𝗰𝗵𝗮𝗽𝘁𝗲𝗿 𝗶𝘃.

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𝗰𝗵𝗮𝗽𝘁𝗲𝗿 𝗶𝘃.
𝗳𝗶𝗿𝘀𝘁 𝘄𝗶𝘀𝗵
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—¿SIGUES TODAVÍA AQUÍ?

Keith no respondió a Allura, encogió los hombros y miró el agua de la fuente. Ya habían salido los primeros rayos del sol por el horizonte, y Keith no había sido capaz de cerrar los ojos en toda la noche. Los había mantenido abiertos, a la espera de ver otra vez a ese moreno. ¿Tan ingenuo había sido como para pensar que el chico arriesgaría su pellejo para ver a un chico que acababa de conocer y arriesgarse a que le pillaran colándose en palacio? ¿Cómo podía haberse creído que Lance no tenía un plan B de huída?

—¡Mi pobre niño! —exclamó Shay. Le tomó en brazos y le levantó del suelo estrujando sus costillas e impidiendo el paso de oxígeno a sus pulmones. Esa chica tenía los brazos más fuertes que conocía.

Shay, de pelo marrón por encima de sus hombros anchos y una piel oscura que demostraba las horas que pasaba bajo el sol plantando los árboles y el resto de vida vegetal por el jardín, era una de las doncellas de palacio. Con la muerte de los padres de Keith, la Shay de quince años de entonces cuidó del joven Keith desarrollando un instinto materno por él. Como demostraba con sus fuertes abrazos.

—Shay, cariño, lo estás asfixiando —habló Allura, y Shay soltó a Keith, dejándole caer contra el suelo. El chico consiguió estabilizarse y caer de pie, y sería una de las pocas que veces que lo hacía hablando de Shay.

—Allura, ¿no lo ves? Necesita amor y cariño después de que ese rastrero ladrón le robara el corazón.

Keith quiso negar la afirmación de Shay. Él no necesitaba cariño ni mimos, nunca los había tenido, ni siquiera cuando sus padres vivían. Si Keith se caía contra el suelo y se raspaba la rodilla, su madre nunca le abrazaba y le daba besos mientras le cantaba. Se sentaba a su lado, le vendaba la herida y le enseñaba como hacerlo.

—No será la última vez que te caigas, Keith —recordó que decía mientras Keith lloraba en silencio por la herida—, pero la próxima vez, no será por correr sobre las ramas más débiles de los árboles.

Como su madre predijo, Keith se cayó centenares de veces después de eso, pero nunca por escalar por las ramas más finas de los árboles. Su madre no le crio para recibir amor cada vez que estaba triste, sino para seguir adelante. Si Lance no quería saber nada de Keith, él no lloraría su perdida. Cada uno en esta vida elige con quién estar, y Keith no pensaba mendigar el amor de nadie.

—Shay, ¿me dejas hablar con Keith a solas un segundo? —pidió Allura, posando una mano sobre el hombro de la chica.

Shay asintió con la cabeza a regañadientes, se acercó a Keith y le dio un último beso en la frente antes de volver de vuelta al palacio.

𝗔 𝗪𝗛𝗢𝗟𝗘 𝗡𝗘𝗪 𝗪𝗢𝗥𝗟𝗗Donde viven las historias. Descúbrelo ahora