Capítulo XVIII || La princesa de Stahland

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ANDREAS


Podía sentir el sol veraniego y el mar encrespado del norte golpear las playas rocosas. Recordaba los techos de paja de sus hogares y los enormes trigales que pintaban de dorado los suelos. Recordaba a su padre, a su madre y a sus hermanos, Andreas yacía sujeto de la mano de su madre, cuando los dos recibieron a aquel extraño, un hombre alto de cabellera castaña y barba recortada, un hombre con rostro severo y con entradas marcadas y de frente amplia. El hombre llevaba una armadura azulada con una luna plateada labrada en el peto.

     —¿Este es el niño? —Preguntó el soldado.

     —Sí. —Respondió su madre temerosa. —Nació al noveno día del inicio del verano. —Respondió la madre de Andreas y la mujer entonces soltó la mano del niño. El hombre en la armadura caminó hacia el niño y se arrodilló. Andreas tuvo miedo y se fue a esconder tras la falda de lana de su madre, pero su madre lo tomó y lo aventó al suelo frente al soldado. —¡Quédate ahí pequeño bastardo!

     Andreas entonces alzó la mirada.

     —Sí puedo verlo...Es una lástima, de haber sido una niña hubiese sido grácil. Cinco monedas de cobre. —Respondió el hombre en la armadura.

     "Claro, en ese momento no entendía lo que estaba pasando. Y como podría si lo único que conocía era la vida en la granja." Entonces Andreas miró a su madre, una fúnebre sonrisa se dibujó en su rostro. El hombre entonces sacó de su cinturón la bolsita de cuero y se la entregó a la madre de Andreas. El hombre entonces tomó al niño de la mano y se lo llevó a su caballo. Andreas comenzó a llorar.

     Andreas despertó. Observó los techos de madera de su habitación. Era una muy pequeña recamara, no había nada más que un camastro y una silla en el interior. En una de las esquinas estaban los pergaminos y los libros. El muchacho entonces miró por la ventana. Los montes azules en la distancia yacían cubiertos por una densa neblina, y los cielos estaban llenos de nubarrones. Esa noche caería una densa nevada.

     Andreas se levantó y se colocó la ropa, una vez a la semana, las mucamas del castillo le levaban la ropa y comía carne junto con el resto de los empleados del castillo. Por lo que poco a poco volvía a recuperar su complexión. Andreas entonces salió de la alcoba, a pesar de ser pleno invierno los muros de piedra yacían tibios lo cual era muy extraño. O tal vez, después de haber vivido en aquella choza de los esclavos, cualquier cosa era mejor que nada.

     —¡Kun!¡Kun! ¡Kun! —Exclamó entonces aquel muchacho mientras se golpeaba la cabeza contra la loza de la pared. Un muchacho alto, de cabeza ancha, con nariz plana, uní-ceja y cabello azabache relamido cortado torpemente y de manera irregular. Un hilo de sangre fluía por su frente.

     —¡Frolo basta! —Exclamó una niña pequeña de largo cabello rizado marrón claro y ojos verdes. La niña vestía con un vestido azul claro y zapatillas de cuero. Ella se acercó a Frolo y lo retiró de la pared. —Mira que desastre has hecho.

     —¡Kun! —Exclamó Frolo. Los ojos saltones del muchacho entonces se encontraron con los de Andreas, el muchacho entonces alzó la mano y apunto hacia Andreas. El muchacho no sabía qué hacer. La niña entonces giró la cabeza y miró a Andreas, era increíble el parecido que la niña tenía con la reina Gálica.

     —¿Quién eres? ¿Vienes a burlarte de Frolo también? —Dijo la niña, Andreas suponía que la niña quería verse amenazadora al arrugar las facciones de su cara, pero en realidad se veía más tierna.

     —No. —Respondió Andreas. —¿Tú debes ser la hermana de Gálica?

     —Así es, ¿Y quién eres tú? —Preguntó la princesa, la niña caminó alrededor de Andreas. —Jamás había visto a un hombre como tú, no eres musculoso como los demás hombres y no tienes barba...que extraño.

     —No alteza, eso es porque no soy de Stahland, soy de Esterreich. —Respondió Andreas. Entonces la niña se detuvo. Y hizo una seña para que Andreas se acercara y se arrodillara. Andreas lo hizo, la niña entonces le tomó del rostro.

     —Tienes ojos grandes y redondos como los míos. —Dijo la princesa. —Y olfateó el cabello de Andreas. No hueles a sudor como los demás hombres. ¿Quién eres tú Andreas? ¿Todos los hombres de Esterreich son como tú Andreas?

     —No, no todos. —Respondió Andreas. —Mi hermano Gregor, tiene la complexión de cualquier hombre de por aquí. —Respondió Andreas.

     —¿Y dónde está tu hermano Gregor? —Preguntó la niña.

     —Es un esclavo, alteza.

     —No me digas alteza. No me gusta que me digan así, mi nombre es Dana...Da na. Yo no te digo esclavo a donde quiera que vayas, verdad Andreas.

      —No puedo argumentar esa lógica. —Respondió Andreas. La princesa comenzó a reír.

      —Eres gracioso Andreas. ¿Verdad que es gracioso Frolo?

      —¡Kun! —Exclamó el muchacho y comenzó a darle golpecitos con la cabeza en el hombro a Andreas.

     —¡Ja! Parece que el finalmente encontraste a alguien a quién si le agradas, "Esclavo" —Dijo aquel hombre, Ronan descendió por la escalera que daba al piso superior del castillo. El hombre vestía armadura completa. el hombre se la pasó riendo.

     —Ronan es un pesado. —Respondió la niña. —Pero es un gran guerrero.

     Entonces entró Gálica, Andreas entonces dio una reverencia, mientras que Frolo continuaba golpeándose la cabeza en el brazo de Andreas.

     —Dana, Frolo, apártense, necesito a Andreas. Así que déjenlo pasar —Respondió Gálica. Andreas caminó hacia Gálica. Los dos comenzaron a caminar por el corredor y dejaron solos a Dana y Frolo.

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