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Matsukaze había despertado en sus aposentos, con un fuerte dolor de cabeza y una desagradable fatiga. A los segundos de abrir los ojos, los recuerdos sobre Tsurugi volvieron a su mente. Estaba vivo, pudo verle frente a él y...realmente estaba vivo. Su cabeza cada vez daba más vueltas y sus pulsaciones se dispararon hasta el punto de poder sentir los latidos justo en sus oídos. Aquello no podía ser, debía ser una broma de mal gusto; pero sabía que no era así. Quien vio frente a sus ojos era Kyousuke, no había duda. Y él dijo aquellas horribles palabras...ni siquiera quería recordarlas, solo le ocasionaba más náuseas.
Intentó ponerse en pie, pero una arcada subió por su garganta; en cualquier momento acabaría vomitando. Todo esto lo estaba superando, finalmente se volvería loco. La puerta se abrió lentamente, dejando ver a la chica de cabellos azules, que corrió hasta él, ayudándolo a caminar.

-¡Joven Tenma! No debería caminar solo. ¿Cómo se siente ahora?
-¿Y Tsurugi?- su voz salió quebrada.
-Él y el hombre que lo acompañaba están en la sala principal, dijeron que no se marcharían hasta hablar con usted.
-Lle-llévame con ellos- cogió aire profundamente, llenando sus pulmones de oxígeno.

Aoi miraba con tristeza al joven, se podía apreciar en su semblante que había quedado trastornado después de observar que Tsurugi Kyousuke estaba vivo y, para colmo, el chico de ojos ámbar mostraba un odio hacia Tenma que jamás comprendería.
El castaño siempre fue dulce y sincero con todos, era parte de su naturaleza, pero con el más alto era más que eso; le mostraba su faceta vergonzosa, sus momentos de "chico bromista", los ataques de berrinche...todo aquello solo fue visto por el de cabellos azules. Entonces, ¿por qué le miró como si hubiera cometido la peor de las traiciones? Su mente pasaba rápidamente miles de imágenes y escenas, buscando alguna pista, pero nada; no lograba encontrar en sus recuerdos aquello que hizo que Kyousuke le odiase.

Habían llegado a la sala donde ambos hombres esperaban a Matsukaze, mientras mantenían una conversación sobre el aspecto de todo ese reino. Realmente era hermoso y pacífico, aunque su príncipe no parecía nada del otro mundo.
La puerta se abrió, dejando paso al más joven, el cual poseía un rostro pálido y una mirada apagada, como si su cuerpo siguiera aquí pero su alma hubiera salido.
La sala tenía una decoración bastante floral, con unas vistas al jardín de flores exóticas, algo realmente digno de ver.

-Joven Matsukaze- habló con un tono neutro, como si no hubiera hablado de él minutos atrás- Su aspecto muestra que no está en su mejor momento, pero aún así me gustaría pedirle el favor de que escuche nuestra oferta.
-Hm- se sentó frente a ellos, sonriendo débilmente- les escucho.
-Querríamos...- dudó unos segundos, buscando las palabras correctas- que formara una alianza con nosotros.
-Lo siento, pero...
-Lo explicaré mejor, deseamos que usted se una en matrimonio a nuestra hermosa princesa. Así poder unificar ambos reinos y ser más fuertes y seguros.

La sorpresa que mostraba el rostro de Tenma no era capaz de ocultarse. ¿Casarse? ¿Él? No podía ser...sus gustos no eran precisamente las mujeres, pero eso era algo que jamás debería confesar.
Discretamente se detuvo a mirar al ex-general; no parecía agusto con aquella idea, pero veía que no soltaría ni una queja.

-Discúlpeme pero...- respiraba entrecortadamente, aún con su piel bastante pálida- no tengo ninguna intención de contraer matrimonio con nadie por el momento, así que...
-Permítame decir que no aceptaré un no por respuesta- sonreía de forma juguetona- me mandaron el deber de convencerle a toda costa. A mí y al general Tsurugi.

Aquella mirada anaranjada de posó en él, cortándole la respiración por varios segundos. General...¿el general de quién? Kyousuke siempre había sido su general y el del reino, ¿por qué ahora...?

-Aunque por la reacción que pude observar cuando llegamos...nuestro general y usted no se llevan muy bien.
-Para mí Matsukaze está muerto- fijó su mirada en él- solo estoy aquí por las órdenes de mi señor, aunque desearía que hubieran elegido a otro esposo para la princesa.

Sus manos temblaban violentamente, siendo ocultadas por las largas mangas de su atuendo. Quería llorar y dejar que las náuseas y mareos le ganasen, prefería perder el conocimiento en ese instante que seguir oyendo las palabras llenas de veneno que los labios de Tsurugi escupían sin arrepentimiento.
No sabía que responder, ni siquiera había logrado analizar la situación; seguía esperando a que su cerebro aceptase la realidad. Con sus manos cerradas con fuerza, se dispuso a hablar:

-Estoy de acuerdo con...el general Tsurugi- su garganta ardía- deberían buscar otro esposo para la dama, yo no soy el indicado.
-Como dije...- observó como el castaño se ponía en pie y se dirigía a la salida- ¡Espere!

Ignoró la petición de aquel hombre y se dispuso a caminar por los pasillos, dejando también atrás a la peliazul. En el momento que pudo llegar al exterior de la casa, una arcada subió y acabó por vomitar. Ni siquiera sabía cómo había podido aguantar tanto; las palabras de su antiguo mejor amigo habían provocado un revuelto en su estómago que no tardó en convertirse en náuseas. Tanto su garganta como pecho quemaban, como si hubieran introducido por su boca una antorcha y el fuego se limitara a acariciar el interior de aquella zona. ¿Por qué? ¿Por qué un odio tan profundo era dirigido hacia él? ¿Por qué ese odio tenía que provenir de Tsurugi? No...no era capaz de pensar con claridad, un mareo se hizo presente, como si en ese mismo instante estuviese subido en el árbol más alto de todo el planeta; y, en milésimas de segundos, su cuerpo cayó al suelo, por segunda vez en aquel día. Los minutos pasaban, pero nadie del castillo solía pasar por aquella zona; hasta que, una de las sirvientas, encontró al joven y pegó un fuerte chillido, alertando al resto de personas que servían al joven Tenma.

Blood swordDonde viven las historias. Descúbrelo ahora