Capítulo quince. "Explicaciones".

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Cuatro años atrás:

Lucía ingresó en el magnífico hogar de los Sullivan.

La casona blanca era inmensa en proporciones, bastante ostentosa. Tenía unos cuántos detalles en su estrucutura que le daban un toque romano: desde las columnas externas, con detalles de dibujos dorados, hasta el capitel que sostenía parte del friso que sobresalía del techo.

Fueron hospedados por amigos políticos de Amanda, al norte del pueblo más básico y mundano en el que se pudiesen haber alojado: Midorín.

El gorila la escoltó hasta la sala de estar. Allí se encontraban Dante y Amanda, merendando en la lujosa habitación, con el fuego de la chimenea encendido.

Dante, con porte despreocupado, estaba recostado en un enorme sillón blanco, de cuero, estudiando para sus exámenes. Cuando vio a la joven pasar por el umbral de la entrada que daba al pasillo de la puerta principal, a la sala de estar, observó que sus facciones eran parecidas a las de la niña que tenía como destino procrear con él. Hizo una mueca de desagrado al recordarlo.

Amanda, en cambio, sonrió con satisfacción al ver a Lucía llegar con postura consciliadora.

—Bienvenida, querida— saludó la mujer, al momento de incorporarse para guiarla a un lado de Dante.

El joven movió sus libros y cuadernos a la mesita de salón, y se enderezó para que ella se pudiese sentar. Ella correspondió con un "gracias" y quedó a un lado del joven.

—Buenas tardes, Amanda— saludó ella, con tono desconfiado y matiz poco amistaso—. Mi tío me pidió que viniera. Dijo que tenías que hablar conmigo.

—Así es, querida. Como sabes, necesitamos que nos ayudes con la treta para que la joven Cataleyos se vea atraída por mi hijo, sin que la chiquilla sufra demasiado las consecuencias. Petición de su padre— explicó poniendo los ojos en blanco con hastío.

—De acuerdo. ¿Y cómo puedo ayudar con eso?

—Tenemos un par de personas que se encargarán del trabajos pesado: un pueblerino que trabaja en el campo, y una chica de administración. Ellos tienen el objetivo de mantenerla a salvo hasta que esté pronta para Dante.

El joven callaba. No emitía opinión ninguna, ni gesticulaba de ninguna manera. A Lucía, su actuar, le daba la impresión de estar al lado de un robot adoctrinado.

—¿Y dónde entro yo en todo esto, señora?— preguntó ella, con paciencia.

—Darás una fiesta, la invitarás y los presentarás a todos.

—¿Yo qué gano con todo esto?

Amanda sorbió un poco de té de su taza y le ofreció panecillos de canela a la joven, que negó con un gesto de la mano. La mujer explicó:

—Estás embarazada. Y, por lo que sabemos, no es la primera vez. Aún, a tus diesiocho años, ya tuviste un aborto espontáneo que dejó tu cuerpo débil.

Lucía se estremeció al escucharla.

«¿Cómo podía, esta hija de puta, saber que ella se encontraba en cinta?» pensó.

Amanda le dirigió una mirada cínica. Había encontrado su punto débil.

—Yo puedo ayudarte a conservar esta criatura— prosiguió, con un tono de suficiencia que a Lucía repugnaba.

—De acuerdo— dijo la joven, consciente de lo que implicaba trabajar para la mujer más manipuladora y narcisista que el mundo haya conocido—. Pero les convendría saber que Evelyn no está madura aún para el fin que le quieren dar.

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⏰ Última actualización: Aug 18, 2021 ⏰

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