Capítulo 2 - Προσφορά (Prosforá / Ofrenda).

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Vélos despertó sobresaltado, levantándose rápidamente de la choza que él mismo construyó. Recolectó los frutos, llenando con aceitunas y agua de mar los dos barriles de madera que se consiguió, cargando a duras penas uno a uno sobre la carreta usada que rescató y reparó, tirando de esta como si él fuera un equino, caminando hacia el ágora.

- Si tuviera unas alas, todo sería más fácil –rezongó el muchacho, tirando del carruaje, con las palmas de sus manos sudadas y resbalosas, aproximándose al mercado.

El emprendedor joven avanzó entre la gente, como un comerciante más, llegando donde su "prestamista" de frutos.

- ¡Hola, mercader! –saludó Vélos, deteniendo su vehículo, lo que hizo que también cesara el rechinar de la añosa madera—. Te dije que este día llegaría.

El evidentemente sobrecargado carruaje parecía que se desmoronaría en cualquier momento. Vélos descargó uno de los barriles, aunque el sudor en sus brazos, manos y pecho le jugó una mala pasada y casi bota el envase, siendo ayudado por el comerciante, apoyando el recipiente en el piso.

El comerciante abrió la tapa del barril, observando su interior, incrédulo.

- ¿Estamos a mano con esto? No puedo quedarme mucho tiempo, tengo que entregar el otro barril –dijo el muchacho, retomando la aligerada carreta, dirigiéndose a los templos—. ¡Gracias por tu patrocinio!

- Cla... claro –respondió el comerciante, tapando las aceitunas, viendo como Vélos se alejaba—. Cumpliste tu promesa, muchacho.

El carruaje se estacionó fuera de un templo. El joven descargó el barril, cargándolo con ambas manos, apoyándolo sobre su pecho, subiendo las escaleras del recinto sagrado, depositándolo de lado al llegar al pórtico, haciéndolo rodar para dejarlo dentro, completamente exhausto por el esfuerzo. Levantó el barril para dejarlo quieto. El sudor cubría todo su cuerpo, habiendo también manchado sus ropas al apoyar el barril.

- Difícilmente alguien lo moverá de aquí –pensó Vélos, temiendo que alguien lo robara, despreocupándose al recordar la ira de los dioses en caso de robos en su propiedad.

Vélos dejó el barril a solas por unos minutos, volviendo al rato un poco más limpio y fresco, lavándose las manos y rostro en una pileta cercana al templo, ingresando oficialmente a este. Volvió a poner el envase de lado, empujándolo lentamente para producir la menor cantidad de ruido posible, avanzando entre los otros asistentes que elevaban sus suplicas a la diosa del templo y pasando al lado de alguna que otra sacerdotisa. Un olor que sólo había percibido desde la lejanía inundó sus pulmones, incienso, produciéndole una molesta carraspera. Tosió fuertemente, casi perdiendo el barril en movimiento, volviendo a ponerlo sobre su parte recta, aclarando su garganta.

- Es mi primera vez haciendo esto... Estos meses han sido intensos. Seguí todos los consejos que ustedes, ¡Oh, diosas olímpicas!, me entregaron aquel día y aquí está el fruto de mi esfuerzo, que no sería nada sin su divina intervención. Es la primera cosecha, se los dejo aquí, espero lo disfruten... Eh, bueno, no sé qué más decir... –habló Vélos en voz alta, incómodo por simular que hablaba con alguien que no estaba presente, juntando sus manos, elevándolas al cielo—. ¡Seguiré esforzándome y les traeré más y más barriles, ya verán!

Frente al templo, en un elevado árbol, una lechuza blanca y una mujer observaban al joven mientras dejaba su ofrenda. El joven bajó por las escaleras, haciendo avanzar la carreta, desarmándose esta unos metros más adelante, perdiendo una de sus ruedas, la que fue perseguida por Vélos para que no se perdiera, poniéndola en su sitio como pudo, caminando lentamente para que no se desprendiera nuevamente, debiendo ajustarla a ratos para poder continuar.

Saint Seiya ~Shinka no Tounan~ | 聖闘士星矢~ 神火の盗難 ~ [FANFIC]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora