Letter Eight

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Querido H:

No te culpes por esto.

En estas semanas me has alegrado mucho, y, sobre Andrew, no fue tu responsabilidad. Fue él la persona que decidió terminar con esto, y la que lo arruinó fui yo. Todo está bien, no nos hablamos y puedo contar con Hannah y Tom. También contigo, pero, bueno, no es lo mismo.

Ahora que aclaramos dudas, espero tu siguiente carta. ¿Vas a seguir enviándolas?

Espero tu respuesta,
___________❞.

Tom leyó aquella carta en su casa, puesto que por la mañana había llegado tarde a la escuela ya que se había quedado dormido, y durante el día, por más que así lo deseaba, no había encontrado un espacio libre para poder tomarse un respiro.

El hecho de que su mejor amiga lo hubiese buscado lo alegraba un poco, y ahora sentía que por fin había encontrado lo que buscaba: que ella se interesara en él. No lo hacía de la manera que quería, pero que tan sólo quisiera ser su amiga —la amiga del anónimo— ya era suficiente para que él corazón del muchacho latiera hasta no poder más.

El muchacho fue hasta la habitación de su hermano menor, Sam, y abrió la puerta de repente. Este se encontraba durmiendo, aunque logró despertarse de repente cuando escuchó el ruido de la puerta.

—Hey —dijo el gemelo, para luego hacer una mueca de sueño y sentarse en la cama—.

—¿Qué hacías durmiendo a esta hora? —le preguntó Thomas. El menor abrió la boca pero el otro lo interrumpió mientras negaba con la cabeza—. No importa, de verdad que se ve tentador echarse una siesta —exclamó. El chico miró la cama y finalmente se acostó sobre ella, a un lado del otro muchacho. Tom lo miró—. Tengo noticias de __________.

—¿Le pasó algo? —Sam volteó hacia su hermano con la preocupación inundando su rostro—.

—No —dijo el mayor y se sentó sobre el colchón—. Hace unos días Andrew terminó con ella y me culpé por todo porque me sentía un increíble idiota.

—Lo eres —espetó Sam. Tom se volteó hacia él y lo miró con su rostro lleno de desconcierto, a lo que su hermano rió—.

—Como decía —Thomas bufó—, quise terminar con todo lo de las cartas.

—Definitivamente eres un idiota —dijo Sam. El otro muchacho simplemente lo ignoró—.

—Pero ella me buscó, me dijo que no debía culparme —continuó—. Así que creo que faltan pocas cartas para que sepa quién soy.

—¿Quieres morir? —exclamó el menor, y Tom negó con su cabeza para responderle—. Entonces no lo hagas.

—Si —Thomas alargó la última letra del monosílabo—. Creo que le pediré a alguien más su opinión.

—Porque te estoy diciendo lo que no quieres escuchar —añadió el del medio de los Holland, mientras que el mayor desaparecía de la habitación—.

Tom se alejó de allí y tomó su teléfono de la mesa de la cocina. Marcó el número de Harrison. El timbre sonó hasta derivarlo al contestador.

—Genial —dijo para él con sarcasmo, apoyando su móvil de nuevo sobre el mármol—.

Se acercó hasta el sillón de la sala, y cuando estaba por sentarse, el timbre de la casa sonó. Como era el único aparte de Sam allí, tenía la obligación de abrir él la puerta. Así que lo hizo.

Detrás de ella se encontraba __________ con el ceño fruncido. La sorpresa y el nerviosismo se hicieron presentes en el rostro del muchacho.

—Ey, ¿qué tal? —dijo Holland, con un tono agradable y alargando la última letra de la primer palabra que había pronunciado. La chica se adentró al hogar sin decir nada y él la siguió con la mirada mientras cerraba la puerta rápidamente—.

Ella se sentó despatarrada en el sillón. El chico copió su acción, sólo que entrelazó los dedos de sus manos y apoyó sus brazos sobre sus muslos. La miró de reojo, se notaba que estaba pensando desde hace minutos. Se quedaron un tiempo en silencio hasta que la castaña habló.

—Quiero saber quién es el anónimo.

Ella no lo miró en ningún momento, sólo dirigía sus ojos al suelo o al techo, o cambiaba entre su frente y un lado.

El chico no sabía que decir. Creía que era demasiado temprano y que no estaba preparado para decirle que era él su pequeño consejero semanal, pero también sabía que la chica era demasiado testaruda como para convencerse de que H no querría verla, porque cuando deseaba algo, no paraba hasta conseguirlo. Eso a veces le jugaba a favor y a veces en contra. En este caso, Tom creía que iba a ser él la persona que saldría perdiendo en la situación.

—Directa como siempre —rió Thomas aunque la chica se mantenía con un semblante serio. Dudó de lo que debería decir a continuación, y pensó por un corto tiempo hasta poder emitir sonido—. ¿No crees que deberías enviarle una carta para preguntarle si quiere lo mismo que tú?

—Sí, claro —ella por fin lo miró y se levantó del sillón. Su amigo hizo lo mismo segundos después que ella—.

—¿Y para qué quieres saber quién es él? —preguntó el muchacho mientras iban caminando hasta la entrada. La abrió—.

—Para aclararle que no quiero nada con él. Es inútil que siga gastando tinta y papel en mí. Creo que es mejor decírselo a la cara, aunque no estoy completamente segura —dijo ella. Luego, plantó un beso en la mejilla del ruloso y se fue hacia su casa con paso alegre, como si su amigo la hubiese hubiese aconsejado de la mejor manera posible—.

El chico quedó estupefacto y lo único que pudo hacer fue despedirse de __________ con un ademán de mano. Esa misma mañana le había dicho a H que quería seguir hablando con él, ¿qué había hecho como para cambiar tan rápido de opinión?

Entró de nuevo y se tiró sobre el cuero efusivamente. ¿Acaso él tenía la culpa o quizás había alguien más que se había puesto en su camino? Negó quitando todas esas teorías de su cabeza, no quería darle vueltas al asunto.

Lo único que él no sabía, era que ella pensaba que su mejor amigo comenzaba a gustarle y estaba confundida, pero si era cierto que su corazón se aceleraba cada vez que lo veía, entonces le juraría lealtad y dejaría de hablar con otros chicos.

𝐋𝐄𝐓𝐓𝐄𝐑𝐒 - Tom HollandDonde viven las historias. Descúbrelo ahora