El ejército plateado

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Salió de la ducha completamente empapado, con el pelo pegado a su frente y los ojos ligeramente empañados por las gotas que caían de las puntas de su pelo dorado recién recortado, así como la frondosa barba que ocupaba su mentón. Había tomado un pequeño cambio de look que parecía necesitar. ¿Desde cuando no cortaba su cabello? Al menos desde que abandonó la academia de Hydra, si no recordaba mal. Y su barba lo había acompañado durante dos años. Se había sentido a gusto con la barba y no le tomó demasiado dejarla crecer, aun que ahora la había recortado para dar una mejor apariencia a las personas que lo vieran. Sabía que algunos, como Rumlow, lo tomaban por un vagabundo bueno para nada. Había dejado que los de Extremis destrozaran su brazo y lo hirieran. Contrastando con quien era, daba la impresión de no cumplir las expectativas. Una lástima que eso le daba igual. ¿Dos heridas? ¿Decepcionar a Rumlow y los de STRIKE? No era su misión agradarlos. Como objetivo, había tenido siempre la mejora física, y lo había conseguido. Un brazo cibernético y el suero, erróneo, del Súper Soldado que ahora corría por su sistema. Sus propios planes habían sido conquistados satisfactoriamente, por más mala imagen que diera a STRIKE y el iluso de su líder.

Tomó una pistola que había sobre su cama, observándola, colocando el cargador y tirando de la corredera. Sobre su cintura, había una toalla blanca cubriendo su desnudez, dejando a la vista su torso bien formado. Al menos los altos entrenamientos en Hydra lo habían formado físicamente para sus misiones, y no decepcionaba a nadie. Su cuerpo había sido fortalecido por el suero, dándole más fuerza, siendo una copia, barata, de Steve Rogers, quien ahora descansaba en una celda fría y oscura alejado de todos los que pudieran salvarlo.

Movió la cabeza, dejando caer la toalla y tomando unos boxers, colocándoselos mientras observaba con sus ojos azules dos cuerpos apoyados en la pared de la terraza, con un tiro en su pecho. Si miraba bien, podía ver el rastro de la sangre seca sobre los chalecos de ambos hombres, quienes no hacían movimiento alguno.

Después de todo, estaban muertos.

Acabó con su rutina de vestimenta, colocándose el uniforme táctico de STRIKE sobre su cuerpo, guardando la pistola en la cartuchera en su pierna derecha y colocando su pase al lado izquierdo de su cintura, mostrando que era un agente de nivel ocho. Al parecer a Pierce le había parecido buena idea dale ese nivel de acceso en el Triskelion. Algo que sin duda el secretario lamentaría demasiado pronto.

Unos golpes en su puerta lo hicieron salir de sus pensamientos, encaminándose a la entrada y abriendo sin mirar, dando la espalda a quien estuviera en la misma, volviendo al lado de su cama.

―Pasa―dijo, colocando por último un par de guantes sin dedos en sus manos, pasando la correa de estos por encima de estos.

―Veo, que te has deshecho de los guardias―una voz femenina dijo, haciendo que Naruto moviera la cabeza por unos segundos, posando sus ojos azules sobre la mujer que había entrado, volviendo a centrarse en sus guantes―. ¿Estás listo, agente Nueve?

Uzumaki hizo una breve mueca, moviendo las manos por su chaleco y cerrando cada uno de los bolsillos del mismo y de su cinturón, donde guardaba cargadores para sus armas o algunas herramientas que podrían usar desde allí para salir del lugar.

―Nací para esto, agente Carter―declaró con cierta sorna, soltando un suspiro pesado al notar como la mujer lo taladraba con sus ojos almendrados―. Espero tus hombres lo estén, porque desde ahora el Proyecto Invierno no espera.

―Lo están, Uzumaki―gruñó Sharon, dándose la vuelta para caminar fuera de la habitación, no volviendo a mirar al hombre allí dentro―. No entiendo como alguien pueda confiar en ti.

―Y no deberían―aclaró, girándose por completo, siguiendo a la agente Carter fuera de la habitación y cerrándola con el pase de esta. No era su habitación, después de todo y no quería que algunas personas indeseadas entraran a husmear, aunque lo harían cuando ambos hombres no se presentaran en sus puestos de la tarde. Al menos eso les daba unas doce horas para poder moverse libremente, si es que alguien no los buscaba para una emergencia―. Vendería a quien fuera con tal de salvar a la única persona que amo del mundo, agente Carter. Eso la incluye a usted y a cualquier otra persona, ya sea el presidente mismo.

Naruto: El ActivoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora