Capítulo 13 - La acusación (Η κατηγορία. / I katigoría).

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Vélos salió despedido por el débil ataque del dios del infierno, magullándose todo su cuerpo, cayendo inconsciente y sangrante en el piso. Hades recogió su casco y corrió con premura cargando a la desvanecida Perséfone en sus brazos, internándose en un rocoso agujero en la tierra que se encontraba abierto desde que emergió de su reino, volviendo a sus oscuros dominios sin dejar rastro de su presencia.

¡¿Vélos?! –se preguntó la diosa Athena con desconcierto al llegar al sitio donde sintió que fue emitida una ráfaga de Fuego Divino, tomándole unos segundos digerir la escena, reaccionando para intentar ayudar al joven—. ¡¿Quién te hizo esto?!

Athena intentó en vano detener el sangrado de Vélos, mirando los alrededores en búsqueda de algo que le ayudase a curar al moribundo muchacho, además de escudriñar por el atacante de su apreciado comerciante de aceitunas.

La diosa cogió al muchacho en sus brazos, volando a toda velocidad en dirección a Athenas para recurrir a alguien que le ayudase a salvar la vida de Vélos, acordándose del hijo muerto de Apolo.

¡Debo ir al templo de Asclepio en Delfos! –pensó Athena, dirigiéndose con el malherido joven, cruzando el mar como una saeta en dirección a su diana.

Athena arribó al templo del difunto Asclepio, un lugar que estaba en plena construcción, pero que ya aceptaba ofrendas y realizaba algunos servicios a la comunidad afectada por enfermedades y dolencias.

¡Alguien que me ayude! –exclamó Athena, con su traje manchado por la sangre de Vélos, apoyando al desfallecido muchacho en el piso para corroborar que continuara respirando.

¿Qué es tan urgente? –preguntó el asclepíada de turno, uno de los tantos sucesores del hijo de Apolo, reconociendo a la diosa por su divina aura—. ¡Diosa Athena! ¿quién es este muchacho?

¡Su nombre es Vélos, tienes que salvarlo! –dijo Athena con desespero, sorprendiendo y atemorizando al aprendiz de medicina, temiendo no lograr salvar al joven y ganarse el odio de la deidad.

Yo... haré lo que pueda, señora Athena –dijo el joven, examinando de inmediato el estado de Vélos con sus manos temblorosas, comenzando el tratamiento después de esto.

Athena se quedó observando todos los procedimientos en silencio, pensando en ofrecer su ayuda al aprendiz, prefiriendo no interrumpirlo para no ejercer presión sobre él y que pudiese tratarlo de la mejor manera posible. Lo único que pudo hacer fue encender su Fuego Divino y orar por la salvación de Vélos.

El tiempo pasaba y la diosa ya no aguantaba la incertidumbre. Quería que todo terminara pronto, resultándole un suplicio la duración de las curaciones, como si estas se extendieran al infinito mientras ella presenciaba todo el proceso de forma ralentizada.

Detuve el sangrado, cerré algunas heridas, bajé una fiebre que estaba comenzando y lo hidraté –dijo el asclepíada con su cuerpo cubierto de sudor y extremadamente cansado, con el rostro consumido y ojeroso, habiéndose movido a una vertiginosa velocidad para lograr tratar adecuadamente a Vélos gracias a la intervención de la energía divina de Athena mientras ella oraba—. No... no sé como lo hice, todo fue tan rápido... Ahora depende de él.

El joven médico trastabilló por el esfuerzo, siendo atajado por la diosa, quien lo depositó en el piso con amabilidad. Otro asclepíada llegó al rato, revisando a su compañero al ver su demacrado estado, encontrándose con la deidad de frente.

Debo salir un momento, háganse cargo de él –dijo Athena a los asclepíadas mientras ellos realizaban una respetuosa reverencia—. ¡Manténganlo con vida, por favor!

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⏰ Última actualización: Jul 16, 2020 ⏰

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