XVI (Parte 2)

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HASTA QUE ME OLVIDE DE TI
Por Ami Mercury


XVI (Parte 2)

Aturdido y todavía sin entender nada, Olsen optó por obedecer. Y no creyó del todo las últimas palabras de Sigurd hasta que se dirigió a las estancias mencionadas y comprobó que, en efecto, estaban equipadas como las de cualquier vivienda normal. Ante eso, sumado a la actitud del chico, las preguntas empezaban a agolpársele en la cabeza, y eran demasiadas como para regresar a la idea de huir de allí.

En su lugar, lo cierto era que la perspectiva de una ducha, un afeitado y un almuerzo se le hacía más que atractiva, y no pudo negar que no sintió ningún tipo de apuro al relajarse bajo el agua caliente durante más de una hora a pesar de encontrarse en casa ajena y en compañía de un extraño.

Y cuando salió del cuarto de baño, con el mentón de nuevo despejado y el largo cabello goteándole sobre la toalla que llevaba a los hombros, decidió hacer suya la cocina de igual modo, porque le rugían las tripas.

Luego, cuando se encontró sentado en el sofá ante una hamburguesa preparada por él llena de grasas e hidratos y sin nadie que le prohibiera comérsela, se rindió a la falsa sensación de encontrarse a gusto. No es que le durara demasiado, en todo caso.

Sigurd había mantenido un prudente silencio durante todo el rato. Sin querer presionar a Olsen y con la intención de hacerle sentir en casa, a pesar de las excesivas libertades que se había tomado, no hizo notar su presencia hasta sentarse a su lado.

—Eso huele que alimenta —alabó, con su bol de cereales entre las manos.

—Gracias. Espero no haber gastado nada imprescindible.

—Qué va. A veces me excedo; es más difícil de lo que parece hacer la compra para uno solo, ¿sabes?

Olsen asintió. Ese chico mostraba de nuevo la actitud excesivamente abierta del principio y no le gustaba. Algo le decía que ocultaba cosas, y lo primero que le acudió a la mente fue que su condición de humano no era tal. Descartó la teoría en cuanto lo vio comer.

—No sé cuándo volverán los demás —reconoció Sigurd tras unos instantes de incómodo silencio—. Pero puedo hablar por ellos, si quieres.

Era un ofrecimiento demasiado bueno para ser verdad, pensó Olsen. La experiencia le dictaba que no confiara en él ni en cualquier desconocido. Había sido así durante gran parte de su vida, y solo Niels logró atravesar esas defensas. Ahora las levantaba incluso ante él.

Pero hablar no le haría daño. Se consideraba alguien inteligente y con criterio; tal vez sabría distinguir la verdad entre las palabras que ese chico le dirigiera. Así que, sin perder el apetito, ordenó sus pensamientos y decidió empezar por el principio:

—¿Quiénes son los demás? ¿Cuántos sois?

—Nosotros, ocho, y yo soy el único que no es vampiro.

—¿No te asusta?

—Para nada. —Sigurd negó con la cabeza—. Son mis amigos..., mi familia. ¿Tú tendrías miedo de Niels?

Olsen no supo qué responder. O no quiso, porque sabía de lo que Niels era capaz, y el desconocimiento acerca de si sabría contenerse con él lo aterraba. Sigurd lo comprendió a la perfección.

—No son asesinos ni monstruos. Son personas como tú y como yo. Ya me advirtieron de que tal vez podrías tener prejuicios; en eso no te puedo ayudar, eres tú el que tendrás que eliminarlos con el tiempo. Solo te puedo decir que no me he sentido tan seguro en toda mi vida.

Hasta que me olvide de ti (#LatinoAwards2020)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora