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Luego de pedirle que le acompañase, Khada Jhin le tendió una mano.

Quizás si Kayn se hubiese detenido a pensarlo un poco más, se habría negado. Pero ese no fue el caso.

Tomó de la mano ajena y se dejó conducir a lo que parecía ser una sala de vestuario en la parte trasera del teatro. Con los ojos bien abiertos, manteniéndose siempre alerta.

Un ligero hilo de incienso ondeaba alrededor y el aroma a flor de melocotón nubló su olfato. De las paredes pendían cortinajes de seda satinada y la iluminación tenía una suave tonalidad carmesí.

Cuando Jhin soltó su mano para dirigirse a encender otra resina aromática en el quemador, Kayn fue dando lentos pasos hacia el interior del salón observando su alrededor con curiosidad. Intentó grabarse mentalmente cada detalle de aquella habitación, mientras buscaba cualquier cosa que le permitiese iniciar un tema de conversación normal, con tal de bajarle la guardia al otro. Caminó hacia un perchero que contenía variados trajes que se asimilaban mucho al que Jhin llevaba en ese preciso instante y alargó apenas los dedos para tocar la suave tela de uno. Cuando contempló más de cerca aquel vestuario blanquecino con detalles dorados, se percató de algo.

—Oh, este es el que llevabas esa noche que estabas tocando el piano-... —habló Kayn mientras se giraba hacia el otro, pero calló abruptamente cuando notó que la máscara de Jhin ya no se hallaba sobre su rostro, sino en su mano.

Su piel era pálida. El color escarlata de sus ojos lucía mucho más llamativo ahora que lograba verlo de frente. Su cabello corto y oscuro estaba perfectamente ordenado hacia atrás, dejando al descubierto su sien y pómulos.

Kayn exhaló el aire retenido, mudo ante tal revelación inesperada, y Jhin se llevó una mano hacia el tabique de su nariz, presionando aquella zona con una expresión de dolor.

—¿Qué-...? ¿Qué pasa? —rápidamente Kayn se aproximó hacia el más alto y tomó de su brazo suavemente, haciendo de soporte.

—...Sólo me siento un poco mareado —habló éste recomponiéndose tras unos segundos—. No es nada, suele suceder seguido cuando me quito esto.

Jhin movió su mano un par de veces para indicarle a Kayn que no era la gran cosa y dejó sus accesorios a un costado de donde se hallaba el quemador del incienso.

—¿No es difícil respirar con esa cosa encima? —preguntó Shieda con curiosidad, apuntando la pequeña máscara de cuerina que Jhin utilizaba debajo de la otra.

Jhin alzó las comisuras de su boca, emitiendo una grave risilla.

—Esa es la idea, Kayn —en tanto el más bajo le contemplaba, Jhin fue disminuyendo el volumen de su voz lentamente—. Que me cueste respirar... no sabes lo bien que se siente.

Kayn levantó una ceja luego de oírle y a continuación sus labios se extendieron en una ligera sonrisa de impresión.

—Sí que eres un tipo extraño... —dijo.

Jhin depositó la funda del revólver que llevaba adherida a su traje sobre una pequeña mesa de cristal.

—"Extraño" es sólo una de las tantas palabras que podrían definirme.

Los minutos pasaron. Tras un rato hablando, Jhin le pidió a Kayn que tomase asiento en su sofá. Mientras el suave aroma envolvía el ambiente y sus sentidos, Shieda aceptó y pronto el más alto se sentó junto a él.

—Debo admitir que me pareció curiosa tu reacción cuando viste la obra de esa noche —Jhin habló, su voz incluso parecía sonar algo distinta sin aquella máscara cubriendo su boca—. No lucías espantado, no saliste corriendo, sólo estabas sorprendido... pero preferí no indagar en ello... No fue hasta unos días que te vi junto a él y todas las piezas parecieron encajar. Al parecer, estás más acostumbrado a la muerte de lo que parecías.

Matices de Rojo | Jhin x KaynDonde viven las historias. Descúbrelo ahora