Hubo una vez...

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— ¡Príncipe Han! ¡Príncipe Han!

—Su Alteza puede llamarme InuYasha.

La joven señorita no lo tomó personal y se acercó al hanyou que tomaba una siesta.

— He traído un poco de té y galletas, el padre imperial agradece su visita y está dispuesto a darle una placa especial que son los permisos de aduana entre las provincias de Edo.

—¿Permisos de aduana? ¡No necesito eso!—rechazó el hanyou.

—¡Vamos! Es una oferta tentadora, ¿Quién no quiere ser comerciante en el país más rico de Era?

— ¡Yo! ¡Tonta!

Kagome se molestó mucho y más al ser llamada así.

— ¡Eres un gran tonto! ¡¿Rechazar la gracia de Edo?!

InuYasha no quería ver a Kagome a los ojos y Kagome lo notó.

— Ya tienes 14, deberías saber como funciona el mundo.

Kagome se sentó a un lado del hanyou y empezó a tararear una canción, la dulce voz de la chica hizo que el corazón del hanyou se estrujara.

—Sé todo sobre ti, y, a mi no me importa que seas una parte youkai y una parte humana, que seas así es lo que te hace ser tan único... Tanto tu madre como tu padre te han amado con todo su corazón, ¡¿Qué importa el resto?!

InuYasha volvió a evitar los ojos de la chica.

— Eres muy ingenua princesa. Las personas se podrían aprovechar...

Kagome solo sonrió. Se acercó al hanyou y colocó su cabeza de forma muy brusca en su regazo. Él se quejó por la forma, pero ella comenzó a acariciar sus orejas y cabello.

—Está bien, yo elijo al lado de quien quiero permanecer, aunque me hieran, eso no evitará que mi corazón sea conmovido.

InuYasha cerró sus ojos, si veía ese bello rostro sonriente podía arrepentirse de lo que iba a hacer. Se concentró en las caricias y quedó dormido.

 Se concentró en las caricias y quedó dormido

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[Tres semanas después]

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Emperador TaishoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora