Capítulo cinco. "La fiesta".

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Los prometidos eran dirigidos en una especie de carroza hacia unos páramos, alejándolos de la cuidad

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Los prometidos eran dirigidos en una especie de carroza hacia unos páramos, alejándolos de la cuidad. Dante llevaba aún las cadenas y los grilletes. Pero, en esta oportunidad, se encontraba a un paso de Evelyn, sentado frente a ella dentro de la carroza.

Si bien, sus instintos depredadores le estaban magullando el cerebro, esta vez tenía control sobre su cuerpo. La satisfacción que le produjo el descargue seminal con la chica, hizo que su lado animal bajara los decibeles de su sistema endocrino.

—No luces como las otras veces... Así, todo salvaje y eso...— observó Evelyn, cautelosa—. ¿Qué te hizo cambiar de actitud?

—Ya no estás ovulando— mintió Dante.

—¡Llegamos!— avisó el hombre que manejaba el coche.

Ayudaron a descender a ambos chicos. Les indicaron que ingresaran a una cabaña apartada de la civilización, y, antes de retirarse, le dieron las llaves de los grilletes a Evelyn.

Una vez adentro, Dante se sentó en una silla, al costado de la entrada, mientras que Evelyn se quitaba el sofocador corset.

La estancia era de lo más rústica. Poco se podía apreciar de su tosca decoración. Las ventanas no estaban posicionadas en un sentido que hiciera al lugar iluminarse lo suficiente como para hacerlo acogedor; y los muebles eran escasos y antiguos, dándole un toque un tanto lúgubre.

—¿Me puedes sacar las cadenas?— preguntó el joven, entre súplicas, alzando las manos, conjuntas una de otra, intentando mover su cuello con gesto de molestia.

—¿No me atacarás?

—Te puedo atacar, envuelto en un árbol, con cadenas de acero, Evelyn. ¡Por favor! Estoy comenzando a sentirme incómodo.

Evs suspiró con hastío, abrió cada uno de los grilletes, poniéndolos en el escritorio, apoyado en la pared lateral. Dante observó el pecho de la chica sobre su rostro, cuando ésta intentaba de sacarle el de su cuello. Estaba adornado por unas cuantas pecas y en su escote se asomaba un prominente busto.

En su interior había una lucha personal que estaba intentando de controlar y que esperaba no perder, ya que, su lado humano, muchas veces cedía ante los imperiosos motivos que lo impulsaban a cometer las peores atrocidades.

—¡Listo! ¿Mejor así?— preguntó Ev, con una sonrisa condescendiente.

—Sí— respondió el joven, bajando su rostro para no encontrarse con la intensa mirada de Evelyn.

Ella se sentó en la cama matrimonial que se encontraba frente a él, tomó un libro de una pequeña biblioteca y comenzó a leerlo, posicionándose boca abajo. Sus nalgas resaltaban en su vestido provocando a Dante una erección incontinente.

El hombre se levantó de la silla aproximándose al equipo de audio que yacía en la otra esquina. Buscó entre la lista de reproducción hasta dar con "Wiked game" de Chris Isak, y la encendió.

La Novia del Escort. © //EnEdición//Donde viven las historias. Descúbrelo ahora