𝗰𝗵𝗮𝗽𝘁𝗲𝗿 𝘅.

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𝗰𝗵𝗮𝗽𝘁𝗲𝗿 𝘅.
𝘁𝗵𝗶𝗿𝗱 𝘄𝗶𝘀𝗵
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SUS PIES DESCALZOS RESONABAN AL CHOCAR con la fría piedra de palacio mientras corría más y más abajo.

El corazón le iba a estallar en el pecho porque sus piernas no conseguían alcanzar la imposible velocidad que demandaba su cabeza. Pero es que no era suficiente, el palacio tenía una mala vibra y se estaba empezando a desmoronar sobre sus propios cimientos.

Oía las pisadas de Romelle detrás suya, tratando de igualarla y fallando en el intento. Pero Pidge no pensaba detenerse a esperarla, tenía que salvar a su hermano. No pensaba perdonarse el perderlo cuando el destino le había dado una nueva oportunidad de volver junto a él.

Corrió lo más rápido que le permitían sus pequeñas piernas y saltando ágilmente sobre los cimientos que empezaban a cubrir el suelo. A lo lejos vio una bifurcación de caminos.

—¿A dónde?

—¡A la izquierda! —gritó Romelle con voz jadeante. Pidge confió en las palabras de la rubia y siguió por el lado dicho.

—¡Matt! —gritó a la vez que abría una por una las puertas que formaban los pasillos—. ¡Matt, estoy aquí! ¡Soy Pidge! ¿Me oyes? —Forcejeó con una de las puertas que no se abría. Empujó la puerta con la fuerza de su pequeño y escuálido hombro—. ¡Romelle, ayúdame a abrir la puerta! ¡Matt, estoy aquí, te vamos a sacar de este infierno! ¡Romelle, ayuda...! ¿Romelle?

Miró a su alrededor. El pasillo estaba desierto, no había nadie. Solo estaba ella.

Mantuvo los ojos abiertos y alerta. Buscó a tientas el cuchillo que llevaba escondido debajo de su falda, sin apartar la mirada de ambos extremos oscuros y tambaleantes. Tenía que salir de allí, no era seguro estar tan abajo cuando el palacio parecía a punto de caerse en cualquier momento.

Apretó el cuchillo buscando sentirse más segura y agudizó el oído. El silencio era abrupto y no había ni la más mínima señal de Romelle. ¿Y si estaba exagerando?, se preguntó. ¿Y si Romelle había huido temerosa para evitar morir sepultada? ¿Y si no había nadie más como la mente de Pidge insistía en pensar?

Volvió la mirada a la cerradura y con el cuchillo trató de abrirla, volviendo a pensar con mente fría. Lo que menos servía en las situaciones de crisis era dejarse llevar por el miedo. Forzó la cerradura, lo cual por los dedos debilitados por el pánico le costó bastante, y abrió la puerta de par en par. Ahogó un grito en su garganta.

Ahí estaba. Una figura temblorosa envuelta en una manta marrón con los bordes deshilachados y maltratada. Estaba encogida al final del todo por donde asomaba una porción de piel blanca de su hombro y una mata de cabello enredado y sucio idéntico al suyo.

𝗔 𝗪𝗛𝗢𝗟𝗘 𝗡𝗘𝗪 𝗪𝗢𝗥𝗟𝗗Donde viven las historias. Descúbrelo ahora