Once

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Valentín

Si tenía que ser totalmente sincero conmigo mismo, solo le pedí un pete a Olivia esperando sentir lo mismo que sentí cuando... Bueno, cuando Dani me lo hizo.

Olivia se marchó prometiendo compensarme cuando volviera, pero yo no podía esperar a que volviera. Esperé a que se marchara y cuando escuché la puerta cerrarse y la casa se quedó en silencio, agarré con fuerza la base de mi pene. Sin embargo no moví mi mano, no creí poder encontrar la liberación que necesitaba yo solo. Tenía la esperanza de que Olivia me ayudara, pero tampoco dio resultado. En realidad no se había sentido tan bien como las otras veces. Yo amaba los petes de Oliva, al menos los había amado hasta entonces...

Cerré los ojos y me volteé en la cama, enterrando mi rostro en la almohada y ahogando un grito frustrado. La casa estaba en el más total y absoluto silencio, fue por eso que me resultó sencillo escuchar lo que procedía de la habitación contigua. Apoyé mi mejilla en la almohada y agudicé el oído para comprobar que había oído bien. Tras un minuto de silencio volví a escucharlo.


—Mh...


Aquel medio gruñido consiguió inquietarme lo suficiente para ir a ver de qué se trataba. Me vestí de nuevo y salí de mi pieza. La puerta de Dani estaba un poco abierta, pero no del todo. Cuando me acerqué para ver qué sucedía y si es que necesitaba ayuda, lo que me encontré no era en absoluto lo que esperaba encontrar.

Dani estaba acostado en su cama, totalmente desnudo. Me tildé mirando su pecho desnudo, por lo que me costó un poco darme cuenta de qué estaba sucediendo. Su cuerpo se sacudía con fuerza en la cama, así que bajé los ojos poco a poco hasta su pelvis, donde encontré su mano derecha apretando su miembro duro, subiendo y bajando con fuerza.

Tragué saliva silenciosamente y apoyé la frente en el marco de la puerta. Me encontré a mí mismo parado frente a la pieza de Dani, mirando como un pervertido mientras se masturbada. Pero no sentí remordimiento ni vergüenza, al menos no al principio. Mi propio miembro empezó a latir dentro de mi bóxer, suplicando por atención.

Me mordí el labio con apuro y, tratando de no pensar demasiado en si aquello estaba bien o estaba mal, metí mi mano dentro del pantalón y del bóxer para empezar a moverla arriba de mi erección mientras miraba a Dani clavarse una paja.

Cerré los ojos y arrugué la frente, sintiendo cómo mis piernas empezaban a temblar debido al placer que sentía.


—No te quedes ahí parado —la voz de Dani interrumpió mi propio momento, haciéndome sentir aterrado.


Abrí los ojos rápidamente y lo miré, pero él no me estaba mirando en absoluto. Seguía demasiado concentrado en lo suyo, solo que ahora los movimientos de su mano eran más lentos y suaves.


—Vení —me invitó a entrar—. Entra, mi rey —gimió un poco y aquello me hizo cosquillas en la nuca.


Tragué saliva y mojé mis labios. Me sentía paralizado pero caliente al mismo tiempo. Mi cuerpo empezó a irradiar mucho calor, no sabía si por la excitación o la vergüenza, capaz era una mezcla de ambas cosas.

Aquello no estaba bien y yo lo sabía, pero una parte de mí, una gran parte de mí, deseaba entrar con todas sus fuerzas. La otra parte, la parte racional era muy pequeñita, y cuando esa parte pequeñita y yo quisimos darnos cuenta, yo ya estaba dentro de la pieza de Dani. Cerré la puerta detrás de mí y apoyé mi espalda en esta. Cuando caí en la cuenta que mi mano seguía dentro de mi pantalón, la saqué tan rápido como pude antes de que me vea.

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