Me acerqué al borde de las aguas y
me quedé mirándola. Tenía su larga cabellera enmadejada sobre la nuca, en un moño apenas sujeto por gruesas horquillas de carey. Su traje de baño, de tela ordinaria y suelta que no se apegaba a su cuerpo, sí se le adhería al variable arbitrio de sus movimientos y del oleaje.En un juego travieso se zambullía y se ponía de pie, alternativamente, dándome la espalda. Aprecié su cuerpo con más libertad ahora, en ese ejercicio espontáneo; su contextura era atlética, sus formas llenas, sinuosas y firmes.
De súbito giró entero su cuerpo y, al verme, se acentuó la leve sonrisa que traía
en los labios. Aleteó con los brazos batiendo el agua que le llegaba a la cintura y me
llamó:-¡Ven, ven, tú, ven!
Fui hacia ella y cuando estuve a un metro se me vino encima de un brinco. En
menos de un avemaría, aplicando sus manos sobre mi cabeza, me hundió totalmente en las aguas. Al salir a la superficie escuché sus carcajadas alegres, festivas, y me quedé unos segundos mirando de sus ojos, que le brillaban.Me alejé un poco porque me pareció que se aprestaba a dar otro salto. Su conducta,
además de darme vaya qué sorpresa, me había desconcertado sobremanera y no atiné a hacer nada, salvo mantenerme a una prudente distancia, a la espera de no sabía qué.Ella dijo de nuevo:
-Ven, ven, tú, ven.
Sin esperar respuesta se echó a correr hacia las arenas de la caleta. Cerca del
lugar donde estaban estacionados algunos botes y tendidas las redes, se detuvo y,
sentándose con las rodillas abrazadas, me esperó.Me ubiqué frente a ella y en su misma postura. Sonreía. Estaba tan hermosa
que experimenté una especie de angustia, algo como un dolor adentro, pero no del
cuerpo: una desconocida sensación que, curiosamente, provenía del mismísimo deleite de admirarla y tenerla allí, al alcance de la mano, al entero recreamiento de la vista... y, sin embargo, algo me seguía doliendo.De pronto ella rompió la quietud: tomó un puñado de arena y, antes de que yo
pudiera hacerle el quite, me lo arrojó a la cara. Pero sí alcancé a cerrar reflejamente
los ojos: cuando ella se aprestó a repetir la agresión, yo me dejé caer con todo mi
cuerpo sobre el suyo.-Eso no se hace -la reconvine.
Le tenía sujetas sus manos por las mías,
gravitando a presión mis piernas sobre las suyas-Nunca más -dijo con una vocecita delgada, enternecedora.
-Promételo.
-Sí, suéltame, suéltame.
-Di que lo prometes.
-Lo prometo, ya, ya.
La dejé en libertad. Se volvió lentamente y quedó tendida de espaldas al sol. Me
senté a su lado; ella levantó la cabeza y me miró fija y dulcemente. Como
consecuencia del forcejeo se le había desmoronado el moño, sin deshacerse del todo; una onda de su cabellera estaba por deslizarse y me incitó, sin pensarlo, de veras irreflexivamente, a retornarla a la madeja. Se la esponjé hacia arriba. Fue como una caricia. Y era una caricia.Ella me cogió la mano, la mantuvo en la suya y me palpaba los dedos y la
palma con su índice y pulgar.-Es suavecita -dijo-, como de guagüita.
Y agregó: Tú no trabajas.-Claro que no -contesté-. Estudio. Y tú, ¿qué haces?
-Yo no -dijo.
-¿No qué?, ¿qué haces?
-Vivo ahí arriba, a veces.
-¿A veces?
Miré hacia la cima de la cadena costera y distinguí tres construcciones de
madera, características de las casas de los pescadores de la zona. Una era bastante
más grande. Vi también un sendero.-Sí, y a veces estoy en el circo.
-¿En el circo?
-Sí, con mi papá.
-¿Y qué haces tú en un circo?
No me contestó. Le repetí la pregunta y tampoco me respondió; estaba
ausente. Me soltó la mano y era como si mirara una nada que le infundía un reposo, un desarraigo que aumentó aún más su belleza. La sonrisa no desapareció del todo, pero ahora que los ojos no hacían juego con ella, ese gesto adquirió un mayor poder
de expresión. Y esa expresión, aunque estaba llena de remanso, me inquietó. Y
empecé a comprender.Entonces oí a lo lejos las voces de Verónica y Lucia, llamándome. De un
momento a otro aparecerían por el recodo. Tuve una sensación parecida a la que
precede al instante en que se es sorprendido o descubierto en algún acto vergonzoso o culpable. Sin embargo, no había allí nada que justificara esa impresión.Hasta el propósito inicial estaba cumplido: había encontrado un camino apto para Keana. Yo, simplemente, no quería que mis amigas me vieran junto a mi desconocida,
que ya empezaba a dejar de serlo, y la idea de que llegaran a acercarse a nosotros me
conmocionó.-Tengo que irme -le dije a ella.
Mi desconocida regresó a sí misma y a mí. Durante su eclipse no había oído las
voces de mis amigas, lo cual me permitía un lapso para despedirme de ella, sin que se enterara de la causa de mi partida, no poco intempestiva. Pero no disponía de mucho tiempo; Vero y Lucy no tardarían en volver a llamarme o en aparecer.-Ven a verme -dijo ella, y su cara estaba otra vez llena de esa dicha candorosa.
-Sí, claro que sí.
-¿Cuándo?
-Mañana. Sí, mañana en la tarde.
-Oh, qué bueno! Ven, ven a la hora del té, te voy a hacer unas galletas.
Levantó un brazo, me atrajo y me besó en la cara. Después corrí, corrí velozmente hasta encontrarme con mis amigas. Les dije que estaba todo solucionado: más rato podríamos alcanzar sin problemas el alto con Keana.
Cuando pasamos por la caleta, ella ya no estaba allí.
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°Quiero agradecer mucho a las personas que están leyendo esto, tienen un pedacito de mi corazón 💓🇨🇱
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What Is Love? (Camren)
FanfictionNo podía haberme imaginado jamás que ese verano iba a ser tan distinto,tan distinto." ¿Que había de seductoramente raro en esa bella adolescente que Lauren descubre en la playa? ¿De dónde provenía su extraña e irresistible atracción?