" ojos " - 08

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La expresión que marcaba en su rostro era engreída, tras sus marcadas arrugas, ocultando cualquier rasgo de debilidad. La madre de Jimin era peor de lo que cualquiera se imaginaba, tras ese rostro aparentemente inofensivo, se encontraba su verdadera cara.

Jungkook sólo pudo fruncir el ceño presenciando el descenso de su locura y en cuanto escuchó unas pisadas a sus espaldas; reconoció el sonido del par de zapatos.

Dos guardias lo sujetaron por los brazos, atendiendo la señal a manos de la señora Park, Jungkook intentó poner resistencia a ese par de guardias, pero le doblaban el tamaño, eran considerablemente más fuertes que él.

  -Ya debes irte, Jungkook. Hazte un gran favor y deja de entrometerte.

Jungkook pataleó, forcejeó mientras ella sentenciaba con desprecio; se aferró a cuanta cosa estuviera a su alcance, perdiendo la tranquilidad con la que había entrado minutos atrás. Sus quejidos eran el único sonido que perturbaba el normalmente silencioso pasillo y muchos se asomaron preocupados, observando a la distancia.

Cuando lograron sacarlo de la habitación 130, Jungkook era casi arrastrado mientras atendía las miradas de gente que lo veía ser escoltado por ese largo pasillo, todos parecían mirarlo extrañados de su comportamiento y algunos, incluso, de la misma forma en que lo hacía aquella mujer, aunque no los culpaba. Él admite que nunca dejó de ser el chico conflictivo, aún trabajando en el hospital.

Tras su derrota, se sentía como un estúpido, pero sabía que no debía rendirse.

La noche anterior se había despedido de Jimin,  y aunque no había nada más entre ellos, que una relación casi unilateral en su totalidad. Si no hubiera sido por aquella conversación que llegó a sus oídos por casualidad, tal vez no se hubiera atrevido a poner pie en el hospital el día siguiente.

Y después de reafirmar sus sospechas, esta vez del propio hermano de Jimin, no tuvo duda alguna. Debía hacer algo, incluso si Jimin no se lo había pedido.

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Escuchando atentamente a lo lejos, desapareció poco a poco el ruido. La señora Park soltó un suspiro de alivio, sintiéndose agotada y extremadamente sola en aquella habitación.

Ya no podía soportar tanto, se sentía agobiada por el estrés, su constante preocupación, y sus pobres nervios adoloridos; lo menos que necesitaba era otra visita indeseada del muchacho más impertinente y entrometido que había conocido.

Se sentía con ganas de una dosis de cafeína urgente de la cafetera del primer piso. Estaba dispuesta a salir a tomarse un descanso y unos minutos de recuperación antes del largo viaje hasta el otro hospital.

Habría recuperado por completo la compostura con ese sorbo de café si antes de despegarse de su hijo no hubiera sentido un escalofrío recorrerla repentinamente.

Volteó, girando la cabeza lentamente, no creyéndose sus primeros y engañosos pensamientos.

Al otro extremo de su brazo, una mano débil y pequeña, la sostuvo con firmeza. Nunca, desde que le dieron la noticia que su segundo hijo había nacido bien, sintió eso de nuevo. Su hijo, que permaneció inmóvil tanto tiempo, que tenía ya pocas esperanzas de despertar, extendía hacia ella su brazo, sosteniéndola por la muñeca.

Sus manos estaban frías, sus mejillas todavía apagadas. Él se veía tan frágil, pero la sujetaba y estaba despierto.

  -..Ma..

El llanto que soltó aquella mujer estaba lleno de alivio y propio consuelo. El gran peso que cargaba se desvanecía a la vez que sus rodillas flaqueaban y besaba la pequeña mano de su hijo, implorando que no fuera un sueño.

Open Your Eyes 🍂Kookmin PausadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora