El ambiente se desvanecía con el cielo convirtiéndose en un manto anaranjado que poco a poco perdía su luz. Los últimos rayos solares se proyectaban a través de la espesa arboleda, en tanto Shieda Kayn seguía un camino rápido sin cese.
Las pisadas que daba ya no eran inseguras, pero su aliento desestabilizado dejaba la duda sobre si su cuerpo lograría sobrellevar el camino. Inhaló hondo y siguió. Con cada paso que daba, su mente se aclaraba, pues ya no tenía a la destrucción personificada intentando hacerse con el control de su cuerpo.
Una vez llegó al teatro, Kayn se adentró en aquel extenso y silencioso lugar. Butacas vacías y telón abierto. Sin detener sus pasos, le echó un corto vistazo a su alrededor mientras acariciaba su antebrazo con los dedos, intentando aminorar el dolor pulsante que aún permanecía. Se percató que era exactamente la misma escenografía de la última obra que presentó Jhin, y torció la boca en una mueca. Ese lugar estaba exactamente igual que la última vez que puso un pie allí.
Por supuesto que Jhin no necesitaba de una obra para matar a alguien. Ahora sólo se convenció más de ello.
Cruzó las largas filas de asientos hasta llegar a la tarima, encaminando hacia el corredor trasero del teatro. A sus oídos sólo llegaba el sonido del viento filtrándose a través de las pequeñas ventanillas abiertas... y también una tenue música, que provenía desde el final del pasillo; allí, la puerta de la sala del vestidor estaba abierta.
Al entrar en aquel salón que ya era tan familiar para Kayn, el aroma a benjuí que se filtraba desde el quemador de incienso le nubló el olfato. Se encontró con Jhin sentado en su sofá, leyendo un libro, y Kayn se quedó quieto cerca del umbral un momento. El pianista ni siquiera le dedicó una mirada; en su lugar, simplemente pasó una página.
Enseguida, Kayn dio un par de pasos hacia el centro de la sala y se dejó caer con pesadez en el sofá que se hallaba frente a Jhin. Miró fijamente al otro, pero Jhin no parecía querer prestarle atención. ¿No era una cosa muy extraña que un asesino prófugo actuase con total normalidad luego de obtener una visita inesperada en su sala de vestuario? En realidad no, pues Kayn era la única persona que conocía "el camino seguro" hacia el salón de vestuario.
En una ocasión, Jhin le había comentado casualmente que cuando no había una obra por presentar, colocaba un largo rastro de trampas letales creadas por él mismo, específicamente en puntos estratégicos cercanos al escenario. Si algún curioso llegaba a cruzar esos límites, quedaría atrapado al instante. Y lo siguiente que pasaría, lo dejó a criterio de su imaginación.
—¿No te han dicho que es rudo invadir la privacidad ajena? —murmuró Jhin de pronto.
—¿Me enseñarás de modales, pianista? —preguntó en un tono sarcástico, arqueando las cejas—. Creí que te agradaba tenerme aquí.
—No me malentiendas, Kayn —mencionó, mientras cerraba su libro. A través de aquella máscara que llevaba, Shieda notó que Jhin ahora le miraba de frente—. Tu compañía siempre es bienvenida... pero, no puedo evitar preguntarme si existe alguna razón especial para tu repentina visita. Normalmente no te apareces por aquí luego del atardecer.
Hubo un corto silencio. Shieda vio que la atención ajena ahora estaba puesta sobre su brazo derecho, y frunció el ceño. Con su mano libre, cubrió las marcas de corrupción que se extendían hasta su antebrazo.
—Está claro que piensas demasiado las cosas...—Kayn respondió luego de un momento. Iba a decir algo más, pero fue interrumpido por el otro.
—Ah, Kayn... ¿Qué te ha pasado? Luce doloroso—la voz ajena vibró en la quietud del ambiente, y Shieda presionó los dedos con fuerza sobre su brazo, molesto por el hecho de que haya notado la anormalidad en su piel. Odiaba eso, odiaba cada una las miradas, los comentarios a escondidas y las preguntas sobre su aspecto cuando tenía contacto con Rhaast. Las mutaciones sobre sus extremidades no eran un asunto tan grande, Kayn podía lidiar perfectamente con ello, pero le irritaba tener que dar explicaciones sobre por qué se veía así como si fuese una especie de bicho raro.
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Matices de Rojo | Jhin x Kayn
FanfictionRojo era el color de todo; la sangre, el día, la noche, el amor, la mentira, la muerte. Todo, en diferentes matices. Pronto, Kayn comenzó a atribuir el color rojo con todo lo que tenía que ver con él. https://open.spotify.com/playlist/5zstaTbqD0GiWX...