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En una de las puertas del pasillo, Jhin abrió la manija e invitó al chico a entrar.

—Esta habitación solía ser un camerino de vestuario también —Jhin mencionó, cerrando la puerta en un lento movimiento—. Pero dado el hecho de que paso la mayor parte de mi tiempo aquí, debió ser ambientada como un dormitorio —continuó e hizo una corta pausa, Kayn notó que su mirada pareció volverse levemente nostálgica—. Aunque debo admitir que rara vez la uso.

Kayn asintió y avanzó un par de pasos hacia delante. Las marcas oscuras bajo los ojos de Jhin siempre habían llamado su atención y ahora comprendía un poco a qué se debían. De seguro un hombre que vivía como un prófugo, ocultando su identidad real, no debía tener los mejores hábitos de sueño.

Mientras Shieda miraba alrededor, notó que era un aposento espacioso, aunque más pequeño que el salón de vestuario. Había una cama extensa en el centro del cuarto, rodeada de sábanas rojas satinadas. Un pequeño mueble se encontraba a un costado de la cama y algunos cuadros adornaban las paredes. A pesar de que aún era de mañana, la habitación lucía bastante oscura dado que las luces estaban apagadas y las cortinas que cubrían la única ventana de la habitación estaban cerradas.

—No sueles dormir mucho, ¿verdad? —preguntó Kayn de pronto.

Jhin se giró hacia él con las cejas levantadas, como si su pregunta le hubiese tomado desprevenido, e inclinó su cabeza hacia un lado, cuestionándoselo a sí mismo. Después de un momento, pareció encontrar una respuesta.

—Supongo que es una mala costumbre que sólo a veces me permito.

Kayn exhaló un resoplido quedo, bajando la vista. No supo por qué, pero sintió algo extraño y su semblante se endureció. Pasar las noches en vela... ¿Acaso no era algo muy triste?

—No pongas esa cara —musitó el hombre, alargando los dedos apenas hasta tocar la mejilla del chico y llamar su atención, quien volvió a mirarlo—. Esta última noche pude dormir bastante bien, gracias a ti. Verte dormir tan plácidamente... sin duda alguna me contagió las ganas de descansar —Jhin avanzó la distancia que le separaba del otro y fue descendiendo su mano hasta llegar a tocar la ajena, entrelazando los dedos lentamente—. Pero no te he traído aquí para hablar de eso...

Los ojos de Kayn se entrecerraron y echó un vistazo hacia los dedos del hombre jugueteando con los suyos propios, haciéndose espacio entre sus falanges.

—Ya lo creo —murmuró y se tomó un par de segundos extra para sentir su caricia antes de volver a levantar el rostro hacia él.

Cuando sus miradas se encontraron nuevamente, Jhin le contempló con los labios juntos en una fina línea y le dio un corto beso. Kayn apenas tuvo tiempo para reaccionar y cerró los ojos de golpe. Pasaron un par de segundos; el chico se había quedado con los labios entreabiertos cuando notó que nada sucedía, así que abrió ligeramente uno de sus ojos para ver que el hombre se había quedado frente a su boca, a sólo un par de centímetros. Jhin se inclinó ligeramente hasta que su nariz rozó la del chico y habló en voz baja:

—Me pediste que te demuestre qué tan desesperado estoy... —susurró empujando levemente las caderas contra él, y Kayn no supo que había estado conteniendo la respiración hasta ese momento—. Ya lo puedes ver. Estoy tan desesperado, que mi cuerpo reacciona con sólo estar cerca de ti.

Kayn lo observó en silencio, estaban tan juntos el uno con el otro que podía sentirlo bastante bien. Con la respiración ajena acariciándole la piel, también aprovechó ese momento para apreciar las líneas de su rostro, los pómulos prominentes que se perdían en el filo de sus mejillas delgadas, los ojos rasgados levemente entrecerrados y su cabello peinado hacia atrás de manera impecable. Shieda soltó una risilla cuando se percató de que, en cambio, él tenía el cabello sujeto en una trenza desprolija.

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⏰ Última actualización: Aug 30 ⏰

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Matices de Rojo | Jhin x KaynDonde viven las historias. Descúbrelo ahora