What Is Love? (Camren)

Capitulo 5

Todo empezó a ser diferente para mí.
En las veinticuatro horas siguientes, la imagen de ella no me abandonó ni
siquiera durante el sueño. Cuando desperté, al otro día, volví, por enésima vez, a revivir cada instante de nuestro encuentro y me sentí inmensamente feliz porque estaría otra vez esa tarde con ella.

Hasta entonces las horas iban a transcurrir de modo lento, arrastrado. Estaba yo conociendo una intensidad que todo lo abarcaba; era un placer vívido y paralizante por igual.

No bajé a la playa en la mañana. Después del almuerzo me tendí en la cama,
tratando -si era posible- de dormir para acortar el tiempo que me separaba de ella.
Pero no pude dormir. Entonces, pensé y soñé cómo podría ser lo que vendría.
Una cosa estaba sumamente clara: no iba a ser posible integrarla con los míos.
Cualquier intento terminaría, en el mejor de los casos, en el claro alejamiento de mi gente y, en el peor, en la burla. Era cierto que, al llegar a conocerla, no podrían dejar de encontrarla hermosa. Pero Keana no atinaría a explicarse que yo la hubiera abandonado por una niña proveniente de una caleta de pescadores, y que, además, confesaba trabajar en un circo. ¡En un circo!

Con todo, nada de aquello era lo principal. No. Aquí había otra cosa respecto de
la cual yo no podía mentirme a mí misma.
Esa noche, en el casino del Papagayo, Verónica había alcanzado a darme a
entender lo que ella percibió en la sonrisa de ella. Aquello que incitó su observación y que, en el fondo, fue su reparo, era lo mismo que en mí había fecundado el
encantamiento desde la primera vez que la viera en la lancha.

¿Qué iba a ocurrir ahora?

A las cuatro y media en punto me levanté de la cama. Me miré al espejo y
con una sonrisa de aprobación canté:

And now I'm trying to find the words
I don't know what else to say but you're pretty fucking dope......

Me topé en la puerta con Vero, que regresaba de la playa.

-Una llega y otra se va -dijo.

-Podrías esperarte un poco y tomar té antes de salir -ofreció mi madre, al paso.

-Gracias, no alcanzo.

-No será tan urgente -se metió Verónica, observándome con muy aguda
detención.

-Tengo una cita -le informé, sin deseos de darle más información.

-Una cita tan impostergable debe ser en la estación. ¿A qué hora parte el tren?

-A la hora señalada, Verito.

-Ah, ya, déjame hasta ahí no más, creo que sé de quién se trata. ¿O no?

-Crees bien, amiga , crees bien.

-Buena suerte. Ahora, si te mueres por que te acompañe, espérame nada más
un par de minutos, mira que tengo mucho que conversar contigo.

-Yo también, pero tendremos que aguantarnos hasta la noche. ¿Podrás
soportarlo?

-Haré lo posible, Laur, por no quitarme la vida, digo.

-Ojalá lo consigas, Vero.

Lo último que alcancé a oír desde el portón fue la voz de mi tía:

-¿Qué les pasa a ustedes dos? ¿Acaso no funciona el intercambio de
hermanitas?

Crucé hacia el lado opuesto de la bahía por varios atajos entre sitios eriazos.
Tenía un vacío en el estómago que no era de hambre. Tomé la avenida del Yachting y continué por arriba, rumbo a la Puntilla de Sanfuentes. Las tres casas en el cerro de la caleta debían aparecer de un momento a otro.