- Siempre dice que me las pagará, pero es sólo un niño, no sé qué cree que le deparará el futuro, pero los dioses no lo han bendecido –refunfuñaba el mercader, llorando aún por las aceitunas robadas, siendo escuchado por la sacerdotisa, quien se detuvo en seco, cambiando de dirección, comenzando a seguir al muchacho.

El joven ladrón caminó a las afueras del ágora, sin percatarse de que estaba siendo perseguido por la sacerdotisa, deteniéndose en un terreno baldío. La muchacha también se detuvo. La distancia se mantuvo, Vélos era observado. El suelo fue perforado en varias ocasiones con una larga rama de madera, los cuescos del fruto del olivo fueron sembrados en cada uno de esos agujeros, luego todos fueron cubiertos con tierra. El joven corrió en dirección a la playa. Regresó unos minutos después, cargando un ánfora destrozada desde el cuello hacia arriba, vaciando agua sobre los sitios donde plantó anteriormente los cuescos. La sacerdotisa avanzó.

- ¿Qué estás haciendo? –preguntó la sacerdotisa a Vélos, espantándolo al aparecer repentinamente.

- ¡Qué me lleva la muerte! –gritó Vélos, cruzando los brazos sobre su cabeza, agachándose un poco, viendo entre sus extremidades—. Tú, tú eres...

Vélos observó a quién tenía en frente, reconociéndola como la muchacha con la que había chocado rato atrás. A través de su delgado y blanco velo podía verse un cabello dorado como el sol, cayendo sobre sus níveos hombros, rizándose en las puntas. Sus ojos eran un fiel espejo del cielo despejado, brillantes y grandes, con una intensidad que llamaba a la obediencia. Su sotana cubría casi completamente su cuerpo, dejando parte de los hombros fuera, siendo del mismo color del velo, aunque no dejaba pasar la vista a través de él. Vélos estaba anonadado.

Saint Seiya ~Shinka no Tounan~ | 聖闘士星矢~ 神火の盗難 ~ [FANFIC]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora