Capítulo 10 - Το συμβάν (To symván / El incidente).

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¿Qué sucede?, ¿por qué tanto griterío a esta hora? –preguntó Athena, apareciendo al lado de Jökull, reconociendo al humano vinculado a Vélos y compañía.

¡Diosa! ¡Ataqué deshonestamente al mercader de aceitunas y sus amigos, los antiguos esclavos, después que me pidió comprarles aceitunas! ¡Mi maestro me castigó dejándome sin entrenamiento solamente, pero creo que fue muy indulgente conmigo! –gritó Jökull con hálito alcohólico, sollozando, arrodillándose ante la diosa.

¡¿Qué dices?! –dijo la diosa, haciendo aparecer su lanza en su mano derecha, apoyando su pierna izquierda sobre el hombro de Jökull, botando al muchacho al piso mientras lo amenazaba con su dorada y afilada arma.

La diosa perdió los estribos, aprisionando el hombro de Jökull con su fuego divino como si se tratara de la pata de un ave de presa, haciéndole sentir como si fuera atrapado y atravesado por unas potentes y afiladas garras.

Diosa, le pido que no me mate aún, le prometí a Ujjval que pelearíamos en una batalla justa, mi maestro lo entrenará para que pueda enfrentarse a mí de manera más equilibrada –dijo Jökull, con evidente dolor por el pisotón y el poder sobre su hombro, sin oponer resistencia a la fuerza de la divina mujer.

¿Está... Están bien los tres? –preguntó la divinidad, retirando su pie y su arma, calmándose lentamente.

Sí, aunque las cosas se salieron de control. Ujjval y yo caímos a un precipicio, pero mi maestro, el mercader y el hermano de Ujjval nos rescataron –dijo Jökull, secándose las lágrimas, sentándose en el piso con la cabeza baja.

Athena se quedó en silencio, pensativa, mirando con misericordia al muchacho sentado a sus pies, declarando.

De ahora en adelante, no lucharás nunca más, a no ser de que yo te lo permita. Consagrarás cada una de tus batallas a mí, tu cuerpo y fortaleza serán mis armas, y nunca más pelearas de forma deshonesta –dijo la diosa, ayudando a Jökull a reincorporarse, retirándose del lugar—. Tienes permiso para luchar con Ujjval, avísame un día antes para poder asistir al encuentro.

Como usted diga, de ahora en adelante estoy a su disposición –declaró Jökull, retirándose también del templo, conforme con el castigo que la diosa le impartió, sintiéndose menos deshonrado que cuando llegó al edificio de la diosa—. Recuperaré mi honor, nunca más volveré a sentirme de este modo.

La diosa estaba confundida, con un extraño sentimiento en su mente y entrañas, con el corazón alterado y temeroso, pero feliz de saber que Vélos y sus amigos se encontraban bien. Se retiró volando, transformada en lechuza blanca, a sus aposentos en el monte Olimpo, entrando y escuchando de inmediato unos gritos provenientes del salón principal.

¡¿Por qué, Padre?! –preguntó Apolo, caminando detrás de Zeus, con las mejillas cubiertas de lágrimas.

Asclepio estaba haciendo algo incorrecto, lo sabes. No quiero tener problemas con Hades, los muertos deben quedarse junto a su rey, nadie más puede traerlos de vuelta, aunque cuente con el poder para hacerlo –dijo Zeus, girándose para enfrentar a su desconsolado hijo—. No llores, era sólo un humano.

¿Sólo un humano? ¡Él era mi sangre, mi hijo, tu nieto! –exclamó Apolo, con los ojos enrojecidos y el rostro desfigurado por la rabia—. Si se tratara de alguno de tus bastardos lo ensalzarías y ayudarías como el semi-dios o héroe que crees que sólo tú puedes proveer. ¡También soy uno de los Olímpicos, mis hijos también tienen sangre divina!

Saint Seiya ~Shinka no Tounan~ | 聖闘士星矢~ 神火の盗難 ~ [FANFIC]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora