HASTA QUE ME OLVIDE DE TI
Por Ami Mercury
XX (Parte 2)
El agente destapó su tercer café de la mañana mientras disimulaba un bostezo. No es que su horario de trabajo lo forzara a dormir pocas horas, pero el hastío de ese puesto le hacía abrir la boca como un hipopótamo una media de cinco veces por minuto. Prefería sus tiempos en las calles. Patrullar en El Reo era una fiesta en comparación al trabajo en el mostrador de información. Y más, en esa comisaría.
La división de homicidios era el lugar que menos visitantes civiles recibía de todo el cuerpo. Y no es que careciera de actividad: ante sus ojos pasaban decenas de personas a diario, pero raramente se dirigían a él. Y pensar que había solicitado el puesto por propia voluntad... Ahora comprendía por qué nadie quería estar allí.
Se vació un par de sobres de azúcar dentro del vaso de papel y removió sin ganas con un bolígrafo que luego chupó y devolvió al bolsillo de su camisa. E iba a dar el primer sorbo cuando alguien se acercó a su mostrador. Era aquel un evento tan poco usual que ni siquiera se dio por aludido al principio, hasta que la recién llegada emitió un «disculpe» en voz baja.
—¡Ah, perdón! —A punto estuvo de derramarse el café encima cuando, en un movimiento brusco, se apartó el vaso de los labios y lo devolvió a la superficie del mostrador—. ¿Qué se le ofrece, señora?
La mujer tenía un aspecto extraño. Parecía joven, pero usaba un maquillaje tan pesado que bien podría tener sesenta años. Su abrigo abierto dejaba entrever un torso ancho.
—Buenas tardes —saludó ella—. Verá, quería poner una denuncia.
—¡Perfecto! Quiero decir... —El policía se aclaró la garganta. Había mostrado demasiada emoción en el peor momento—. ¿Cuál es el problema?
—Me dejé la cartera en la parada del autobús el otro día y, cuando regresé a buscarla, ya no estaba.
El agente disimuló una mueca de insatisfacción. ¿Una cartera extraviada? Eso no era emocionante en absoluto.
—Me temo que no está en el sitio indicado, señora. Esto es homicidios.
—Oh, no. ¿Qué puedo hacer?
—Lo más efectivo será que vaya a la división de hurtos, robos y objetos perdidos. Está en el distrito siete. Desde luego, yo podría cursar su denuncia desde aquí, pero los trámites en enviarla hasta allá, el papeleo..., ya sabe cómo funcionan estas cosas. Será más rápido si se desplaza usted misma.
—Pero el distrito siete está en la otra punta de la ciudad.
—Créame: será lo mejor.
—Pero sin mi cartera... No tengo vehículo, nadie que me pueda acercar y ahí tenía mi abono de transporte, mis tarjetas y todo mi efectivo. Y no estoy bien de las piernas como para ir andando.
El agente torció ligeramente los labios. Bueno; al menos esa mujer le daba algo que hacer, que ya era más de lo que podía decir acerca de las últimas semanas.
—Está bien. No puedo prometerle nada; raramente aparecen las carteras extraviadas, pero quizás alguien haya tenido el detalle de acercarla a cualquier comisaría. —El hombre sacó un formulario y se lo tendió a ella junto a una tablilla para apoyarse y un bolígrafo—. Si es tan amable, apúnteme sus datos aquí. Puede sentarse ahí; no deje ningún apartado vacío.
Le señaló unas sillas de plástico al otro lado del recibidor y la mujer se dirigió a ellas en silencio. Allí se dedicó unos minutos a lo que el agente le había indicado y regresó al terminar. Había escrito sus datos correctamente y sin dejarse nada, lo cual ya era digno de admirar, pues casi siempre le tocaba completar algo en las pocas veces en las que alguien cursaba denuncias.
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Hasta que me olvide de ti (#LatinoAwards2020)
Siêu nhiênLa ciudad de El Reo se acerca a la idea de una utopía. Sus habitantes viven en un estado general de satisfacción y sin demasiadas carencias. El crimen es anecdótico: uno puede caminar de noche por las calles sin miedo a que le ocurra nada. Eso creyó...