Sálvame o muere conmigo

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—Sesshomaru, sálvame...

La triste y lastimosa voz de Kagome apenas se escuchaba, si no fuera por sus sentidos youkai esa débil voz no llegaría a sus oídos.

Cuando iba a responder se dio cuenta que la quemadura en su brazo no se curaba aún cuando enfocó su energía en hacerlo. Había marcas de uñas en su brazo, pero sólo una de las marcas no se cerró, en cambio se volvió de un color azul morado y sus venas se colorearon de ese mismo tono. Cayó al suelo tosiendo sangre.

—Sesshomaru, tengo el antídoto... sólo yo conozco su cura.

El youkai quiso matar a la chica pero cada vez que trataba de materializar su látigo, este se deshacía en el aire. Con gran dificultad se acercó a Kagome, ambos cayeron al suelo contra la pared, el youkai trepó sobre ella. Era una escena de amantes trágicos y Kagome jadeo un poco, si moría o vivía ya no importaba. Ella no contaba con la determinación de Sesshomaru, quien al arrastrarse por su torso dejó caer la cabeza entre sus pechos  y despues la levantó para tomar aire y luego siguió hasta su cuello donde la herida todavía goteaba sangre.

Lamió la herida, limpiando la sangre en su cuello, su lengua ardía y sacó un pequeño gemido a la chica, que suspiró en el acto. A medida que lamia la sangre la fuerza del youkai se restablecía y la herida se cerraba.

En un momento entre los gemidos de la chica y el aroma que de ella salía el youkai sintió el deseo de tomarla y sin siquiera esperar procedió a succionar suavemente el cuello de Kagome. Era como si sus sentidos estuvieran adormecidos. Los gemidos eran placenteros, masajeó uno de sus pechos, una de sus piernas estaba entre la entrepierna de la chica donde está frotaba involuntariamente encendiendo el deseo en ellos. En un momento los labios de ambos príncipes de unían con frenesí, el youkai tiró de la chica sentándola en su regazo, besaba sus pechos, besaba sus labios, las manos de ella desordenaban sus cabellos y sus labios gemian con cada beso.

Sintió el aroma del deseo en ella y notando que ambos estaban más que listos, iba a desatar sus ropas cuando la puerta sonó con tres golpes.

—Disculpe, honorable cliente. ¿Desean ordenar la cena?

Entre jadeos, Kagome se puso de pié como impulsada por un rayo. Sesshomaru se levantó y contestó al dependiente.

—No será necesario.

—No dude en pedir cualquier cosa, honorable cliente.—Se despidió el dependiente.

Kagome estaba frente a la ventana, su rostro estaba rojo de vergüenza. No sabía como de querer asesinarse entre ellos pasaron a estar a punto de... Kagome ni siquiera podía adivinarlo. Arregló su ropa, su atuendo negro cubría toda la sangre pero no su olor. Con un pergamino selló su olor.

Sesshomaru se sentó nuevamente en su silla, viendo la espalda de Kagome. Sus pensamientos lo traicionaban. En su palacio no había una sola mujer, si quería diversión iba al pasillo rojo. Nunca tuvo necesidad de una esposa o una concubina que lo esperara luego de sus largas misiones. Y esa pequeña humana cuyo cuerpo apenas salía de la infancia, fue capaz de seducirlo con unos pocos gemidos.

Había una gran diferencia entre los gemidos de Kagome y los de las chicas del distrito rojo. Los de Kagome eran más genuinos, aunque siempre pedía una doncella, estas ya venían advertidas por las hermanas mayores sobre las artes de entretener a un hombre y Kagome, ella era muy sincera, sensible, de carne tierna, de fragancia pura. El perdió su raciocinio, ¿O podía culpar a algo más?.

—Me voy

Sin esperar respuesta saltó por la ventana y desapareció en un abrir y cerrar de ojos. Los ruidos de la habitación contigua cesaron. El youkai salió por la puerta y caminó a la siguiente habitación, al entrar dos youkais estaban ahí.

Emperador TaishoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora