Desde tiempos inmemorables, los hombres lobos constituyen una importante labor en la cadena alimenticia. Pero, con el pasar de los siglos, fueron desplazados por las civilizaciones humanas, teniendo que ocultarse en conjunto con otros seres mágicos...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
—Vamos a proceder con la ecografía— anuncia el doctor Petrovsky, mientras introduce el ecógrafo trasvaginal en un profeláctico.
Amanda, Catalaggio, Wagner y Dante permanecen expectantes, mientras que Evelyn directamente deseaba no haber nacido jamás, antes que hicieran uso de presencia la familia Sullivan. Sentía humillación inminente.
—No hacía falta que vinieran todos mientras me violan con un aparato— espeta Evs, bastante colérica—. Se podrían haber quedado en su casa a ver una película, o, qué sé yo... Tal vez darnos un poco de privacidad a Dante y a mí no hubiese estado mal.
—¡Tonterías!— replica Amanda al momento que suaviza su voz, al ver a su hijo fulminarla con la mirada—. Debemos estar presentes para saber que está todo bien con el bebé. Recuerda que perdieron la vida durante un tiempo bastante prudencial.
—Hablando de eso, madre. Me debes una interesante explicación— se expresa Dante, mientras permanece con los brazos cruzados—. Me parece que me han estado ocultando un par de cosillas y no me está cayendo nada en gracia— alterna la mirada entre Catalaggio y Amanda, mientras que éstos desvían la vista.
—Esto no va a doler, pero necesito que permanezcas relajada— interrumpe el doctor.
Introduce el objeto en Evs y ésta se aferra a los costados de la camilla.
—Veamos qué tenemos aquí— dice con su pronunciado acento ruso.
Nada.
El doctor frunce el ceño; Amanda y Cat se devuelven un par de miradas extrañadas y luego se vuelven a Dante.
—Hijo, querido.— Dante permanece mirando el monitor, confundido—, será mejor que salgamos.
—Yo lo siento— dice él, de repente.
—¿Qué?— se preguntan todos.
—¡Que lo siento, carajo!— Todos se exaltan por la manera en la que Dante se tensó al gritar.
—Hijo, eso no puede...
—¡Cierra la boca, madre!
Evs permanece en silencio. Se siente un tanto confundida y molesta.
—¿Puede sacarme esto?— le pregunta la joven al doctor y éste asiente. Pero antes de moverse se escucharon unos latidos a través del monitor.
Todos voltearon a ver la pantalla. Y de nuevo... otro latido, seguido de otro y otro.
—No... No entiendo— dice el doctor, anonadado.
—¿Qué está pasando?— pregunta Dante, ya con preocupación e iracibilidad. Los ojos se le estaban tornando amarillos y los presentes comenzaron a ponerse nerviosos ante el hecho de que se saliera de sus casillas.
Evelyn nota el cambio repentino y le sostiene la mano.
—Tranquilo.— Lo mira a los ojos y éste va cediendo ante el impulso de romperlo todo por la desesperación.