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El tiempo pasaba rápido, pero Kayn no era consciente de ello. Luego de varios minutos durmiendo en una pequeña siesta, Shieda se removió lentamente en su posición mientras abría los ojos. Junto con el aroma de la habitación, a su mente llegó el vago recuerdo del dulce sabor del té rojo y la conversación que habían mantenido momentos atrás. Jhin estaba en la misma posición sentado frente a él, y mientras Kayn se había percatado que aún tenía la taza de cerámica entre sus manos, Khada le dedicó una larga mirada, tamborileando el bolígrafo contra el papel de su libreta.

Kayn dejó la taza a un costado y entonces sus ojos se cruzaron con los del otro hombre en el instante. El semblante del pianista era neutral, tan neutral que incluso aquella máscara que le gustaba llevar parecía evocar un poco más de expresividad. Sin embargo, había algo en esa manera en cómo le miraba que hacía que Kayn casi sintiera escalofríos... y una extraña sensación calando a través de su piel. ¿Qué le pasaba? ¿Hacer contacto visual con un asesino apenas despertaba era suficiente para ponerlo así?

Convencido de que seguía siendo detenidamente observado, los ojos marrones de Shieda se endurecen y miran hacia otro lado, torciendo los labios al emitir un leve resoplido, antes de decidirse a hablar en un vago intento por disipar su incipiente incomodidad.

—Ni siquiera quiero saber qué estás pensando —le dijo.

Las cejas de Jhin parecieron levantarse por un instante, y de pronto su boca formó una pequeña sonrisa de complicidad que fue desapareciendo lentamente.

—Tantas cosas, que no serías capaz de imaginarlas todas.

—Vaya. ¿Sobre mí?

—Sobre ti. Sólo sobre ti.

Kayn pareció genuinamente sorprendido a propósito de tal respuesta. Se quedó callado un instante, moviéndose sobre su posición porque de pronto había comenzado a sentirse más incómodo estando sentado. Se quedó así largo rato y a su mente llegó una bruma de pensamientos acerca del pianista y su extraña... manía de decir cosas tan raras. No era la primera vez que Jhin sugería tener cierto interés hacia los hombres, o hacia él en específico, pero Kayn nunca le había dado mucha importancia a ello y optaba por ignorarlo. Después de todo, asumía que sólo se trataba de algo característico de su extravagante manera de ser. Sin decidirse realmente a romper el silencio que se había generado, Shieda le observó de soslayo hasta que finalmente se animó a hablar.

—Siempre me he preguntado...—la voz de Kayn se plasmó de duda durante un instante—, ¿A ti te prenden los hombres?

Jhin alzó una ceja.

—¿Prender?

—Ya sabes... —Kayn carraspeó—...encender...—dijo, evitando mirarle de frente. Al terminar de hablar frunció los labios, como si estuviese sintiéndose repentinamente avergonzado por lo que estaba diciendo.

—¿Encender? —replicó Jhin, cubriendo su boca con el dorso de su mano en un pretencioso gesto de rubor—...Mhm... ¿Qué es ese vocabulario, Kayn?

Bien, por supuesto que él debía saber sobre qué le estaba hablando, sólo que simplemente fingía no comprender... Qué molesto.

Kayn chasqueó la lengua y se cruzó de brazos. Vio a Jhin incorporarse de su posición e inevitablemente ese atisbo de sonrisa sobre los labios del pianista fue foco de su atención, probablemente sólo por lo inusitado del gesto. Mientras Khada rodeaba los asientos, Shieda volvió a hablar.

—Ya sé. ¿Demasiado vulgar para ti?

Los pasos de Khada se detuvieron de pronto. Kayn permaneció en su posición, erguido, y ni siquiera realizó un ademán de voltearse para saber dónde se hallaba Jhin. No hizo falta, pues los brazos ajenos se ubicaron sobre el respaldo de su sofá.

Matices de Rojo | Jhin x KaynDonde viven las historias. Descúbrelo ahora