Flor.

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Rowoon despertó un poco más temprano ese día, debía dirigirse a la bodega en el nivel tres y hacer una revisión de nuevos objetos. No sabía cómo, pero semanalmente aparecían en ese lugar cientos, o millones, de objetos que debían ser identificados y clasificados.

Era un trabajo complicado en verdad, pero el azabache no se mostraba molesto, siquiera un segundo. La curiosidad de saber que tipo de objetos aparecían le superaba, además, ¡en cualquier momento podría devolver cada uno de ellos a su respectivo dueño!

Tendría solamente tres horas para trabajar antes de las diez, asumía qué Inseong volvería ese día, y realmente quería verlo.

Mientras tarareaba una canción cualquiera, el chico de alta estatura se dispuso a ordenar y clasificar todo a su paso. Había objetos sumamente interesantes, otros comunes y algunos clasificados como 'basura'. Realmente quería tomar su tiempo y poder jugar con ellos, analizarlos e incluso usarlos, pero tenía el tiempo contado y limitado. Todo sea por ser capaz de ver a Inseong sonreír una vez más. Sin mencionar lo mucho que le interesaba saber más y más de ese estraño visitante.

Faltaban pocos minutos para las diez, por lo que bajo a recepción, Luciendo una amplia sonrisa de oreja a oreja. Cuándo las puertas del ascensor se abrieron, llegó a sus oídos el característico sonido de la campana en la puerta, encontrándose con los ojos confusos del rubio.

—¡Inseong Hyung! — el menor alzó su diestra, dedicándole una sonrisa que dejaba ver su dentadura y hacia sus ojos ocultarse en medias lunas.

—Hola Rowoonie. ¿Estas ocupado?

—Oh, nada importante.— Rowoon hizo un ademán, ladeando su mano con parsimonia mientras caminaba en torno a la recepción, desde el dia anterior que tenía listo el cuaderno donde apuntaba el registro del rubio, llenando sus datos en cuestión de segundos.

—¿Qué traes hoy?

Las mejillas del mayor se tiñeron con un sutil pero adorable color rosa, mordía su labio inferior y sus orbes buscaban del suelo como si fuese lo más interesante del mundo. Le daba un aire infantil y tierno, a pesar de tener 26 años ya.

Rowoon sonrió, empezaba a costumbrarse por completo a las acciones del mayor. Su timedez, los momentos de silencio, en ocasiones donde sonreía y lograba detener su mundo entero, lo misterioso e interesante que le resultaba. Todo empezaba a tornarse en una agradable rutina, y a pesar de llevar poco tiempo desde que Inseong se asomo a ese lugar, el azabache sentía que le conocía de toda una vida.

Aunque no supiera nada de su vida en el exterior.

El rubio extendió su temblorosa mano, entregando a Rowoon la fotografía de una simple flor. Específicamente se trataba de una rosa roja, voluptuosa y enorme, con pétalos perfectos y un color brillante, una obra de arte por parte de la naturaleza, no había duda de ello. Pero... ¿Quién creería tan importante una simple flor?

Rowoon busco una llave, de las olvidadas que creía jamás usar, obviamente existía un nivel para “flora”, abandonado en su memoria.

Entraron al elevador, y el silencio prevaleció. Inseong continuaba con aires introvertidos, causando un poco de disgusto en el menor, quien deseaba fervientemente conocerlo más allá.

—Y... ¿Puedo saber por qué esa flor causa rubor en tus mejillas?

Inseong sintió aún más vergüenza recorrer su ser. Sabía que tomarse tantas molestias por un objeto así era estúpido y carente de razón.

—Es... Una flor especial. No es una simple rosa.

—¿Ah? ¡Quiero saber!— los ojos del menor se iluminaron, dando un par de saltos emocionados y causando que el ascensor se moviera de un lado a otro de manera poco natural en su funcionamiento.— ¡Siempre salto aquí! No te preocupes por el movimiento.— añadió, percatandose del rostro en pánico del rubio.

—B-Bien.— el mayor busco fuerza para proseguir con el tema de la flor, el rosado en sus mejillas tornándose un tanto rojo.— Esa rosa me la dio el amor de mi vida.

Rowoon no supo la razón, o siquiera lo noto, pero esa brillante sonrisa en su rostro se fue eliminando poco a poco hasta que un rostro inexpresivo tomó control. Había algo en sus palabras que le estremeció, y no en un buen sentido.

—Llegamos.— Una vez las puertas se abrieron, Rowoon volvió a sonreír. No prestaría atención a ese extraño sentimiento, ahora se enfocaria en esa habitación espaciosa y simulando ser una enorme llanura de césped verde y cielos azules. Plagado de todo tipo de flora, desde los árboles más grandes hasta las flores silvestres más diminutas. El color abundaba en esa, era simplemente hermoso.

Los ojos de Inseong se iluminaron, acompañado de una amplia sonrisa. Sin dudarlo corrió hasta el interior de la habitación, inundando su ser de tranquilidad y frescura que brindaban las plantas. Rowoon dejó escapar una risa, y no dudo en acompañarle, cuál niños pequeños en época de otoño con el deseo de lanzarse contra los montones de hojas secas, ambos simplemente rieron y jugaron. Subían a los árboles en retos para ver quien llegaba más rápido a la cima, se acuclillaban para ver a detalle la belleza de algunas flores, o simplemente se observaban el uno al otro unos segundos antes de reír.

La preocupación por aquella rosa había quedado de lado, nada más que ellos existía en esos momentos. Los corazones de ambos se sentían cálidos y a gusto.

Pronto llegaría la hora en que Inseong debía partir, por lo que inicaron la búsqueda. Era difícil saber con exactitud la rosa que el rubio había perdido, pero él sabría cuál era. Con sólo verla, la belleza y delicadeza de la flor le transmitiría el amor en su corazón.

—¿Es esta?

—Uh... No.

—¿Y ésta?

—No.

—¿Que tal esta otra?

—Tampoco.

Ambos suspiraron con frustración. Una vez más, el objeto no aparecio y el tiempo se les agotó. Inseong pasó una mano por los cabellos de Rowoon, sonriendo con amplitud.

—Aunque no la encontraste, me has echo muy feliz hoy.

El corazón del azabache aceleró a mil por hora, al igual que sus ojos se llenaron de un brillo inusual.

Sin decir más, hicieron el recorrido habitual de vuelta a la recepción. El rubio se despidió con un animado ademán en su diestra, dejando a un Rowoon totalmente confundido.

—¿Por qué debes irte tan rápido?— musito en su soledad. Por alguna razón la presencia del mayor era de suma importancia para él en ese instante.





Lost and Found [Roseong] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora