El sol estaba ocultándose y la noche del 31 caía sobre los suburbios de Seúl que, con el pasar de los años fue adquiriendo celebraciones occidentales y el Halloween no fue la excepción.
Afuera se escuchaba el barullo de las familias caminando y por supuesto las voces de los niños pidiendo dulce o truco como en los últimos años, tal cual las películas hollywoodenses. Pero este año sería diferente a todos los anteriores, la diferencia radicaba en que, efectivamente y de alguna manera tendría que "celebrar" esa noche, ¿La razón? Un pequeño de ya cuatro años influenciado por sus compañeros del kinder, y es que ¿Cómo era posible que fuera el único niño del salón en no disfrazarse y salir a pedir dulces esa noche? Siendo francos el primerizo había renegado un poco ya que la festividad no era mucho de su agrado pero, cuando uno es padre debe cambiar algunas cosas, incluso festejar Halloween, día más estadounidense que el cuatro de julio.
Huellitas y pequeñas pisadas cada vez más aceleradas y estruendosas llegaban a su oído, estaba de espalda a las escaleras, sabía lo que se aproximaba, el mismo y tierno sonido que no se cansaba de escuchar desde que despertó esa mañana.
ㅡ¡Boo!
Siendo sincero adoraba escuchar esa fina y dulce voz seguida de una risa escandalosa porque después de un "¡Boo!" se supone que debía asustarse y saltar del miedo y así lo hacía, fingiendo, claro. Todo por ese pequeño infante quien en ese momento estaba disfrazado de pies a cabeza como una especie de calabaza tenebrosa y súper anaranjada.
Tan lindo.
Después de un discurso de padres preocupados por el bienestar y la seguridad de su retoño tomaron sus pequeñas manos se dispusieron a salir y pedir dulces. Las casas estaban algo separadas por lo que la caminata prometía ser un poco extensa, aunque solo recorrían dos calles.
El pequeño miraba el paisaje y a los niños de su alrededor, algunos eran bebés y otros más grandes que él, los últimos iban solos o eso parecía porque sus papás no se veían cerca. Él quería ser un niño grande, podía pedir dulces sin sus papis pero, si se soltaba estaría rompiendo las principales reglas: "No sueltes nuestras manos" eso le había prometido a sus papis. Prontamente dejó esa idea cuando la primera casa decorada apareció frente a sus ojos. Estaba nervioso. Tomó más fuerte la mano de su papá para sentirse seguro, no le gustaba mucho hablar con extraños. Le pidió a su padre en un ruego silencioso que lo acompañara, el mayor no pudo negarse a esos ojitos y manos sudadas, aceptó.
Se acercaron hacia la puerta y golpearon suavemente en conjunto, el castañito subió la mirada hasta la de su papá y sonrió tímido, cubriéndose la sonrisa con su pequeña mano en un gesto idéntico al de su madre. Le devolvió la sonrisa, se sentía estupido porque el también estaba nervioso. La puerta fue abierta y del interior salieron los adorables señores que ahí vivían. Ambos saludaron cortésmente y finalmente escuchó a su hijo decir "¡Dulce o truco!" haciendo suspirar a la señora Han. Gracias a su dulzura se llevó más golosinas y chocolates provocándole una sonrisa de victoria.
Y así pasó poco más de una hora entre risas, saltos, un par de cantos y muchos, muchos caramelos, algunos besitos también. De camino a casa solo eran dos manos unidas, después de visitar la última casa el menor había caído rendido en los brazos maternos, acurrucado como un bebé, esa posición le daba una vista plena a su papá quien lo miraba casi babeando de amor. Su hijo ya era todo un aventurero siendo esta su primera travesía superada.
Todos estaban exhaustos.
¿Le gustaba Halloween? La respuesta seguía siendo la misma, no, pero si Halloween le daba la oportunidad de ver a su hijo vestido de calabaza todos los años tal vez podía tolerarlo.
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🎃 ¿Creían que estaba muerta? Bueno, resucité.
No sé en qué momento pasó tanto tiempo pero no lo lamento, fue un lindo hiatus.
