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Desperté temprano, pues tenía muchas labores que hacer ese día. Luego del desayuno iba a ver a Zecora, pero recorde que ya estaba instalado el sistema de teletrófono y decidí probar el curioso aparato. Use la rueda de este para marcar una combinación, tomé el micrófono de madera, acerque la bocina a mi oreja y pasado un tiempo escuché su voz.

—¿Hola? —habló ella primero.

—Hola Zecora, tanto tiempo sin vernos —le dije alegre.

—Sí, bastante tiempo.

—Hoy voy a salir ¿Tienes un tiempo para charlar conmigo?

—Claro, si quieres ven en la tarde.

—Perfecto —. Volví a dejar todo en su lugar.

Antes de salir me quedé viendo una urna con las cenizas de aquella alicornio, y encima de ella mi Certificado de Sanidad Mental, el cual tenía unos bordes azul metálico, mi nombre y el nombre de Sartre en plateado, además de una leyenda escrita con letra cursiva:

En mi plena voluntad puedo declarar que la cebra de nombre Abadón está en pleno control de sus acciones y posibles consecuencias de estas, siendo innecesario el uso de medicamentos y en condiciones de poder dirigir grupos numerosos.

Todo esto en un fondo rosa claro.

A pesar de que nadie te obligaba a tenerlo, vale la pena sacarlo pues decora muy bien la pared.

Salí en dirección a un corporativo, el cual se dedicaba a vender apartamentos; escuche que habían construido nuevos anticipándose al crecimiento de la población, y a la llegada de varias criaturas provenientes de Equestria, que de pura casualidad habían encontrado Cebrica.

Fui recibido con amabilidad, me anotaron en una lista y me quedé en una pequeña sala de espera hasta que me llamaron y me mandaron a uno de los cubículos. La cebra que me atendió me empezó a hacer algunas preguntas de control:

—Entonces ¿Requiere de un departamento de cuatro o más habitaciones? —dijo mi entrevistador con mucha calma.

—Sí, pronto crecerá mi familia y debo anticiparme a eso —respondí serio, aunque algo nervioso.

—Perfecto, ¿Y qué tiene para ofrecer como pago?

—Una reserva de oro —había vendido a las bibliotecas los libros que conseguí en Equestria—: unos 80 lingotes de tamaño estándar, más o menos —le di un documento del lugar en donde guardo mi oro y fotos de los lingotes.

—Vale —revisó el papel y las fotos—, todo parece estar en orden. Dejé reviso la disponibilidad —. Sacó de una gaveta un libro engargolado y lo empezó a ojear.

Paso un buen rato hasta que obtuve una respuesta, y de mientras fui pensando en que la familia que estoy formando puede que sea demasiado grande. Dos yeguas no eran tarea fácil pero al menos eran bastante tranquilas y se habían llevado muy bien entre ellas

Mis pensamientos fueron cortados de golpe por la cebra que estaba enfrente de mí.

—Tengo un departamento de cuatro habitaciones, cocina, comedor, un baño de tamaño medio y sala por 20 lingotes de oro. Está localizado en la zona oeste y ya dispone del cableado de teletrófono.

—Me parece bien —respondí con un tono neutro.

—Perfecto, mañana empezamos con los tramites pertinentes —se levantó de su silla—, de mientras le haré un contrato de tentativa Compra-Venta.

Luego de esperar para firmar el contrato, fui a la casa de Zecora. El lugar donde vivía ahora tenía un cableado recorriendo las farolas dando un aspecto de telaraña, además de la presencia más frecuente de auto-móviles en las calles. Toqué su puerta y ella me recibió bastante alegre, nos sentamos en su sillón y me preguntó:

—¿Cómo ha ido todo?

—Pues la situación ha ido bien: sigo en mi puesto de Maestro Constructor pero ahora me lo tomo con más calma.

—¿Y qué más has hecho?

—Pues la verdad nada interesante, solo estoy aprendiendo a tocar la guitarra, y puede que muy pronto tenga una nueva casa.

—Ya veo. ¿Y cómo has estado con Nibiru y con Kerfuffle? —su voz expresaba curiosidad.

—Bastante bien, no he tenido ningún problema con ninguna —dije alegre—, se quieren mucho entre ellas, pero nos estamos quedando sin espacio.

—Por eso la nueva casa, ¿Para estar más cómodos?

—Exacto, y para anticiparnos a futuros integrantes.

Comimos unas hamburguesas y después abandoné el peculiar departamento para volver a mi casa, pues tenía que atender al nuevo integrante de mi familia: un gato sin pelo al cual llamamos Anubis. Pero estaba dormido en mi cama junto a mi Kerfuffle, así que los seguí al mundo de los sueños.

Desperté gracias a un beso de mi Nibiru, la cuál me estaba viendo con una felicidad casi incontrolable.

—¿Porqué tan feliz?

—Te tengo una gran noticia... ¡Estoy embarazada! ¡Vas a ser padre! —se abalanzó sobre mí en un abrazo que duro un gran tiempo y el cuál devolví.

En eso mi Kerfuffle se despertó y preguntó somnolienta:

—¿Qué está pasando?

Luego de cenar me acosté con mis ponis y me dormí hasta que los primeros rayos de Sol iluminaron mi hogar, marcando el inicio de un nuevo día.

-Fin-

Ángel de la Libertad. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora