Hace relativamente poco tiempo habían inaugurado un nuevo parque cerca de casa, estaba hecho exclusivamente para la familia, lleno de juegos y un lugar verde donde los papás podían descansar sin perder de vista a sus hijos mientras jugaban.
Al principio se negaron a llevar al pequeño, no por ser malos padres, sino porque trataban de evitar los lugares públicos para no sobre-exponer al menor, además de ser algo sobreprotectores al ser primerizos. Pero después de unos días -debido a llantos y pucheros- se rindieron ante la insistencia del infante, quien había llegado con la idea de ir desde que volvió del jardín de infantes porque todos sus compañeritos fuero al nuevo parque y él no.
Después de todo no fue tan malo, la pasaron bien en familia. Habían ido en la tarde-noche cuando no escaseaba la gente, una que otra pareja dispersa y algunos niños, por eso lograron escuchar a lo alto la estruendosa risa de su primogénito a y sus grititos eufóricos por estar en el árbol "más alto", según él.
El niño, ignorando los gritos desesperados de sus padres rogando que bajara, siguió escalando un poco más pero tropezó en una rama cayendo así unos cuantos centímetros en el mismo árbol, dejandolo a la altura exacta para que su padre pueda tomarlo en brazos y así sacarlo del árbol.
El pequeño se prendió como garrapata de la sudadera de su papá en cuanto estuvo en sus brazos, sollozaba fuertemente y era lógico, su pantalón estaba roto en la zona de sus rodillitas provocando un sangrado algo importante por la caída.
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Lo peor había pasado, si bien la altura del árbol no era tanta y estaba seguro de que si Jeong caía él podría atraparlo, la sensación de ver a su hijo tan desprotegido ahí arriba lo había dejado sensible, muy sensible.
Ahora se encontraban en casa curando las rodillas del menor mientras le daba el sermón sobre "Nunca, nunca me desobedezcas de esa manera, podría haber pasado algo peor" aunque en realidad hasta pensar en ello le dolía.
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