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Durante la tarde siguiente, en medio de su trayecto, Kayn había visto unos folletos en el tablero de la ciudad y se separó de su grupo un instante para observarlos mejor. En ellos se leía sobre la última obra artística de la semana que se llevaría a cabo en el teatro cercano. La función estaba planeada para comenzar a medianoche y la temática sería un cuento de horror. Kayn sonrió para sí mientras se grababa mentalmente la hora en que comenzaría y luego regresó a su labor.

Horas más tarde, una oscura capa cubría el cielo estrellado. En realidad, Kayn no era del tipo de tener aventuras espontáneas durante las noches. Normalmente acababa sus obligaciones junto a Zed y luego simplemente se encerraba en su habitación. Sólo contadas veces salía a dar un paseo. Pero para aquella noche había un plan.

Un plan. Kayn rió inconscientemente al pensar en ello.

—¿Y tú adónde vas?

Rhaast había estado observando atentamente a Shieda desde que éste ingresó a su dormitorio secándose el cabello húmedo luego de tomar una ducha. Pensó que Kayn simplemente se tumbaría en su cama a leer algo como lo hacía cada noche, pero luego de ver cómo éste cogía una chaqueta de su armario, comenzó a preguntarse si realmente el mocoso tenía algo que hacer sin siquiera decírselo.

—Al festival de la ciudad —respondió Kayn.

—¿De nuevo? Pero si ayer fuiste.

—Sí, pero iré al teatro esta vez —Shieda frotó la toalla contra su cabello un par de veces más y se la quitó—. ¿Por qué? ¿Vas a extrañarme, Rhaast? No me digas que quieres acompañarme.

—¿Al teatro? —inquirió Rhaast con una estruendosa carcajada—. Qué aburrido. Paso.

Kayn rodó los ojos.

—Eso pensé —Shieda se encaminó hacia la salida de su dormitorio; su oscura melena aún algo húmeda pero ya no tenía suficiente tiempo para secarla, así que en lugar de trenzar su cabello como usualmente lo hacía, simplemente decidió dejarlo suelto—. No destruyas este lugar mientras no estoy, ¿bien?

—Cuando regreses todo esto estará ardiendo en llamas.

Veinte minutos aproximadamente fue lo que le tomó a Kayn llegar al centro de la ciudad. Sólo entonces, cuando miró en todas direcciones y no reconocía la ruta exacta en medio de la vaga iluminación de las lámparas que colgaban alrededor, se percató de que en realidad no tenía idea de cómo llegar al teatro. La noche anterior se encontró allí luego de seguir la melodía que tocaba el pianista enmascarado, pero esta vez no había música que le guiara. Mientras caminaba, Kayn repasó con la mirada su alrededor. Había movimiento en cada sitio; a un costado suyo, cerca de la arboleda, había puestos de comida y en la zona contigua un grupo de pobladores preparaban arreglos florales. Después de todo, se hallaba en medio del barrio comercial.

El joven Shieda no lograba ubicarse, así que estuvo durante varios minutos más caminando un sendero incierto, hasta que luego de un rato se le ocurrió seguir a un grupo de personas que para su fortuna se dirigían a ver la obra también. Con un poco de suerte, finalmente logró llegar allí.

Dentro, el teatro lucía bastante diferente a como lo recordaba de la noche anterior. La iluminación esta vez era oscura y en su interior espectadores llenaban las butacas dispuestas frente al escenario, cuya ambientación representaba una residencia antigua.

Kayn no llevaba consigo algo para comprobar la hora, pero supuso que serían aproximadamente las diez con treinta. Incluso cuando se había preocupado de salir con tiempo, terminó llegando tarde.

En medio de un largo monólogo de uno de los personajes, Shieda tomó asiento en una de las butacas del extremo final. El ambiente denotaba un constante suspenso; no sólo los actores y el maquillaje en sus rostros, sino la música, la puesta en escena, la manera en cómo recitaban sus líneas, la sensación que producían en el público.

Matices de Rojo | Jhin x KaynDonde viven las historias. Descúbrelo ahora