Golondrina II

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Llovía endemoniadamente cuando Geralt solicitó al grupo que lo había seguido que se detuvieran. Sus cabellos mojados no daban aspecto de comodidad, las ropas del grupo se empapaban heladamente y se pegaban a la piel, generando en los simples humanos, Jaskier y Shani, una tiritona tan marcada, que había comenzado a preocupar al brujo. - ¿No puedes dar calor a estos dos? - preguntó ariscamente Geralt, mientras la lechuza sobre su hombro se quejaba con su canto grave. Salió de allí y se transformó en Filippa, que se acercó a los humanos sin conexión con la magia y les tomó sus mejillas, dijo unas palabras en la vieja lengua y les devolvió el calor a su sangre.

- Aquí nos detenemos. - dijo la hechicera. - No podemos seguir avanzando con este temporal. Las ráfagas de viento no tienen consideración por nuestros pasos y no llegaremos demasiado lejos. - por más que el brujo había querido quejarse y seguir adelante, sabía que Jaskier y Shani no podían seguir haciéndolo.

Por primera vez desde que lo conocía, el poeta no había dicho estupideces o quejas sobre el terreno hostil que transitaban, y él sabía por qué: porque estaban huyendo para que nadie pudiera obtener información acerca de Cirilla, entonces el trovador había optado por dar lo mejor de sí, empaparse hasta casi el desmayo y seguir sus pasos en silencio tortuoso. Pero había tocado su límite, sus labios violetas le habían alarmado cuando Filippa le había devuelto el calor.

- Vayamos hasta aquel árbol. - propuso la médica.

- Todos saben que no es la mejor opción en una tormenta. - se quejó Jaskier, recuperándose poco a poco.

- Vayamos, sin miedo. Yo los protegeré. - invitó la hechicera, que tomó su larga falda en sus manos, la levantó para que no tocara la tierra mojada y avanzó hacia el sitio indicado por la médica.

Geralt estaba de brazos cruzados, piernas también cruzadas, y sentado debajo del árbol protegido por magia. La temperatura en aquel sitio era agradable y casi no llegaban las gotas que inundaban alrededor. Estaba haciendo guardia.

Pasó bastante tiempo cuando la respiración del grupo se serenó, a excepción de la de Jaskier, quien fingía dormir y se preguntó por qué. Al poco tiempo tuvo respuesta.

Cuando el trovador estuvo convencido de que el resto dormía, se sentó, limpiando sus ojos, miró al brujo y señaló con un movimiento de cabeza que lo acompañara. Geralt asintió y se puso de pie.

Los dos salieron de la protección mágica de Filippa y volvieron al caos de la tormenta y las fuertes ráfagas de viento. Caminaron largo rato hasta que estuvieron seguros de que no los escucharían, pero aún podían ver a lo lejos a las mujeres durmiendo, por si algo sucedía.

Geralt notó cómo el poeta volvía a temblar como una pluma, así que le entregó su capa para que se protegiera. Él aceptó y se la llevó encima, le quedaba enorme. - Igual está empapada. - le dijo Jaskier, Geralt lo sabía, pero al menos evitaría el contacto directo con el agua de ese modo.

- ¿Qué sucede, Jaskier?

- ¿Me lo preguntas tú a mí? - le enfrentó el trovador. - ¿Quién es Ciri? ¿Qué sucede con ella? - Geralt lo miró largo rato. Jaskier no había tenido tacto, pero de nuevo, sabía que con el brujo no hacía falta ni tenía sentido.

- Hay cosas que es mejor que no sepas. - volvió a decir Geralt, como ya había dicho tres años atrás, cuando se habían separado. Él suspiró molesto y dolido, pues aún no confiaba; el brujo percibió el dolor que le causaron sus palabras. - Lo que sucede es que mientras menos sepas, mejor es. - le explicó, Jaskier lo miró, aún herido. - No porque no confíe en ti. Lo hago.

- Sí, claro.

- Lo hago... Pero y ¿Rience? ¿Y si hubieras sabido algo de todo esto y te hubiera torturado para sacarte información? - el brujo se acercó al trovador y apoyó una mano sobre su hombro, bruscamente. - Júrame que no habrías dicho nada. - Jaskier lo enfrentó con la mirada y pensó en la respuesta...

The Witcher: Lanza una moneda a tus brujosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora