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La noche estaba iluminada por las pequeñas estrellas que aparecían una a una en el cielo. Tenma hacía bastante que no se paraba a observar aquel paisaje nocturno, pero en esos escasos minutos dejó la mente en blanco y admiró lo que sus ojos podían captar. La suave brisa acariciaba su rostro, llevándose consigo el estrés acumulado en su cuerpo.

Los farolillos ya habían desaparecido, pero Matsukaze seguía allí, sin querer moverse. Sintió algo en su pecho, no sabía el qué pero era desagradable y molesto. "Tal vez...¿envidia?", esa única frase pasó por su mente. ¿Envidia? ¿A qué? Alzó la cabeza, suspirando al notar el porque de ese sentimiento. Las estrellas, envidiaba su brillo, él lo había perdido ya; se había apagado, dejando todo su interior sumido en una profunda oscuridad. Pero, ¿acaso eso era malo?. Mientras esas tinieblas no dañasen a los demás, estaba bien, ¿no?. Supo desde el inicio que ya no podría huir de la negrura, así que solo le quedó aceptarlo.
Sus labios se curvaron en una leve sonrisa, mientras sus ojos seguían observando el amplio cielo.

-¿Qué hace aún fuera?- una voz hizo que se girase.
-Naoki- dijo con una sonrisa- Me apetecía tomar el aire, hace un tiempo que no me paro a observar lo que hay a mi alrededor.
-El cielo está precioso- se puso a su lado- ¿Y eso?
-Supongo que...pasaron cosas- su mirada se oscureció levemente al recordar.
-¿Se refiere...a lo que le pasó con Tsurugi?- al ver como asentía prosiguió- Él nunca quiso decirme, ¿usted podría...?
-Tal vez...pero ahora preferiría centrarme en otra cosa, si no es molestia.

El más alto asintió, para luego tenderle su mano al príncipe. Matsukaze lo miró sin entender, ¿por qué le mostraba su mano?

-Entremos ya, joven amo. El frío va en aumento y su salud estos días no es muy buena.
-Tal vez...tengas razón- suspiró suave, siguiendo al mayor.

En sus aposentos pudo apreciar que habían dejado sobre su cama una muda para dormir, cosa que agradeció internamente ya que la ropa que llevaba era incómoda y estaba sucia acausa de subirse al árbol y sudar. No pudo tomarse un baño a causa de que no quiso entrar, estaba concentrado en observar y pensar. Tenía hambre y odiaba no poder tomar un baño; pero, como si los dioses hubiesen escuchado sus quejas, la puerta se abrió lentamente, dejando paso a una bonita cabellera de color castaño. Nanobana cerró tras de si, dedicándole una enorme sonrisa.

-¡P-princesa Kinako! ¿Qué hace usted aquí?
-Traerte algo de cenar- mostró la bandeja de sus manos- Y ya se qué una dama no debe entrar en la habitación de un hombre. Veo eso bastante ridículo, no todas las mujeres se dejan hacer cosas.
-Y-ya, pero...- se ruborizó levemente al entender que quería decir con "hacer cosas".
-No viniste a cenar. Naoki me contó sobre tus problemas de alimentación y también que no aceptaste la propuesta- al ver como Tenma iba a replicar, prosiguió- no te preocupes, está bien. A veces me dejo llevar y deseo que me digan que sí a todo, pero no puedo obligarle. Aún así me gustaría pedirle que se quede más tiempo con nosotros, será agradable.
-Muchas gracias...- una cálida sonrisa aparece en su rostro- será un honor.
-También puede bañarse, hay uos baños termales en palacio. Está por aquí cerca de su habitación.

Cuando la joven salió por aquella  puerta, el castaño se dispuso a comer, saboreando la carne con verduras, una especie de revuelto de frutas, sopa de setas y pescado asado. Por fin pudo comer sin vomitar, después de dos días. El dolor en el pecho seguía ahí, pero la calidez que todos le brindaban aquí hacía que el nudo de su estómago se deshiciera poco a poco.
¿En algún momento sería capaz de superarlo todo? ¿Podría dejar atrás a Tsurugi?. La fuerte opresión en el pecho le dio a entender que no podría ser posible. Kyousuke era la persona que lograba iluminar cada parte de su vida y ahora...lo hundía en la profunda oscuridad. La vida da muchas vueltas, pero el castaño jamás creyó que su vida pudiese girar drásticamente, poniendo boca abajo todo lo que logró construir.

Dejó la bandeja a un lado y fue a buscar el baño, tardó unos minutos pero finalmente pudo encontrarlos. Una bocanada de aire caliente golpeó su rostro, seguido del vapor; su cuerpo se relajó al notar el simple calor que desprendía aquel cuarto. Se desprendió de la ropa y entró a las aguas, la neblina que producía las termas impedían que viese con claridad; pero si pudo notar una silueta a, más o menos, unos seis metros de él. Ladeó la cabeza, notablemente desconcertado, y se acercó; su corazón dio un vuelco al encontrarse con el relajado rostro de Tsurugi. Tenía los ojos cerrados, la boca entre abierta y su cabello mojado hacía que se viese aún más provocativo. También eran visibles sus marcados pectorales.
Parecía que Kyousuke no se percató de la presencia del más bajo, el cual no se movió ni un centímetro desde que vio al peliazul.
No sabía cómo reaccionar, temía  hacer ruido al marcharse pero estar frente a él tampoco le hacía demasiada gracia; si el de ojos ámbar le pillaba mirándole mientras de aseaba podía darse por muerto.

Tragó saliva, mientras se daba la vuelta y comenzaba a alejarse; pero su cuerpo se petrificó al oír aquellos grave voz.

-¿Qué haces aquí?- su tono hizo que la piel del castaño se erizase- ¿Y qué demonios hacías mirándome?
-Yo...- frunció las labios, con el corazón en la garganta- ¿bañarme?
-¿De noche? Que oportuno, ¿acaso me estaba siguiendo?- pudo notar en su nuca la fría mirada del mayor.
-¡No! Yo...Kinako me dijo que podía bañarme aquí- susurró tomando la valentía necesaria para girarse.

El de ojos anaranjados chasqueó la lengua, tampoco podía echar a Matsukaze, ya que aquel no era su baño y Nanobana le había permitido al menor poder entrar. Respiró profundo, llenando al máximo sus pulmones, para luego vaciarlos; no tenía sentido ponerse a discutir con él. Con sus ojos cerrados, echó la cabeza hacia atrás e ignoró por completo la presencia de Tenma.
La mirada grisácea se posó durante unos segundos en Tsurugi, analizando si de verdad debería quedarse allí. Al observar como el general volvía a relajarse, decidió sentarse y disfrutar del baño caliente; era inevitable que la incomodidad se posase sobre sus hombros. "Él me odia, ¿estará bien si me quedo aquí? Pero...tampoco hice nada malo, ¿no?. ¿Y si se enfada por qué no me fui y me grita? ¡No se que hacer!", sacudió la cabeza varias veces, frustrado. Kyousuke ya lo había dejado atrás, pasó página; aquella en la que salía Tenma. Ya no tenía ningún tipo de sentimiento hacia el menor, excepto el odio; no pensaba ya en él. ¿Entonces por qué no dejaba de preocuparse por el general y centraba su mente en si mismo?; por una simple razón, el de ojos gris eléctrico aún era incapaz de avanzar el siguiente peldaño, dolía el siquiera pensarlo.

El sonido del agua llamó su atención, así que miró al frente y pudo ver como el peliazul salía del baño termal, dejándolo solo en ese lugar. De repente, para Matsukaze, todo el calor había desaparecido, siendo reemplazado por un desgarrador frío. Las ganas de darse un largo y agradable baño habían desaparecido, por esa misma razón salió de allí para poder vestirse y regresar a su habitación. Por el camino pudo oír el dulce canto de los grillos, siempre encontró la melodía que tocaban agradable y alegre, pero en ese momento solo pudo percibir tristeza y agonía. ¿Estaba perdiendo la cabeza? ¿Cómo se podría distinguir sentimiento en el canto de unos insectos?
Con un suspiro pesado, ingresó en su dormitorio y dejó a su cuerpo descansar sobre la suave y esponjosa cama. Tenía la extraña sensación de que pronto pasarían acontecimientos extraños, sus instintos le decían que ese sentimiento no era bueno.

Blood swordDonde viven las historias. Descúbrelo ahora