Predestinación III

50 5 0
                                    

III


Ciri abrió sus ojos y sintió el galope desesperado de Kelpa, mientras la sostenían por delante de la montura. Se giró de inmediato y se encontró con Valdo Marx en una lucha exasperada con la yegua por sobrevivir. Una flecha llevaba clavada sobre su hombro, su semblante completamente serio, concentrado en el camino. – Bonhart está detrás de nosotros. – le avisó. Ciri se estremeció. – No he podido levantarte, estabas como muerta. Llegué a pensar que realmente lo estabas, pero pude sentir un pulso muy lento sobre tu yugular. Así que te tomé en brazos y aquí estamos. Sobreviviendo...

Ciri sabía que algo malo iba a suceder en el momento que despertara, en el momento en que Jaskier se alejara finalmente de ella. La joven bruja ya lo había sabido cuando se despedía de su amado. Por ello, se había tomado el tiempo para volver a hacer el amor con él. Porque sabía que luego tendría que dar cuentas al destino de sus actos.

Cuando abrió sus ojos en el presente, supo que no podría tener control sobre los acontecimientos que seguirían... Así que, cuando el bardo le explicó que el mercenario les pisaba los talones, se preguntó si aquel no habría sido el mal que la tomaría aquel día.

- Estás herido. – dijo Ciri, al notar la flecha que lo atravesaba.

- Por poco salí con vida de las garras de ese hijo de puta. – ella miró a la yegua, su pelaje estaba empapado en sudor lo que solo podía significar que llevaban varias horas en galope sin descanso. Ninguna montura podía aguantar eternamente. – Toma las riendas, mi brazo comienza a adormecerse. – ella hizo como pidió. Levantó su mirada sobre el cielo del mediodía que los cubría y supo que toda la mañana, habían cabalgado. Kelpa estaba dando lo mejor de sí, más de lo que debiera; la yegua, seguía galopando, incansable, fiel a su dueña, fiel a la hija de la Antigua Sangre.

- ¿Cómo dio con nosotros? – quiso saber la jovencita. - ¿Cómo dio con nosotros Bonhart?

- No tengo idea... Pero está loco ese tipo. No da oportunidades. Por poco me mata.

Ciri hizo dar un vuelco a las riendas y Kelpa se adentró al interior del bosque, dejando detrás el camino que recorrían. - ¿¡Qué haces, Falka!? – Falka no es mi nombre, odio que me llames así. Ya no soy Falka... pero Jaskier me dijo que no confiara en ti, ¿cómo se que no eres tú quien me ha puesto sobre la pista del mercenario?

Kelpa ingresó a lo profundo del bosque, ágil, dando saltos para esquivar grandes raíces. Valdo y Ciri fueron sorteando también los obstáculos, hasta que el bosque se puso tan cerrado que ya no podían montar sin recibir fuertes golpes sobre sus rostros por ramas y troncos.

Ciri obligó al destino a enfrentarla, hasta que el tronco de un árbol viejo se interpuso entre ella y la yegua y la estampó con tal vileza sobre el pecho, que el poeta y la bruja, fueron despedidos lastimosamente al suelo.

La cabalgata había terminado, en lo profundo de aquel bosque no podrían seguir sobre montura. Kelpa huyó despavorida.

Valdo Marx rebotó sobre el suelo, dio un alarido desesperado, se tiró a su costado, tomó la flecha incrustada sobre su musculatura del hombro y gimoteó. Ciri a su lado, golpeó su cabeza y se sintió atravesada por los caprichos del destino. No había tiempo para sutilezas, algo malo sucedería... algo malo iba a pasarle a ella...

La joven bruja se puso en pie, trastabilló, aun lesionada por la estampida brutal del tronco que la había despedido de su yegua, se dobló el tobillo, cayó, se quejó, se puso en pie una vez más y emprendió una carrera demencial hacia cualquier lado. Lo importante era no detenerse. No detenerse. Mantener el movimiento. Su brújula interna la guiaría, como lo había hecho siempre...

The Witcher: Lanza una moneda a tus brujosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora