Capítulo 11

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Desde aquel oscuro día, los bandos Jedi y Sith desde ese día se fortificaron, de vez en cuando nos hacemos bromas y nos tiramos tallas de un lado a otro. 

Hablando de la Mónica y de sus secuaces... Se está viendo ese tema con el director, literalmente han pasado unas semanas desde el incidente de la María y aún no se ha hecho justicia por sus actos,  ¡Ya hemos llegado a Septiembre! 

Después de dejar una denuncia en carabineros y hablar con las figuras de autoridad en el liceo, las cosas lograron calmarse un poco,  de hecho, todo el grupo se puso de acuerdo para ir a las fondas que se celebran cada dieciocho... ¡Vivan las fiestas patrias!

La fiesta más alegre y notoria del año es esta, todas las familias y amigos se ponen de acuerdo en salir, hacer asados en casa o simplemente hacer una pequeña junta para pasar un grato momento rodeado de las personas que amas...

Ahora me encuentro sentada junto a mis amigos esperando nuestro pedido — Terremoto, terremoto — Se escucha el canto de algunos, mientras tanto las chiquillas y el grupo celebra con sus bebidas, me quedo mirándolos para luego largarme a reír... Mañana van a amanecer con una caña los pajaritos.

Como estamos en la fonda de la media luna se nos ocurrió pasar a comprar unos terremotos en nuestro lugar favorito de hace años, nunca recuerdo el nombre pero sí puedo asegurar que se encuentra en la entrada del lugar, tiene una carpa blanca enorme, en la parte más honda de esta están los músicos tocando cueca y cumbia sin alto alguno. Frente a las rejas blancas que marcan el espacio del local hay unos puestos de artesanías que se ven hasta donde el ojo no alcanza.

Pedimos nuestras bebidas típicas chilenas (el mío sin alcohol) y anticuchos — Estamos en el puesto más grande y no estamos bailando — Alega el Camilo mientras nos mira con los ojos entrecerrados, yo me encojo de hombros al igual que la Paula y la Cami.

Las luces del lugar y el exagerado volumen del escenario hacen un poco entablar una conversación con mis amigos, pero igual lo intentamos — Después de comer bailamos — Digo mientras tomo un sorbo de mi bebida — ¿O me vas a decir que quieres ir a impresionar?

— Me atrapaste — Todos nos reímos y a los pocos segundos llega el garzón con nuestra comida, todos agradecimos y él se despide con una sonrisa en los labios.

Comemos y hablamos con tranquilidad a pesar de toda la bulla. Los chiquillos no se demoran nada en finalizar su carne y no preguntan antes de llevarse a algunas de las mujeres del grupo para bailar, así vamos cambiando de turno y bailando en la pista hasta que nos aburrimos y salimos para ir a los juegos criollos.

Buscamos entre las apuestas de donde cae el avión, lanzamiento de aros, derribar las latas, los saquitos, puntería y muchos otros más. No pueden creer lo increíble que es caminar por el camino de tierra con los faroles y las luces colgando sobre nuestras cabezas, los ebrios en la zonas donde se vende más alcohol que nada, ver a la gente pasar a nuestro lado conversando y riendo, también el constante cambio de bailes que hacen los chiquillos según la música que se escucha en cada fonda que pasamos enfrente.

No es un chiste, he visto a mis amigos bailar reggaeton, luego cumbia, después cueca y finalmente hip hop.... Payasos.

Cuando por fin nos decidimos por ir a lanzar saquitos a los tarros, los bufones del grupo se ponen a vociferar puras weás justo en el momento que vamos a lanzar — ¡Aquí pierde la Neo! — Grita uno de mis amigos y habría tenido la razón de no ser que por bocón me enojo con él — ¡Maldita! — Y le tiro uno de los saquitos a la cabeza.

La dueña del puesto se nos queda mirando mientras intenta contener la risa — Vuelve a hincharme las wueas po' — Le reto con otro mini proyectil en mi mano.

BelovedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora