Capítulo V || Könnstadt

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GÁLICA


Al pasar la última loma se alzaban la ciudad de Könn. Los grandes muros de piedra erectos a lo largo de la ciudad la mostraban como inexpugnable. Desde las almenas el humo de las hogueras se extendía hacia el cielo nublado. Y una vigorizante fría, húmeda brisa, la que Gálica sentía en Könn. Desde las torres caían los pendones con el emblema de la familia Kreuz. A penas Gálica cruzó por la puerta la gente se congregó al otro lado vitoreando a la reina guerrera.

     —¡Gálica! ¡Gálica! ¡Gálica! —Gritaban los campesinos y los siervos. Una lluvia de pétalos de rosas rojas era arrojada desde los techos y las ventanas de las casas. Que caían sobre los hombres y mujeres de armas que regresaban triunfantes de la batalla de Grünesfeld.

     —Nos reciben como héroes. —Dijo Ronan haciendo su caballo desfilar junto al de Gálica y saludando a los ciudadanos.

     —Eso es porque piensan que ganamos la guerra. —Le respondió Hilda.

     —Prácticamente la ganamos. El príncipe Karlo se ha visto débil frente a sus hombres cuando se retiró de la batalla. ¿Cuántos hombres más lo abandonaran en las subsecuentes semanas? —Preguntó Ronan. Luego el muchacho metió la mano en su alforja y sacó un puñado de monedas de oro que aventó hacia la congregación, la gente empezó a vitorear y animar al joven caballero. —No se necesita ser un gris-vidente para ver a quien seguirá al pueblo. Los campesinos aman a Gálica.

     —Su amor es relativo. —Interrumpió Ser Bruno. —Mientras Gálica demuestre tener más fuerza que Karlo la gente la seguirá, pero todo puede cambiar, he visto guerras ser ganadas y perdidas por el simple ánimo del pueblo.

     —Mientras mi hermano siga en libertad la guerra no habrá terminado. —Dijo Gálica. Después se dirigió hacia el castillo. Los guardias dieron una reverencia cuando la vieron llegar a las puertas y después fueron a contener a la multitud de aldeanos que habían estado siguiendo al ejército ante las puertas del imponente e inexpugnable castillo del mismo nombre, Könn.

     En el patio de armas los sirvientes y los caballerangos ayudaron a Gálica y a sus caballeros descender de sus monturas. Después tomaron los caballos y los llevaron al establo donde los desensillaron y les alimentaron. Gálica tomó de su alforja uno de los libros. Y comenzó a hojarlo, curiosa de lo que diría, curiosa de los secretos que guardaban entre aquellas frágiles páginas de pergamino. Luego alzó la vista hacia el pórtico del edificio principal donde esperaba su hermana Dana y su hermano Frolo.

     —¡Gálica! —Exclamó la joven princesa Dana y se fue corriendo a los brazos de la reina. Gálica la abrazó y meneó su abundante cabellera. Dana era una niña de rostro acorazonado con grandes ojos azules y larga cabellera rizada color caramelo. Era delgada como un cardo con mejillas rosadas.

     —¡Oh Dana te extrañé mucho! —Exclamó Gálica mientras la reina le daba una voltereta a su hermana. —¡Has crecido mucho!

     —Es que ahora tengo 7 años. —Respondió Dana jovialmente.

     —Cierto, tu cumpleaños. —Entonces Gálica se quitó de su cuello su collar de rubí en forma de corazón con llamas de oro. Y se lo dio a su hermana menor.

     —La abuela se lo dio a mamá cuando tenía tu edad y me lo dio a mí cuando tenía tu edad y ahora es tuyo. —Dijo Gálica.

     —¡Wow!, ¡Gracias hermana! Pero... ¿No sería mejor dárselo a tu futura hija? —Le preguntó Dana. Entonces Gálica sintió que se le revolvía el estómago y una sensación horrible que le carcomía por dentro...

     —Soy la reina, y como tal debo tener hijos hombres. —Respondió Gálica. —Este es un collar para mujeres no para hombres, tal vez cuando te cases y tengas una hija se lo puedas obsequiar.

     —¡Ew!, ¡No gracias! —Exclamó Dana haciendo una mueca de disgusto.

     —¡Kun! —Había dicho el muchacho. —¡Kun! ¡Kun! —Y luego golpeó su cabeza contra el hombro de Gálica.

      —¡Oh Frolo!, ¿Cómo has estado hermano? ¿Te has portado bien? —Le preguntó Gálica mientras sobaba la cabeza de su hermano Frolo.

     —Kun, kun. —Dijo nuevamente el muchacho. Los ojos de Frolo eran saltones con una uní-ceja negra, tenía una joroba y el cabello enmarañado. Era rostro aplanado y nariz chata  pequeña.

      —Muy bien Frolo, muy bien. —Le felicitó Gálica, Frolo sonrió.

      Gálica estaba punto de entrar al castillo cuando Ronan la detuvo.

     —¿Qué hacemos con los prisioneros? —Le preguntó Gálica

     —Llévenlos con los demás esclavos y que se pongan a limpiar. —Ordenó Gálica.

     —Cómo ordenes Gálica. —Luego Ronan le dijo a otro soldado que los enviara con los demás esclavos. —Y qué hacemos con toda esa basura que trajiste contigo.

     —No es basura. —Respondió Gálica. —Son libros. Y que los lleven a mi alcoba, los revisaré más tarde.

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